CAPÍTULO 9

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DESDE LA OSCURIDAD

Decidí apartarme unos metros del jaleo central y justo cuando retrocedí unos pasos hacia atrás sin mirar, tropecé con algo. Conseguí mantener el equilibrio, eché una mirada para localizar unas raíces gigantes de árbol. Y no pude evitar reírme cuando me percaté de la presencia de Kilian, atado con robustas raíces a un enorme roble. El árbol era demasiado gigante para ser natural, y como en los últimos minutos Enzo había estado conmigo, mis cálculos concluyeron que era obra de su hermana Claire.

Las hojas emitían un brillo tan cegador que apenas pude fijarme con detenimiento en el traje de Kilian cuando sus ojos tropezaron con los míos. Inmediatamente, desvié la mirada y tuve el instinto de marcharme hasta que su voz captó mi atención.

- ¿Te diviertes?

- ¡Oh, sí! Sin duda. – exclamé sarcásticamente, dejando claro mi diversión acerca de su situación.

No es que empatizara mucho con Claire, pero esa obra maestra era digna de admirar.

- Claire se merece mis respetos. – mencioné.

Unos de los guardias reales se me acercaron para ofrecerme una copa de vino. Pensé en rechazarla, pero no pude evitar cogerla con cuidado. Bebí un sorbo cuando clavé una sonrisa divertida en mis labios, a lo que Kilian me imitó. Él podría estar perfectamente furioso, eufórico, lleno de cólera... Sin embargo, por algún extraño motivo, disfrutaba de la escena y eso me fastidió bastante.

Sus ojos grisáceos parecían tornarse a un color oscuro. Además, en los últimos meses no se había preocupado mucho por su aspecto físico, porque el cabello le había crecido y los mechones de su pelo cubrían su mirada.

- Realmente no ha sido idea suya. Kaede empezó la broma y entre una cosa y otra... Todos pensaron que la fiesta sería más animada con un traidor arrestado.

La diversión se convirtió en nerviosismo. Con tan solo minutos, Kilian había conseguido que mi estancia cerca de él fuera la más incómoda posible.

- Eres perfectamente capaz para liberarte.

- Sí. Pero si lo hago, nadie me corrobora que no vaya a matarlos ahora mismo. Así que prefiero calmarme un poco en mi árbol de pensar.

- Estás enfermo. – le escupí.

Sea lo que fuera mi bebida, desde luego no era algo flojo. Comencé a sentir un gran subidón, toda la energía acaparó mi espacio, pero mis pies seguían plantados en dirección a Kilian.

Su sonrisa maliciosa se alineó de lado a lado en su boca. Su cabeza siempre descendía cuando sonreía, y me odié en el instante en que noté ese detalle porque me recordó al pasado. Entre los mechones de su cabello, divisé esos ojos brillantes rodeados por una oscuridad que me retaban.

Luego, en la fracción de segundo en la que cerré los ojos para borrar su sonrisa de mi visión, había desaparecido. Las ramas estaban caídas sobre el césped sin ninguna rotura o desperfecto. No le había costado ni dos segundos en deshacerse de la magia de otros semidioses, supuestos iguales a él. Aunque todos sabíamos que la magia de Kilian era muy superior a la de cualquier semidios.

Me sobresalté al sentir su presencia justo detrás de mí. Su calmada respiración aterrizó en mis descubiertos hombros. Intenté mantener la compostura lo máximo posible, pero entre la copa medio vacía y su cuerpo tan próximo al mío, me era difícil hasta respirar. Boqueé en busca de aire, cuando su voz ronca acaparó mi oído derecho.

- Tienes miedo.

- No te tengo miedo.

¿A quién quería engañar? Era la mentira menos convincente.

Eclipse de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora