Pasar doce horas en una celda oscura y lúgubre puede resultar una experiencia realmente tortuosa para cualquier persona. El hecho de perder la libertad y encontrarse confinado en un espacio tan limitado puede ser abrumador. Sin embargo, para Tom, es...
¿Cómo podría un corazón como el tuyo, amar un corazón como el mío? ¿Cómo podía vivir antes? ¿Como pude haber sido tan ciego? Tú abriste mis ojos. Mantén la esperanza, tu amor es todo lo que conozco.
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Los golpes resonaron con fuerza en la sólida puerta de madera de mi habitación, interrumpiendo de manera abrupta mi sueño profundo. Mis párpados se abrieron de golpe, y mi mirada se dirigió rápidamente hacia el costado. Bill yacía allí, con los ojitos cerrados y su cabello rebelde desparramado sobre la almohada. Las sábanas, ligeramente revueltas, lo envolvían de pies a cabeza.
Permanecí observándolo durante unos instantes, cautivado por su belleza mientras dormía. Recién despertaba y aún mis sentidos no estaban al cien por ciento. Sin embargo, la voz urgente de mi madre resonó desde el otro lado de la puerta, rompiendo el silencio.
—¡Tom! Hay alguien que quiero que conozcas, por favor baja ya, hijo. —suspiró Simone con impaciencia en su tono. — es algo importante, por favor...
Asentí somnoliento, dejando escapar un bostezo antes de responder.
— Ya bajaré, mamá. Solo dame unos minutos...
Pasé mis manos por mi cabello revuelto en un intento de aplacar el susto que aún se aferraba a mi ser tras aquellos golpes resonantes en la puerta. Acerqué mis dedos a la mejilla de Bill con ternura y me incliné para depositar suavemente besos en sus labios adormilados.
— Bill... despierta. — susurré dulcemente mientras mis labios continuaban trazando un sendero húmedo por su rostro, pero Bill no despertaba, y un pequeño ronquido escapó de sus labios. — Bill, eres como un hada del sueño... despierta, despierta, despierta.
Sacudí ligeramente su cuerpo.
— Cinco minutos más, papá. — Bill hablo dormido,cubriendose el rostro con las sábanas y escondiéndose del sol que entraba por la ventana.
Antes de volver a moverlo,lo miré detenidamente unos segundos. ¿Acaso podría despertarme y verlo dormido entre mis sábanas todos los días? No me molestaría, era cómo estar dentro del cielo.
— Bill, Billy, despierta, soy Tom, Tomi, no soy tu papá, pero puedes llamarme papi si quieres. — Le quité las sábanas, subiendome sobre él y apoyando ambas manos en su pecho. — ¡Despierta!
Bill me empujó suavemente tocándose los ojos. Era como un niño pequeño despertando. Odiaba que lo despierten, era evidente. Mi cuerpo cayó a su lado en la cama, bostecé levantándome.
— ¡Estoy despierto! —exclamó.
— Vamos.. mamá seguro me presente a su novio y no tengo muchos ánimos de verlo. ¿Bajas conmigo?
