Capítulo 4

77 6 2
                                    

Celebración

—¡Deja eso! ¡Brice ni se te ocurra! ¡No! ¡No! —grito dando expeditos pasos hacia atrás, con las manos enfrente de mí creando la mayor distancia posible entre el chico que hoy totalmente desconozco de ojos grises. No me atrevo a hacerlo, pero de vez en cuando voy vigilando mis espaldas para asegurarme de no tropezar o ser frenada.

—¡Qué más te da! —se queja hundiendo los hombros en postura de ataque.

—Brice como des un paso más con el saco en la mano, salgo corriendo. Te lo juro.

—No llegarías a ningún lado —arguye proveyendo a su favor una gran zancada en mi dirección.

—¡Brice! ¡Quieto! —le amenazo señalándole con una cuchara untada de chocolate.

—¿Me vas a sacar un ojo?

—¡Los dos si no te alejas!

Brice comienza a soltar el trapo. Se me relajan mientras tanto los músculos sin embargo sin darme tiempo a reanimar hace algo que no me espero para nada. En menos de un parpadeo está encima de la isla, le alcanzo a ver las rodillas. Miro hacia arriba para mostrarle mi sorpresa y mi rostro echando humo, pero no me da tiempo siquiera a levantar la cabeza del todo cuando empieza a polvorearme con un saco entero de harina.

Empiezo a toser sin ver absolutamente nada. Mi tos es seca expectorando nada más que polvo de harina, sustancia que es nociva. Mis vías respiratorias comienzan a irritarse.

Mataría a Brice ahora mismo si pudiese. El muy sinvergüenza tiene a veces la manía y necesidad de joderme cuando se aburre. Intentar cocinar unos bollos con él, es como suplicarle que se depile las piernas con cera.

Sigo tosiendo para cuando siento que los pulmones me van a estallar, justo en ese momento, una sucesión me raya en la mente como el filo de un chuchillo atravesando un pedazo de filete. La comparación me estruje el vientre.

En la sucesión estaba en mi habitación, la del apartamento, sentada sobre la cama con las manos cubriendo mi cara. La cama desecha y la luz que poca luz que traspasa los estores da un ambiente tétrico. Estoy llorando, llorado ante el recuerdo de lo que me había hecho Aaron.

Me duele rápidamente la cabeza y las emociones me hunden el alma cuando retomo las imágenes de aquella noche, en la que me sedó y se aprovechó de mí. Sus besos sabían a amargura, desesperación, furia e incluso odio. Un odio repartido en cada golpe.

No soporto esa efeméride. Una vez la sucesión acaba, no me atrevo a abrir los ojos, las lágrimas caerían sobre mi rostro como ballenas al agua.

Simplemente me intento limpiar la harina de la cara, pronto mi pecho impulsa el comienzo de sollozos, todo mi cuerpo ya está temblando, millones de escalofríos sacuden mis venas como agujas sobre mi piel y empiezo a llorar, desagradablemente un espectáculo de agonías me taponan las arterias.

Las risas de Brice me llegan más claras. Rápida empiezo a secarme las gotas ahora que está regocijado no quiero arruinarlo. Con el polvo de harina en mi cara junto mi piel mojada obtengo una masa pegadiza que se me adhiere entre los dedos al intentar apartarla.

Mis sollozos van a más, las risas de Brice a menos.

La solución inmediata es darme la vuelta avanzando fuera de la cocina. No quiero que Brice me vea en este momento. Duro resulta que sea inevitable que me siga. Me retiene fuertemente del brazo y por un corto periodo de tiempo aguanto el llanto. De una pronta sacudida en el aire los aparto asqueada de él. En estos momentos no merezco que nadie me toque.

—¿Estás llorando? —susurra impactado—. No me jodas... Era solo harina.

Llevo mi pie a pisar el primer escalón cuando me vuelve a retener. Esta vez su agarre es más dinámico, por mucho que bregue no consigo soltarme. Entonces atrapándome también del otro brazo me gira, orientándome frente sí. Agacho la cabeza plegando mis párpados, lo que provoca que muchas gotas abandonen los lagrimales de mis ojos.

Dimensión: Sangre doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora