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Al terminar con la cabina, Tzuyu recogió la caja con las ganacias y se dirigió a la sala del consejo estudiantil para dejarla

Se encontró con Jihyo, su valiente presidenta, y el tesorero hablando acerca de temas importantes sobre la escuela. Se quedó un rato con ellos revisando algunos detalles hasta que empezó a atardecer y dicidieron dejarlo mejor para otro día. Se despidió y se puso su mochila para después dejar el lugar. Ya comenzaba a oscurecer y los pasillos ya se encontraban vacíos.

Unos cuantos pasos más faltaban para la salida cuando sintió el temor como un balde de agua fría.

Escuchó risas antes de verlas. Tarde después de la escuela significaba las prácticas, lo cual significaba ellas. El
equipo de voleibol.

El orgullo del departamento de atletismo junto con el equipo de fútbol. No eran malas pero todos actuaban como si fueran las dueñas del lugar. Esa admiración se les subía a la cabeza y el
resultado era una manada de hienas que se burlaban de la autoridad en su cara y alzaban la cabeza para aquellos a los que no consideraban a su nivel.

Eran sólo tres de ellas ésta vez. Cada una más cruel que la anterior con sus bolsos de gimnasio colgando sobre sus hombros y esas rodilleras.

Tzuyu bajó la cabeza, tratando de hacerse tan invisible y  pequeña como le era posible mientras pasaba. Ellas no le
asustaban, porque, basada en el éxito, estaban tecnicamente en el mismo plano. Excepto que ellas conseguirían becas deportivas mientras que ella obtendría una académica. No les temía pero sabía que lo mejor era no ignorar la jerarquía social. Sabía que no debía provocar a los leones a menos que quisiera que quisiera que le arrancarán la cabeza. Sabía que no era para menos la manera en que trataban a los demás pero se mantenía al margen de todos modos. Los palos y piedras rompen huesos pero las palabras dolían más.

Con la mirada abajo intentaba de todo por evitarlas. Pero si tan sólo fuera así de fácil. Uno de los bolsos de gimnasio se enganchó a ella regresandola de golpe. Tropezó estrellándose contra algunos casillero antes de caer al suelo. Eso era lo último que quería. Bueno, mejor dicho la penúltima cosa que quería, porque la última era ser notada por ella.

Pero aquí estaba ella, tirada en el suelo al lado de un conjunto de casilleros sintiéndose como una perdedora bajo aquella mirada que ella le estaba dando, como si le acabará de faltar el respeto a una reina o algo así. Primero, la dueña del bolso con el que tropezó, Miyoui Mina, la capitana del equipo de voleibol.

Pero Tzuyu no tenía nada contra Mina. Mina  no solía ser amenazante o sarcástica. Era tranquila y algo tímida aunque era algo que no reflejaba en cancha mientras derrotaba a sus oponentes Tzuyu no podía decir lo mismo de su compañera de equipo. Y no hablaba de Hirai Momo, quien se encontraba riendo con su mano cubriendo su boca.

Mientras Tzuyu esperaba por el que fuera a ser el castigo para su pobre y desafortunada alma encontró con la mirada a Sana Minarozaki.

La otra compañera de equipo. Con su lindo y estúpido cabello, esa horrible y encantadora risa, con esas ridículamente bien torneadas piernas y esa exagerada belleza que ella sabía que poseia y que usaba en contra de todos y cada uno que se atreviera a curzarse en su camino.

Sana, con quien tenía el desafortunado privilegio de compartir clase, y a quien tenía que mirar como los chicos coqueteaban le coqueteaban, como
las chicas la envidiaban a morir y los profesores la dejaban ir fácilmente con la misma excusa de siempre tener practica.

Sana, quien de vez en cuando miraba a sus apuntes tratando de copiarle y murmuraba cosas durante las presentaciones de Tzuyu para hacer reir a los demás.

Sana, que era una amanaza que nunca parecía irse y que siempre estaba allí. Siempre cerca. Siempre burlándose de ella hasta en los rincones más lejanos que pudiera imaginar.

Sana, a quien Tzuyu no soportaba. A quien simplemente odiaba "¿Propensa a los accidentes?" Dijo Sana

Tzuyu quería responder. Quería retarla y humillarla. Pero no tenía nada. Quedaba fuera de juego con sólo la aparición de Miss Perra en su ajustado y glorioso uniforme. Además de que
nunca funcionaba bien con mucha gente prestandole atención.

Sana puso los ojos en blanco y se acercó a Mina para preguntarle con una voz más dulce si estaba bien. Pero no era ella quien fue arrastrada por un bolso del tamaño de un camión.

Pero a nadie le importó. Nadie lo notó. A Sana no le importó. Tzuyu se puso de pie y salió corriendo por el pasillo preguntándose el porque eso le importaba en primer lugar.

el guardián secreto | SatzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora