Capítulo 1

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Año 2011

Antonella.

Sabía que no debía de venir hoy a la escuela, está lloviendo y pude haberme quedado en casa jugando con mis hermanos, es lo que pienso mientras observo la lluvia caer en la entrada de la escuela, donde varios padres se bajan de sus coches a recoger a sus hijos, no es de extrañar que mis papás aún no vengan por mí, más bien es lo habitual, posiblemente tendré que esperar a que la lluvia seda e irme sola caminando a casa, mis profesores suelen mirarme con lástima, hoy no es la excepción, ninguno se ha ofrecido jamás a llevarme a casa o ayudarme, se alagan a sí mismos todos los días en sus largos y monótonos discursos sobre lo importantes que son, tanto así como unos segundos padres, puras mentiras, cuando los he necesitado se hacen de la vista gorda, nunca le han prestado atención a los moretones en mi cuerpo o que no comiera nada durante el almuerzo, le temen a papá o simplemente pasan de problemas. Cuando estoy por resignarme a pasar mínimo unas horas esperando, mi hermano Antuan atraviesa la puerta.

Mi día recupera todo su color, mis brazos adquieren vida propia y los zarandeo de un lado a otro. Suele ser serio, pero hoy su semblante es aún peor que de costumbre, corta cualquier emoción que sentí al verlo.

—Anto vamos a casa—mi hermano agarra mi mochila desgastada y vieja, no me dice nada más, solo camina, parece uno de esos zombis de su serie favorita.

Anto es como me solían llamar mis abuelos maternos cuando aún vivían, hace un tiempo que nadie me llamaba así, aparte de Abraham, mi hermano pequeño al que yo enseñe, con Antuan es diferente, me resulta bastante extraño, la última vez que me llamo así fue para hablarme sobre la muerte de mis abuelos. Antuan suele ser distante y a su bola, los problemas en casa y la diferencia de edad no ayudaron a una buena relación, en cambio, mi hermano pequeño acude a mí cuando siente miedo, en sus cortos cuatro años ha logrado distinguir cuando se avecinan problemas.

—Hoy me enseñaron muchas cosas, también tuvimos mucho tiempo libre, la maestra dijo que soy muy inteligente y aprendo rápido, tengo posibilidades de llegar a ser alguien grande en la vida y...

—Para—mi hermano me interrumpe.

Siempre me escucha hablar por horas, las conversaciones siempre fluían solo de mi lado, él se mantenía callado, a diferencia de hoy nunca me interrumpía.

Me congelo, se para frente a mí y me mira muy fijo.

—Antonella, escúchame muy bien, vamos a llegar a casa, Lucia y Jonás te presentaran a unos amigos, tú vas a quedarte callada, no dirás ni una sola palabra, a la media noche esperaras por mí, asegúrate de estar bien abrigada, sé cuidadosa nadie puede verte.

No entiendo, a donde vamos tan tarde en la noche.

—¿A dónde vamos?

—Vas a hacer lo que yo te digo—toma mi mano y acelera el paso.

—Hermano no entiendo.

—Repite lo que tienes que hacer—suena tan desesperado y enfadado a la vez.

—No diré nada, esperaré despierta hasta que vengas por mí.

Mi hermano corto cualquier vía de comunicación durante el camino restante, solo cuando estuvimos frente a la puerta de casa apretó mi mano, fue rápido, aun así lo suficientemente seguro.

Jonás mi papá abre la puerta de golpe.

—¿Por qué tardaron tanto?—me agarra por el brazo y tira de mí alejándome de mi hermano. Su agarre me lanza al sofá, mamá no me saluda, solo mira desde la cocina.

Nuestra casa es muy pequeña, todo está unido a excepción del cuarto de baño con una pared que cada año parece que se nos caerá encima. Vivimos en un barrio muy peligroso, por las deudas de juego de papá debemos mucho dinero a gente muy peligrosa, vivir con el corazón en la boca siempre ha sido nuestro día a día desde que tengo un poco de conciencia.

—Antonella, tu vida está a punto de cambiar—papá grita abriendo los brazos—has tenido un golpe de suerte y te espera un futuro prometedor donde podrás ayudarnos y sacarnos de esta pobreza, eres nuestra gallinita de los huevos de oro.

Miro a mamá sin entender nada.

Cuando estoy por preguntar tocan la puerta y antes de que mamá pueda llegar a abrirla, dos señores entran como si fuera su casa. Abraham se despierta y comienza a llorar desorientado en su cuna de cartón inventada por Antuan y por mí cuando supimos que venía en camino.

—Cállalo o lo callo yo—amenaza un señor gordo y muy desagradable mirando a mi hermanito con desprecio—Vine a cobrar mi deuda y no tengo tiempo para tonterías, así que vamos al grano.

—A jugar a la calle todos—dice mamá—Antonella llévate a tu hermano.

Corro a por él, lo tomo en brazos y cuando estoy a punto de salir el gordo me toma por el brazo.

—Mañana vendrás conmigo angelito.

Un escalofrío me recorre y el terror se apodera de mí, no entiendo a que se refiere, me paralizo solo de imaginarme irme con estos señores a quien sabe donde. El otro señor, aunque es muy delgado, se ve igual de desagradable, nota mi miedo, lejos de preocuparse, adorna su rostro con una sonrisa. Mi hermano agarra mi brazo y me saca a la calle.

—Hermano, yo no quiero ir con esos hombres a ningún lado—pienso en como definir lo que siento—me dan miedo.

—No te irás con ellos si me escuchas Antonella, hoy a las doce harás lo que te dije, vas a huir de nuestra familia, vas a irte lejos y nunca regresar, no mirarás atrás y te olvidarás de nosotros.

—Yo no quiero hacer eso. ¿Cómo voy a irme sola?

Solo de pensarlo me atemoriza, quiero que esto sea una pesadilla.

—Jonás perdió la poca dignidad que le quedaba en la casa de juegos, al no tener como pagar las deudas que ha juntado durante años te ha vendido—sus ojos acumulan lágrimas de rabia y dolor, lo que me confirman que esto no es un juego, mi hermano nunca ha llorado, ni cuando papá le pega palizas, ni cuando mamá casi muere por tomar muchas pastillas.

—¿Qué? ¿Qué significa eso?—digo aterrada.

—Que si no huyes tendrás que irte con esos señores—mi cuerpo tiembla y no lo puedo controlar—te ayudaré a salir del barrio, pero Antonella, el camino siguiente será tuyo, debes sobrevivir, busca una familia que te adopte, no dejes que la policía te encuentre o te traerán de vuelta.

—Vámonos juntos, hermano—digo con desesperación.

—No puedo, no podemos escapar tres niños, sería muy difícil que alguien nos ayude, Abraham es muy pequeño, ¿y si no sobrevive? No cargaré con esa culpa, cuando sea su decisión que huya como lo harás tú.

—Esta no es mi decisión—no sé cómo logro pronunciar esas palabras, los sollozos son todo lo que se escucha.

—Hay personas más desafortunadas que otras—besa mi cabeza, fue su manera de decirme adiós.

Esa noche mi hermano me ayudo a salir del barrio, tuve que emprender mi camino sola en la oscuridad de las calles. Podemos imaginar lo que es el miedo, en ocasiones llegar a sentirlo, creía que de tanto experimentarlo un día dejaría de doler, esa noche comprobé lo equivocada que estaba, cuando tu cuerpo se paraliza y cada terminación nerviosa parece como si fuera a estallar, rezarás cada día por nunca volver a experimentar nada parecido.

Las palabras de mi hermano me marcaron y se quedarán mucho tiempo en mi cabeza, después de todo no pudieron ser más acertadas, soy una persona desafortunada desde que nací.

El aleteo de una MARIPOSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora