«Todavía siento vergüenza de mí».
La frase ha quedado en mi mente como si se tratara de una grabadora. Quisiera ayudarlo, mostrarle lo bello que es, todo lo que ha logrado en este tiempo a nivel profesional incluso.
La gente habla de su inteligencia, de los contratos que ha logrado para Ander, de su amabilidad, de su genuina belleza.
¿Por qué mierda no puede verlo? ¿Por qué continúa aferrado al recuerdo de su pierna? ¿Por qué se lamenta por un pasado que no regresará?
Hemos tenido esta charla tantas veces que he perdido la cuenta y, la verdad, es que me molesta profundamente ser incapaz de ayudarlo, de mostrarle todo lo que tiene para dar al mundo y para mí.
Es en estos momentos que me pregunto ¿cuántas veces lo lastimaron para que se considere una completa basura? ¿Cuántas heridas lleva por dentro que incluso con todo mi amor es imposible llegar a él?
De vez en cuando, me observa, cree que estoy enojado, pero ¿cómo podría?
Lo besé un par de veces más en el asiento trasero de la camioneta, sostuve el pene entre mis manos y las deslicé por él. Gocé la humedad, sus besos mezclados con amor y tristeza. Te amo tanto, Carlos. Dudo que alguna vez llegues a imaginar lo que significas para mí.
Eres bello, dulce, agradable ¡Y te niegas a verlo!
Se vino dando un gritito y estoy duro de solo recordar sus gestos. Saqué un pañuelo, limpié mi mano y a él y lo ayudé a subirse el pantalón. Luego de eso, salí de la camioneta igual que él y subimos en la parte delantera. No hubo más conversaciones después de eso.
En este momento, vamos en silencio y aunque no me parece incómodo, no estoy disfrutando como deseo. No es lo que busco en él. Quiero que se sienta pleno a mi lado. Feliz de esta relación, de su familia y trabajo. Anhelo que se aleje de las inseguridades. No obstante, entiendo que eso no sucederá de la noche a la mañana, pero, aun así, estos pasos hacia atrás me quitan un poco la ilusión.
Llegamos a casa y bajo del vehículo. Carlos se queda en la camioneta un minuto más. Doy pasos al interior de la casa, y al no ver que me sigue, me giro hacia él.
«¿Y ahora?»
Doy un suspiro profundo, regreso sobre mis pasos y abro la puerta de su lado. Carlos me dirige una mirada tímida y triste.
—Lamento arruinar el momento, Gaby. Lamento...
—Ya...
¡Odio que se sienta mal por tonterías! Lo tomo entre mis brazos y lo ayudo a bajar. Carlos me abraza, deja besos sensuales en mi mandíbula y se pone de puntitas de pie.
—Hace frío, hermoso, vamos adentro.—Y en un arrebato que haría a toda la nieve derretirse, me lleva hacia él con violencia, enredando sus piernas a mis caderas—. Charly.
Su boca se apodera de la mía en un beso tan cruento. Me muerde y gimo por el dolor. Abro mi boca y su lengua entra como un cohete lanzado al espacio, conquistando galaxias. Definitivamente esta no es la versión delicada y sumisa de hace minutos. Este hombre quiere más de mí y claro que se lo voy a dar.
Lo empujo contra el vehículo, nos friccionamos. Su pene está tan despierto como el mío. Lo sujeto del rostro y sus ojos se ven en los míos.
—No deseo sentirme así, Gaby. Quiero ser libre.
—Deja que te ayude y lo logremos juntos.—Volvemos a unir nuestros labios, nos saboreamos descubriendo incluso gustos distintos en nuestra piel—. Vamos a la cama.
Musito contra su cuello y él gime, su verga late de anticipación. Estoy dispuesto a volverlo loco, hacer que su mente jamás tenga presente a un hombre diferente a mí. Desconozco el modo en cómo logramos subir las escaleras hasta el cuarto, pero contra todo pronóstico, y haciendo una muestra de flexibilidad, lo hacemos.
Nos desnudamos con salvajismo, arrancándonos nuestra ropa. Nos molesta, nos quema. Y, de pronto, estoy desnudo frente a él una vez más, y quiero hacérselo con la misma intensidad que la primera vez.
—Te amo.—Sus orbes tienen ese toque que va de la seducción a lo angelical.
Lo beso por enésima vez y me alejo en busca de la bolsa de regalo. La última adquisición que yo mismo he comprado en la tienda de lencería para la preciosura que tengo en mi cama cada noche.
—Ponte esto.—Charly niega en un gesto pícaro—¿Quieres que te lo ponga yo?
Se muerde el labio inferior y sé que la respuesta es sí. Saco la prenda transparente de la bolsa, es lo que comúnmente llaman babydoll y es perfecto. De color negro para que resalte su piel de porcelana, con breteles y bordes de color níveo, del mismo modo que las medias que hacen juego.
También hay una tanga, pero, en este momento, no me interesa cubrir ninguna parte de ese cuerpo entregado a mí en el cual planeo hundirme sin parar.
Levanta los brazos y le coloco la prenda por la cabeza, la gasa resbala por su esbelta figura, se sienta en la cama y levanta sus piernas. Es ahí cuando me acerco a la orilla, arrodillándome, y acomodo las sensuales medias.
—Sube a la cama, camina sobre ella.
Carlos frunce el ceño y sonríe. No tiene idea de lo que mi mente planea hacer, sin embargo, se rinde a mis deseos, a mis locuras. Le gusta descubrir junto a mí cosas nuevas, pese al miedo.
Sus pies se hunden en el cómodo colchón. Camina sobre él, y yo, me pongo de pie y lo observo. Grabo cada detalle en mi memoria, y me da más ideas para concretar en ese cuerpo esbelto y tonificado.
Carlos es pequeño en cuanto a altura, pero tiene demasiados atributos que me excitan de sobre manera.
El babydoll llega hasta la mitad de sus turgentes nalgas y mil fantasías empiezan a sobrevolar el cuarto.
—Creo que me queda bien, ¿no te parece?
Su sonrisa cálida aparece una vez más y me siento pleno, feliz de tenerlo en mis brazos. Agradezco cada cosa y cada momento que me pasa con él.
—Sí, enano—digo con la pasión repicando—, pero eso tú ya lo sabías.
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Mi pasión rusa (Relatos de pasión de la trilogía obsesiones) +18
RomanceEn esta obra encontrarás relatos contados desde la mirada de sus protagonistas. Hombres posesivos y protectores de lo que aman. Hombres con miedos y obstáculos, no obstante, listos para la batalla. Disfrútalos, después de todo, son los rusos más ard...