Lo bonito sale caro

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-- ¿Todavía no me vas a decir el sitio donde vamos a comer? -- le pregunté a Angela cuando ya llevábamos cinco minutos andando. 

-- No, ya te dije que te iba a dejar con la intriga hasta que llegáramos al lugar. -- masculló ella.

Yo puse los ojos en blanco y seguidamente ella se río por mi reacción. 

Al llegar a la calle donde se suponía que estaba el lugar donde comeríamos, Angela me señalo desde lejos el local. Lo que vieron mis ojos fue un restaurante italiano. 

-- ¡Angela, sabes que me encanta la comida italiana! -- comenté sonriendo y casi gritando de la alegría. 

-- No quiero desilusionarte, pero no es ahí donde vamos a comer. Es en el de al lado. -- admitió mirándome con mala cara. 

Yo miré muy desilusionada a la izquierda del restaurante. Era un restaurante de comida rápida. Lo que me faltaba. De la desilusión crucé los brazos y devolviéndola la misma mala cara. 

-- ¿Te gusta jugar con mis sentimientos y luego comértelos con un perrito caliente? ¡Porque parece que lo estás haciendo justo ahora! -- cada palabra que iba diciendo iba subiendo el tono de voz. 

-- Carol, por favor, relájate. He guardado el restaurante italiano para otro momento. 

-- ¿En serio? Espero que no me estés mintiendo. Porque como sea así, yo jugaré con tus sentimientos. 

-- Estoy hablando en serio. ¿Podemos entrar ya o vas a seguir enfadada conmigo? 

-- Vamos a entrar. -- conteste después de soltar un suspiro muy fuerte.

Al entrar, me sorprendí de que el lugar estaba mejor decorado que por fuera. No juzgues un libro por su portada - pensé -. Había pasado muchas veces por esa calle y siempre pensaba que, para comer comida rápida, mejor me iba a otro lugar antes que a ese. Pero el local por dentro era totalmente diferente. Algunas paredes estaban pintadas de negro y otras de rojo. En las paredes de rojo había dibujos de comida rápida: pizza, perritos calientes, hamburguesas... Y en las paredes de negro estaban escritos los menús que podías pedir. Los asientos tenían el estilo como en algunas cafeterías de EE.UU. 

-- Has visto que dentro está mucho más guay que por fuera. -- habló al verme sorprendida. 

-- Si, te tendría que haber hecho caso desde el principio. -- exclamé. 

Ella me miro con cara de orgullosa. 

Nos sentamos en una mesa, donde los asientos eran mitad blanco y la otra mitad negro. En cada mesa los asientos eran de colores diferentes. 

Ese día no había mucha gente. Tampoco sabía si solía venir más gente, ya que, era la primera vez que estaba en ese restaurante. 

Me puse a mirar en el menú, había muchas cosas que podía pedir. Hasta cosas que no podía imaginar que vendieran en ese lugar. 

-- ¿Qué te vas a pedir? Yo creo que me voy a pedir mini pizzas. -- preguntó Angela mirando todavía al menú. 

-- Yo me pediré dos perritos calientes mixtos. -- respondí. 

Justo al decirlo, vino el camarero para atendernos. 

Al cabo de una hora después estábamos saliendo del restaurante. 

-- Dios, todo estaba muy bueno, pero he acabado llenísima. -- dije, tocándome la barriga. 

-- Menos mal que vamos a volver andando y así bajamos todo un poco. -- me contesta siendo una vez más optimista. 

A los diez minutos andando, llegamos a mi calle. Angela me acompaño hasta mi casa, ya que, le pillaba de paso para ir a la suya. 

-- Carol, se escucha ruido dentro de tu casa. -- señaló mientras que me miraba extrañamente. 

-- No es ruido, es metallica. -- le conteste. 

-- Para mí es lo mismo. --dijo ella al respecto. Yo rodé los ojos al escucharla decir eso. 

A ella nunca había gustado metallica, aunque la podía perdonar porque le gustaba Avril Lavigne.

-- ¡Que no es lo mismo! -- una moto me interrumpió pasando muy rápido cerca nuestra y sin ninguna intención de ir en silencio. -- ¿Ves? ¡Eso es ruido! -- enfurecida le expliqué lo que era el ruidoseñalando con la mano abierta hacia donde se había ido la moto. 

-- Da igual -- acabó diciendo. --, deberíamos volver a repetirlo. -- sugirió. 

Nos quedamos unos segundos calladas y mirándonos, pero al instante dio un paso hacia delante para darme un abrazo. 

El abrazo duró menos de lo que hubiera querido, así que, cuando ya me soltó la volví a traer hacia mí para seguir con el abrazo. 

Cuando se fue, yo me quede un minuto en la puerta mirando como se iba. Hasta que decidí entrar ya a casa. 

-- Holaaa. -- salude, pero por la música, mi padre no me escucho. Estaba en la cocina, así que, fui hacia el altavoz sin que se diera cuenta y bajé un poco el volumen para que me escuchara. 

Él al darse cuenta, fue rápido al salón y me vio allí. 

-- Uff, que susto. Pensaba que había sido un fantasma o algo paranormal. -- dijo ya sin la cara de asustado. 

-- Es que no me escuchaste entrar y me pareció buena idea asustarte. Parece que lo he conseguido. -- Con lo último se me salió una pequeña risa. 

-- No estaba asustado. -- me contesto bromeando. 

-- Si, sí. Una pregunta, papá, ¿cómo se llama la canción que estabas escuchando de metallica? La he escuchado varias veces, pero siempre se me olvida el nombre. 

-- Se llama One. -- Me contesto, siguiendo con lo que estaba haciendo. Aunque ahora, en lugar de estar en la cocina estaba en el salón. 

Como se veía ocupado, no le quise molestar y mi mirada fue al sofá, pensando si tumbarme allí un rato o no, pero pensé que iba a estar mejor en mi cama. Al subir y entrar en mi habitación, vi ahí tirado, en la cama, el libro. Sentí que era un buen momento para empezarlo. 

Cuando habían pasado ya veinte minutos me empecé a sentir mal. Muy mal. Tan mal que no me pude contener el salir corriendo al cuarto de baño para vomitar. No miento cuando digo que estuve más de quince minutos dentro del baño. Hasta hubo un momento que paso por la puerta del baño mi padre cuando subió al piso de arriba y me escucho vomitar 

-- Donde quiera que hayáis ido a comer me parece un lugar asqueroso. -- masculló mientras salíamos del cuarto de baño. 

-- Si hubieras visto el lugar, nunca hubieras adivinado que la comida te haría vomitar durante casi media hora. -- contesté

Me seguía encontrando mal, pero las ganas de vomitar ya se habían ido todas. 

"Por favor, dime que no soy la única que se encuentra mal hasta el punto de haber vomitado." le escribí a Angela. 

"No, no eres la única. Todas mis ganas de volver a ese restaurante se fueron por el retrete, junto con el vómito." comentó bromeando. 

-- Anótate no volver a ese lugar, Carol. -- me decía mi padre entrando a mi habitación con una botella de agua y una pastilla para que se me pasara el dolor. -- Ahora tomate esto y quédate en la cama, no quiero que hagas nada que tengas que esforzarte con estas condiciones. 

Yo le hice caso porque sí no le hacía caso me mataba y porque tenía razón, bastante mal me encontraba para ponerme hacer cualquier cosa fuera de la cama. 

Nota mental: No volver a ir, ni a mirar el local. Pensé para mí misma. 

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⏰ Última actualización: Sep 10, 2023 ⏰

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