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- Eso no será necesario, gracias – agradeció, cerrando la puerta. Suspirando, Anahí se dio vuelta y su corazón dio un vuelco al darse cuenta de que las luces se habían apagado y una sombra apareció en lo alto de la escalera de madera tallada.

- ¿Señor Herrera?

- Sí - resonó la voz profunda, llegando hasta ella.

- Hola soy...

- Anahí Puente , lo sé - interrumpió. - Casi treinta años, soltera, asistió a la universidad, creció en Charleston, ex Miss Carolina del Sur, Miss Jasper County, Miss Festival del Camarón.

Podría haber jurado que había un tono burlón en su voz.

- ¿Olvidé algo?

Bueno, entonces él era el misterioso recluso, pensó, mirando la sombra en las escaleras.

- Olvidé decir: ex empleado del Departamento de Estado, profesor en la escuela de la embajada y lingüista que habla italiano, farsi y galés con fluidez.

- ¿Pero sabes cocinar? -Preguntó, en impecable cocina.

- No estaría aquí si no lo supiera. - Se cruzó de brazos y observó la figura masculina, alta y fuerte, delineada por la luz proveniente de la lámpara, que solo le permitía ver su pantalón y zapatos negros. Tenía la mano apoyada en la barandilla y un anillo de oro brillaba a la luz. Qué manos grandes pensó Anahí , pero luego dijo: -¿Tengo un sitio web con toda mi información y no lo sé? - ¿Qué más sabrías sobre ella?

- Las telecomunicaciones son un recurso fascinante.

- Es verdad. Pero no es necesario que digas mi talla de sostén, ni siquiera cuando perdí mis pompones de animadora cuando estaba con Grady Benson.

- ¿Eso es todo lo que perdiste? - El tono serio pareció recorrer cada centímetro de la columna de Anahí , y la irritó profundamente.

- Mira en Internet – dijo, no gustándole nada saber lo informado que estaba sobre él. Y lo poco que sabía de él. No había tenido oportunidad de averiguar mucho. Sólo sabía que estaba recluido, después de un accidente que lo desfiguró, que se había divorciado y que, dentro de unos días, recibiría a una hija que nunca había visto antes. Era extraño, muy extraño, pensó mientras empezaba a recoger sus maletas.

- ¿Donde me quedaré?

- En el segundo piso.

Ella comenzó a caminar hacia las escaleras.

- Deja tus maletas y sígueme.

Anahí dejó caer sus bolsos, cargando su bolso y cartera mientras lo acompañaba. Caminó varios pasos adelante, permaneciendo siempre en la oscuridad. Su caminar era firme, elegante a la luz del pasillo, que provenía de pequeñas lámparas cerca del zócalo. Lo único que pude ver fue el contorno de sus hombros, en la inmaculada camisa blanca, muy anchos y fuertes. Se detuvo frente a una puerta y la abrió rápidamente.

"Aquí", dijo, y continuó caminando. Se detuvo fuera de la habitación.

- ¿Y la habitación de tu hija?

Dudó por una fracción de segundo.

- Al otro lado del pasillo. - Estaba casi en el segundo tramo de escaleras. - Te pediré que traigas tus maletas.

- Pensé que vivías sola.

- Y yo vivo. Tengo un cuidador, que vive en un chalet, en la parte trasera del terreno, y una criada, que viene los lunes.

- ¿No crees que necesitamos hablar de la llegada de tu hija? - gritó Anahí , que no paraba de caminar.

- Llegará en dos días. Encuéntrala en el ferry. - Subió cada escalón a un ritmo deliberadamente lento. Anahí se preguntó si sentiría dolor.

- ¿No vendrás conmigo?

- Por eso la contraté, señorita. Puente.

- Pero no puedes simplemente darme a tu hija sin...

Una puerta se cerró con fuerza en lo alto de las escaleras. Había regresado a su refugio en las sombras.

"Muy bien", dijo, acercándose a las escaleras y mirando hacia arriba. Lo único que podía ver era un pasillo y una gran puerta de madera pulida con tirador de bronce. ¿Cómo podía ser tan indiferente? Kelly era casi un bebé, sólo tenía cuatro años. ¿Y realmente estaba tan desfigurado? ¿O simplemente era vanidoso y no quería salir a la luz? A pesar de todo, era Kelly la que le preocupaba y, enderezando los hombros, subió las escaleras y llamó a la puerta.

la bella y bestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora