Capítulo 5

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Energía

Contando todos los trances que me pueden surgir nada más salir del coche como caerme, que me pille otro coche incluso una moto o para daños menores una bicicleta, también puede que colisione con alguien que anda cargando furia en sus puños y me reparta un bueno puñetazo... Resumidamente puede que me pase de todo y exagerando el vaticinio, puede que me sucedan miles de trances a la vez.

Por eso mi inseguridad aumenta a tal punto que no soy capaz de levantar el culo del asiento y precisamente al haber adelgazado tampoco es que me pese... Mi ansiedad me mantiene contrita, es extraño que me entre dolor de cabeza nada más estacionar Brice en el aparcamiento de Panthéon-Sobornne, la universidad. Me lo he planteado y quizá tenga migrañas, siento como si una fuerza mayor, quizás mis nervios, están sacando los dientes y aprovechando la situación como pirañas me mordisquean al rato una parte del cerebro y al rato otra.

La cuestión es que hay dos problemas, no tengo ningún tipo de pastilla que me anestesie este calvario intermitente y Brice no puede saber que tengo tan solo un malestar porque me mandará al castillo a vivir en estado de hibernación y eso no anima mucho.

—¿Vas a bajar o tengo que sacarte de ahí? —me espabila tamborileando los dedos desde fuera el techo del coche.

Va a tener que sacarme de aquí, porque si realmente me atrevo a salir por mi sola caería al suelo suplicando que me peguen un tiro en la cabeza como si a esta edad nunca hubiese dado ya mis pinitos.

De repente me pregunto qué pensarán todos de mí, eso aumenta indudablemente las ganas que tienen mis arterias cerebrales de explotar. ¿Con qué versión se habrán quedado de mi accidente? ¿Creerán que he sido una suicida? Salto en cero coma a un episodio agudo de ansiedad.

—¿Qué crees que pensarán cuando me vean? —indago mi voz huyendo de mi pánico buscando refugio en los oídos de Brice.

—¡Viene la que pone freno a Sophie! ¡Hurra! ¡Hurra! —se pone a gritar a los cuatro vientos como si no existiese un mañana.

Escondo mi cara en mis manos, me avergüenzo a veces de estar con Brice solo porque está loco y eso no tiene remedio.

—Estás de coña ¿no? —sugiero con asombro intentando mantener la calma de los dos.

—Sal y ya veremos.

Miro una vez más al parabrisas deteniendo mi atención en la gente que pasa delante de nosotros solo esperando ver a Didi o a Clovis... y por imposible que sea a Dylan. Cambio rápidamente la dirección de mi ojeada hacia Brice quien bosteza mientras estira los brazos.

Sus venas más brillantes de lo que recuerdo surgen abultadas... Así no las tienen los fácrops normales como Ethan y Gäel. Me gustaría saber que es Brice y porque tiene una marca al igual que yo, una marca que no me deja tocar.

¿Debería nombrarle algo de Clovis y Didi? o ¿hacer como si no los conociese? No entiendo del todo por qué ellos actuaron de esa manera en el bosque cuando fui a correr con Brice, ¿realmente ellos pensaban que Brice estaba compinchado con mi madre? Según todos, las cosas han cambiado y al no saber absolutamente nada no consigo decidirme para pertenecer a un solo bando...

—¿Hay lisuos en la universidad o mi madre lo ha exterminado todo por mi santa seguridad?

—Lisuos no quedan... Y hablando de ellos, si aparecen Didi o Clovis ándate con cuidado.

—¿Cómo que no quedan lisuos? No me digas que los habéis...

—¿Habéis? —ironiza sacado de quicio—. April los fácrops no matamos lisuos.

Dimensión: Sangre doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora