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No sé qué es lo que me tiene tan confundido

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No sé qué es lo que me tiene tan confundido.

Una mujer impredecible, en un instante me hace surcar entre su mirada, en otro me desgarra con sus palabras.

Estoy molesto, no, enfurecido. No se supone que tenga sentimientos, ni que me importe. Yo soy un rey, uno despiadado que odia a los seres humanos en su esencia natural. No debería estar pensando en uno de ellos, ni dedicando nonada de mi tiempo. No he tenido este tipo de tribulaciones desde mi "humanidad", la mayoría han sido olvidadas por un periodo extenso. Pero ella, maldita sea, saca algo a flote y me niego a aceptarlo.

Nunca he visto cosa igual en los siglos que he vivido. Esa idiota aunque no me desafia, es impetuosa. Y a pesar que me asquea admitirlo es perfecta para mí en todos los sentidos.

Odio esto.

Odio no poder odiarla. Odio no querer lastimarla. Odio creer que si alguien se atreviera a ponerle la mano encima, le mataría sin titubear; acción que tendría que estar ejerciendo en su pequeño cuerpo justo ahora, para evitar esta situación de porquería.

El hazmerreír. Eso sería ante mis enemigos si actualmente vieran a una tonta chica juguetear en mi dominio. Provocaría burlas, risas; por mi comportamiento tan ridículo, no obstante, sus cabezas no perdurarían en sus hombros si osan alzarse contra mí.

«¿Como el gran rey de las maldiciones ha caído tan bajo?» Pienso, e inmediatamente mis ojos buscan a la traviesa hembra que posiblemente tenga una pizca de influencia en el hecho.

Ella corretea en las aguas de mi territorio, de un lado hacía el otro. Desde que la doté con la habilidad de poder caminar sobre estas, es lo que más le divierte hacer, encantada realiza ondas bajo sus pies que se esparcen en círculos grana con un reflejo cristalino. Entre risas, la veo tirarse, extendiendo sus brazos, al igual que sus piernas y comenzar a aletear simulando un ángel de nieve, en este caso de agua.

Que estupidez.

—Mocosa, quédate quieta—Ordeno, ella obedece irguiendo el torso hasta la mitad, girando en mi dirección y mirando hacia arriba, ya que estoy reposando gracilmente en mi trono.

Sus belfos sobresalen.

—Vamos, Sukuna. Un rato más, por favor. Me estaba divirtiendo—ruega, juntando sus manos en señal de súplica.

—No, me molesta verte—espeto rotundo.

Ella bufa.

—Entonces no lo hagas—encoge sus hombros, cuando percibe que el semblante se me ha endurecido, una sonrisa baila en su boca—. No era en serio, solo bromeaba. Me comportaré.

No aparto los ojos de ella en varios segundos, increíble que sienta que puede hacer chistes o bromear conmigo.

—Ven aquí—se pone de pie, comenzando a caminar con tanta seguridad que me sigue impresionando el que confíe que no le haré daño alguno. Llega hasta la orilla de la montaña de huesos y enarca una ceja dubitativa—. ¿Qué esperas? Sube.

𝑳𝑨𝑻𝑰𝑫𝑶 𝑪𝑬𝑹𝑶 ❥ 𝑹𝒚𝒐𝒎𝒆𝒏 𝑺𝒖𝒌𝒖𝒏𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora