El gran día

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     Ya eran las 16:40 p.m. Y el atardecer estaba comenzando a hacer presencia.
     Como era de esperarse, el timbre sonó, y todos los alumnos que se encontraban sentados en sus pupitres se levantaron y comenzaron a guardar sus pertenencias en sus mochilas.

     Mariana y unos cuantos alumnos más se despidieron de la profesora y entre ellos. Luego, salió de la sala para adentrarse en un pasillo de grandes ventanas, por las cuales Mariana miraba apreciando el hermoso paisaje al que daban vista.

     —No me digas que te estás poniendo reflexiva—Dijo una muchacha de uniforme empujándola suavemente con su hombro. 

     —Claro que no, Margo. Bueno... En realidad sí—Respondió Mariana con un leve sonrojo en sus mejillas.

     —Vamos, ya tendrás tiempo para reflexionar, ¡Ahora tienes algo muy importante que hacer, mujer!

     Margo tomó del brazo a Mariana y comenzó a caminar a paso firme por el pasillo, dirigiéndose hacia las escaleras que encaminaban al primer piso, lo cual hizo que Mariana soltase una melodiosa risita.

     —Llevo toda la semana pensando sobre lo que voy a decirle, me sé el discurso al derecho y al revés, y aún así me siento demasiado nerviosa y ansiosa.

      —En realidad, es normal sentir nervios, Mari. Después de todo, no le declaras tus sentimientos a alguien todos los días.

     Caminaron un rato y hablaron de temas que ayudaron a Mariana a calmarse un poco. Y cuando ya estaban en la salida del instituto, se dieron un cálido abrazo de despedida.

     —Vamos, ¡Todo va a salir bien! - Exclamo Margo alejándose por la gran puerta y agitando los puños en señal de victoria.

     Mariana sonrió e imitó el gesto a modo de respuesta. Luego soltó un pesado suspiro, y se armó de valor.

     Se dirigió hacia la puerta trasera del instituto, la cual daba paso a un patio no muy grande, pero que estaba bendecido por una hermosa vista de cerros plagados de árboles y flores, cerros a los cuales el sol estaba acercándose poco a poco.

     —Vamos, Mari. Se conocen de toda la vida, tu puedes con esto—Murmuró, Abriendo las dos grandes puertas de metal.

     Esperaba ver a John en las escaleras, mientras veía el paisaje o algo parecido. Sin embargo, él no estaba solo, y venía acompañado de una chica, chica a la cual su brazo rodeaba.

     John se giró para mirar a Mariana, y formó una gram sonrisa.

     —Hola, Mari. Te estaba estabamos esperando.

     La joven que estaba al lado de John miró a Mariana y la saludó.

     —Me alegra verte de nuevo, Mariana.

     No lo podía creer, era ella. Era esa chica a la cual por mera coincidencia captó siéndole infiel a su novio el año anterior mientras Mariana se sacaba una selfie. 

     —¿Hola?—respondió Mariana.

    John y la chica rieron, y luego se acercaron a ella.

    —Lamento no decirte nada al respecto, estamos tomándonos las cosas lentamente. Danna y yo saldremos luego de clases y, como ayer me dijiste que necesitabas decirme algo, creí que sería una buena idea aprovechar la oportunidad para presentarlas —dijo el joven— .Pero creo que no hará falta la presentación. —Movió la cabeza juguetonamente hacia Danna, sonriendo.

     Esa sonrisa, esa estúpida sonrisa, es de la que Mariana había estado enamorada toda su vida, y ahora, se la estaba dando a otra chica, frente a ella. Sintió una punzada en el corazón.

     —Y bien, ¿Qué es lo que me querías decir?- preguntó John.

     Mariana quiso decir algo, pero las palabras simplemente no salían de su boca. Un nudo se formaba en su garganta.

     —Yo, yo no... creo que no es el mejor momento para decirlo —dijo Mariana mientras su voz se quebraba en pequeños pedacitos.

     —Mariana, ¿estás bien? —preguntó con notoria preocupación Danna.

     Mariana retrocedió, para luego echarse a correr por el pasillo, quería escapar de ahí. Corrió lo más rápido que pudo, luchando por dejar atrás la realidad que acababa de presenciar y los desagradables sentimientos que esta le provocaba. Una humedad fuera de lo normal se generaba en sus ojos. No quería estar allí. Quería irse a casa, fundirse en las sabanas de su cama y no salir jamás. No podía ser posible. ¿Por qué?, ¿Por qué a ella?

Dejarse llevarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora