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Esa noche era tranquila y relajada como todas, los planes que tenían de quedarse en casa eran casi siempre iguales: pedir pizza, comida china o sushi, comer juntos viendo una película o serie, luego estar abrazados bajo las mantas un buen rato, mientras le daba besos en la cabeza, frente y mejillas, mientras su esposo rozaba su nariz y la arrugaba como gatito, para después hacerlos reír a ambos y sellar el momento con un dulce beso, uno se acurrucaba entre los brazos del otro y recargaba su cabeza en su pecho, mientras aspiraba su aroma a frutas o flores silvestres y dejaba que el sueño le ganara en esa pacifica sensación o quizás, simplemente levantarse después de ir a la cama juntos cuando comenzaban a sentirse cansados.

Ya no tenían veinte años o menos de treinta y cinco, ellos ya tenían treinta y nueve cada uno, teniendo catorce años juntos y casados, viviendo una cautelosa y agradable vida, con alguno que otro altibajo pero nada lo suficientemente poderoso como para importunar en su paz marital y su relación perfecta, basada en el amor, respeto, confianza y apoyo.

Taeyong amaba a Jaehyun sobre todas las cosas, era un buen hombre desde el día que lo conoció, poseyendo un sinfín de virtudes maravillosas que lo hacían enamorarse cada día más, sin importar todos los años que llevaran juntos. En el caso de Jaehyun, adoraba con toda su alma a su esposo; él era el tesoro más valioso que poseía, una flor hermosa que cuidaba todos los días con esmero y calidez, su precioso gatito blanco que bajó de la luna para llenarlo de amor y una dicha exorbitante que muchas veces no podía contener en su pecho.

Se amaban, esa era toda la verdad.

Y por ende, no necesitaban ninguna otra cosa en sus vidas que tenerse uno al otro, ese amor tan inmenso que se profesaban y, aunque habían intentado en el pasado conseguir que Taeyong pudiera embarazarse, un estudio médico dictó que Jeong Jaehyun era un 90% estéril, y que eran las mismas exiguas posibilidades de poder embarazar a su esposo.

Era un deseo e ilusión de ambos tener un bebé, aquel pedacito de cielo y alegría que les llenara de más júbilo su corazón y luz a sus vidas, ese pequeño ser que llevara características de ambos físicas junto con las emocionales, pero cuando esos resultados llegaron a sus manos, Taeyong apretó la mano de su marido en el consultorio y sonrió cuando lo miró, porque aunque era un terrible noticia para Jaehyun, haciéndole sentir sumamente triste y también avergonzado, Taeyong lo amaba tanto, que el anhelo de un hijo no iba a acabar con eso.

Jaehyun llegó a sugerir que buscaran un donante, pero Taeyong deseaba un bebé de ambos o entonces de ninguno, por lo que acarició con cariño sus mejillas con hoyuelos y lo besó con dulzura, indicándole que no había nada en el mundo que él amara más que estar con él, así fueron sólo ellos dos. Su esposo casi llora conmovido, pero no era más que la verdad y saberse tan amado, le hacía sentir infinitamente feliz.

― N-no quisiera quitarte ese deseo u oportunidad, Taeyong...― dijo con voz quebrada y ojos brillosos, su esposo negó, volviendo a acunar su rostro, acercándose a él para que ambas narices se tocaran.

― Soy la persona más feliz y afortunada del mundo por tenerte en mi vida... ¿Crees que cambiría eso por un hijo? La respuesta es: no, Jaehyun. Claro que adoraría tener un pequeño trozo de ambos, pero no significa que necesite de eso para que mi vida esté completa, porque ya lo está.

― Oh, cariño...

― Bebé. ― y unieron sus labios en un beso delicado y cargado de mucho amor, mientras Jaehyun aún lloraba sobre su hombro.

De eso ya habían pasado diez años, su vida no había cambiado para mal, al contrario, ellos se querían con más intensidad cada año, incluso muchos dudaban de que fueran tan felices, porque era difícil que en época una pareja fuera tan unida y amorosa como ellos, prácticamente nunca discutiendo o teniendo problemas graves.

¿Estás...? ¿Qué? 𖦹 𝙅𝘼𝙀𝙔𝙊𝙉𝙂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora