Capítulo 35

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Ryand Jones

Cuando decidí hacer esto, cuando decidí perseguirla y encontrarla donde quiera que estuviera, estudié detalladamente cada variable. No había posibilidad de que escapara de mí, no había manera de que pudiera hacerlo. Esta vez no iba a pasar, no de nuevo.

Pero al llegar aquí y encontrarla con esos cinco chicos, supe que sería más difícil de lo que creí, porque ellos le daban seguridad, la hacían más fuerte. Eran como una batería extra para ella. Busqué por todas partes, investigué quiénes eran, de dónde venían, si tenían puntos débiles, familia. Busqué cualquier información que pudiera servirme, pero no encontré nada. Era como si no existieran.

Pero eso no iba a detenerme. Esto no era solo otra cosa, esto no era solo un estúpido plan. Esto era una venganza, una venganza hacia ella. Y era lo suficientemente complejo y retorcido como para dejarlo de lado, solo porque unos estúpidos cinco chicos intervinieran. Así que decidí que no me importaría quién saliera lastimado o a quién hiciera daño. Esos solo serían daños colaterales causados por ella, por su culpa.

Aunque no iba a rendirme por la presencia de estos cinco, debía ser más cuidadoso. Por eso supe que debía estar más cerca, porque así cuando la bomba explotara, nadie, ni siquiera ella, se lo esperaría. Por eso me colé en su vecindario, entré en su casa, coloqué micrófonos. No había algo que ella pudiera hacer sin que me diera cuenta. Estaba acorralada, no había salida, no había escapatoria...

Ella no podía huir.

No iba a salvarse.

No importaba cuánto luchara o se esforzara, esto solo terminaría de una forma: con ella bajo tierra. Así fue como comencé a trabajar minuciosamente, cuidando cada detalle, siendo precavido y cuidadoso, arreglando el terreno para cuando todo pasara. Fueron todos y cada uno de esos acontecimientos los que nos trajeron hasta aquí, hasta este parque, bajo la noche y el cielo lluvioso, estando frente a frente, sin máscaras, sin protección, sin nadie más. Solos... ella y yo.

No había escapatoria.

Y ella lo supo cuando me vio. Pero a pesar de creerlo, de creer que estaba perdida, fue inteligente, persuasiva y trató de resistirse. Luchamos y estuve a punto de llevármela dos veces en la misma noche. En la primera, llegó ese inepto chico de mirada azulada y sonrisas torcidas, ese con aire escalofriante. Pero a veces, los sentimientos son una distracción. Aunque pudieron irse así, sin más, no encontraron mejor momento para besarse que ahí, a mi lado. Yo no estaba inconsciente, estaba en el suelo, siendo inteligente, buscando una manera.

Y la encontré. Le clavé la navaja en el abdomen. Él cayó al suelo y Stella me vio, aterrada. Con pasos agigantados me acerqué a ella, con la navaja en la mano y una sonrisa de suficiencia en los labios. Sangre goteaba por mi cuello por el golpe que me dieron en la cabeza, pero no me importaba, no me detenía.

La tomé por el brazo y ella me dejó hacerlo con facilidad, sin poner objeción. La arrastré y se ensució completamente con el barro, pero no me importaba. Stella miraba a todas partes, pero ahora no había nadie que pudiera ayudarla.

—Ay, ay, ay —la escuché quejarse mientras caía al suelo, colocando las manos en sus tobillos y luego estirándolas a sus costados. Yo la miré con el ceño fruncido, no muy convencido, pero me incliné para levantarla...

Y ahí cometí un error.

Perder de vista sus manos y no saber qué hacía con ellas, porque cuando menos lo esperé me tiró barro en los ojos, dejándome a ciegas. Intenté rascarme los ojos cuando sentí la patada en mi pecho, tan fuerte que caí a unos cuantos centímetros de ella. Me froté desesperadamente los ojos. La noté tratar de levantarse, pero no la dejé, sino que la sorprendí con un puñetazo en la cara.

La Chica Que Se Enamora De Personajes LiterariosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora