El puton del barrio

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Capitulo único

-Su nombre es Hiro, no el puton del barrio. - corrigió Miguel a su primo Beto un domingo en la hora de la comida.

La familia Rivera se quedó callada mientras volteaba a verse asombrados, entre ellos la actual matriarca. Nadie sabía cómo, pero el angelito de la familia conocía el nombre del tipo de enfrente.

No tenía mucho tiempo que esa familia de tres se había mudado al frente de su casa. De hecho se decía que eran extranjeros, algo un poco obvio por el ligero acento gringo que tenían al pronunciar algunas palabras. De todos modos, la familia hubiera pasado desapercibida si no fuera por el miembro más joven de la familia. Un joven de no más de 25 años que, según la abuela de Marco (el mejor amigo de Miguel y autonombrado más grande rival) "tenía unas mañas muy raras".

Rápidamente todo el pueblo comenzó a hablar de ellos, o específicamente, de Hiro. Los vestidos que usaba el chico o incluso esos pantalones tan ajustados, siempre llevaba unos lindos lentes de sol con vidrio rosa y su bolso de mano. El meneo de sus caderas al caminar habían acaparado las miradas desde el primer día que fue a acompañar a su tía al mercado. Incluso Nando, que ya tenía novia, fue atrapado una vez por Teodora viendo embobado al chico.

Aún así, Miguel había dado el primer paso y se había presentado como Dios manda, ahí conoció a toda la familia: la señora Cass era la matriarca de la familia y tras la muerte de su esposo, un hombre muy adinerado, había decidido mudarse a este pueblo con sus sobrinos, Tadashi era el mayor de los hermanos y de hecho era un hombre muy amable y tranquilo. Por último se había presentado Hiro.

Su presentación estuvo llena de sonrisas y una que otra mirada traviesa. Tenía una piel blanca como la leche y unos ojos aún más obscuros que su cabello, un negro tan obscuro que parecía hipnotizante. Y con una pequeña corazonada, Miguel le ofreció ver el pueblo y su amistad.

Después de todo esto Miguel también se había visto envuelto en todo este chisme por vivir enfrente del chico. Era común verlos saludarse en las mañanas cuando Miguel iba a la universidad y el chico salía al trabajo. Miguel nunca le diría a nadie, ni siquiera a Marco que el irse en el camión con Hiro le parecía más importante que llegar a su examen de Artes escénicas.

Todos los días se subían al mismo camión y platicaba alegremente y de regreso era común verlos compartiendo alguna chuchería hacia sus casas. Sin saberlo, Miguel se había vuelto en el confidente de Hiro, absolutamente todo le era platicado al moreno y aunque esté no conociera de la empresa que le dejo su tío o de las cosas de robótica que emocionaban a Hiro, estaba encantado de escucharlo. El simple sonido de su voz era algo increíble para Miguel.

Y sobre su apodo...

Tal vez todo comenzó con el chico que entregaba la despensa.

Hiro había hablado algunas veces con el chico en el mercado cuando acompañaba a su tía o a Miguel por algún mandado y el chico había dado algunas señales insinuando le algo más. Por lo que a Hiro no le pareció mala idea invitarlo al motel a las afueras del pueblo y el chico lo siguió encantado. Los rumores de la mañana siguiente decían que Hiro había regresado en la madrugada arreglándose la ropa y además tenía una sonrisa en la cara y claro, la gente vio como el chico de la despensa era arrastrado por el "rarito" al pecaminoso lugar que se había puesto en la carretera, aunque el chico de la despensa nunca afirmó nada.

No era necesario de todos modos, pero a Miguel este chisme lo incómodo tanto y Hiro nunca lo afirmó, pero tampoco lo negó -La gente habla por hablar- dijo.

De eso le siguió el comisario. Lo había detenido una noche pensando que era una mujer "de la vida galante". Y nuevamente la sonrisa impecable de Hiro a la mañana siguiente no hacían más que aumentar los rumores, los cuales decían que el resto de la noche habían escuchado ruidos raros en la comisaría. Y por más indirectas (aprendidas de su tío en la zapatería para completar chismes) que dió Miguel, Hiro mantuvo su postura anterior.

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