Por fin lo había conseguido. Me encontraba fuera de la universidad Phoenix, contemplando aquel gran edifício elegante que se encontraba delante de mí. Así empezaban casi todas las historias, ¿no? Entorno nuevo, hogar nuevo y amigos nuevos. Con solo pensarlo sentía mi piel erizarse de la emoción. Después de todo lo que había pasado, por fin estaba a las puertas del comienzo de mi sueño.
Solo un paso más.
Entré arrastrando las maletas. Me acerqué al ascensor y saqué de mi bolsillo las llaves de las que colgaba un 43 como llavero; las llaves de mi habitación. Ya había estado el día anterior allí para conocer la universidad, así que no esperé el momento para que me entregasen las llaves y poder mudarme lo antes posible.
A mi lado dos chicas aparecieron conversando alegremente. Yo las observé por el rabillo del ojo y me percaté de que una de ellas tenía el cabello azabache, un color de pelo que me parecía sencillamente precioso.
Las puertas del ascensor se abrieron finalmente y las tres entrámos casi al mismo tiempo. Me acerqué a los botones y pulsé el numero de la planta a la que me habían indicado.
-¡Vaya! Vamos al mismo piso -me dijo la otra chica, la del pelo marrón claro.
-Si..., voy hacia mi habitación -levanté la llave y se las enseñé a las dos-. ¿Sabeis donde está la 43?
Las dos chicas se miraron con asombro, y después volvieron a poner su mirada sobre mí.
-Bueno... Bienvenida, nueva compañera de cuarto -dijo la del pelo azabache con una pequeña sonrisa en sus labios.
-¿Ustedes...? -íba a confirmar si realmente ellas iban a ser mis compañeras de habitación, pero la chica de pelo marrón me detuvo.
-¡Nada de "Ustedes" por favor! seamos amigas, ¿si? -me dijo ella, con una bonita sonrisa.
-Vamos, Hannah, no seas tan empalagosa, ¿y si ella no quiere ser nuestra amiga? -la regañó la azabache, logrando que la tal "Hannah" hiciera un puchero con sus labios.
Las tres nos miramos y nos reímos inevitablemente. Cuando el ascensor paró y las puertas se abrieron, caminamos hacia el cuarto y una vez allí dentro utilicé la llave para abrir la puerta. Todas nos adentramos a la habitación y pude observar que era bastante espaciosa, como para caber dos literas, cuatro armarios y cuatro mesas de estudio, con sus respectivas sillas. Al fondo se podía ver una puerta a la que intuí que se dirigía al baño. No tenía palabras, ¿yo iba a vivir ahí? Aun no me lo creía.
La tal Hannah me sacó de mi pequeño análisis, hablándome:
-¿Te gusta? Ellie y yo dormimos en esta litera -dijo, sentandose en la litera más alejada de la puerta-. Así que como no tienes, aún, compañera de litera, puedes elegir la cama de arriba o la de abajo... no como yo...-Dijo ella mirando a Ellie, quién, como si nada, se quitaba las botas y subía, triunfante, las escaleras hasta la cama de arriba.
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La Maldición De Una Gimnasta
RomanceViola Ferrer ha vivido con su abuela materna desde sus 8 años de vida. La anciana fue una gimnasta reconocida, campeona nacional en su juventud y una gran inspiración para muchas jóvenes de todo el pais, pero sobre todo para su nieta que desde pequ...