ADAM
Cierro la puerta y alcanzo a Luna, que ya se encuentra revisando el librero con suma atención, pasando el dedo por los lomos de mis libros.
—¿Lees?
—Mujer... Que me estás ofendiendo, eh.
—Me refiero a que si lees por entretenimiento —responde irritada.
—No me paso todo el día con un libro en la mano, pero si, supongo que un poco.
Toma un libro y me lo muestra, "Así hablaba Zaratustra".
—¿Nietzsche? —pregunta incrédula.
Y aunque me ofende un poco su manera de decir las cosas, como si fuera un jodido retrasado o algo parecido, me limito a encogerme de hombros.
—¿Te gusta? —le pregunto.
—Si. Tuve una época que leía mucho de él.
—¿Ya no?
—Ahora me enfoco en otro tipo de lecturas.
—¿Cómo cuáles?
Ella ignora por completo mi pregunta para sacar otro libro pequeño, color turquesa y de pasta sencilla.
—¿"Muchas vidas, muchos maestros"? No puedes ser aficionado a Nietzsche y al mismo tiempo creer en la existencia de vidas pasadas —señala con escepticismo.
—Mírame hacerlo —respondo divertido.
—¿En serio crees en eso?
—No estoy seguro de en qué creer, Luna. Creo que cada teoría tiene una pequeña posibilidad de ser verdadera, y esta en particular, mi madre insiste en que lo es.
—Suena a que tu madre es una apasionada.
Sonrío, pues era cierto. Nadie más que mi madre podía ser tan cursi y empalagosa, aunque mi padre a veces le hacía competencia.
—Lo es. Tanto ella como mi padre son un par de melosos lloricas. Si te gustan, puedes quedártelos —digo señalando el tomo en sus manos.
Coloca el libro en su lugar frunciendo los labios.
—Gracias, pero no. Prefiero la crudeza.
—Y dar patinazos.
—Solo a los culogordos.
Reviento una carcajada que incluso me hace encorvarme para tomar aliento, veo que ella también suelta una risa que rápidamente oculta, como si fuera un pecado que alguien la viera divertirse.
—Eso en lugar de ofenderme, me halaga. ¿Crees que mi trasero es prominente?
Ella pone los ojos en blanco de manera exagerada.
—Por favor —se queja.
—Aunque hubiera preferido que lo vieras en otras circunstancias —digo con una pizca de picardía—, tuve que enfrentarme con la inepta que me vendió la casa. Debería haber dejado claro que el polarizado de las ventanas solo funciona durante el día.
—¡Vaya daño psicológico que me habría ahorrado! —dice con ironía.
—Apuesto a que por eso regresaste —añado con malicia.
Su expresión se vuelve seria y un tanto molesta.
—Si vuelves a hablar con ese ridículo tono de conquistador barato, saldré por esa puerta y no volveré a visitarte.
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Las fases de Luna
ChickLitLuna reside en un entorno oscuro y violento, custodiada por un monstruo que oculta tras los muros de su casa, y del que sólo puede librarse por las madrugadas, cuando sale encubierto a deslizarse en patines por las calles del barrio. Una de sus noch...