4 Iván 💖🔥

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Nunca he sido muy creyente, pero cada vez que observo a mi esposo, creo un poco más en Dios. Y le estoy muy agradecido.

El bastardo ha comenzado a prepararse, y me observa a través del espejo con seducción. Es un desafío, me alienta a que vaya por él y lo folle sin contemplaciones.

Es una tarea difícil pensar en algo más cuando se trata del Doctor Ferrari. Fue así desde el primer segundo en que entró a mi vida como un tornado, arrasando con cada vestigio de mi vieja existencia.

Soy Iván Zhukov, sin embargo, esta versión menos acartonada e igual de primitiva me gusta más, sobre todo, cuando se trata de meter en mi cama a este rubio con mirada de ángel y cuerpo de demonio.

Dejo la bolsa con los accesorios que he comprado en el piso de la suite, y sin quitar mis ojos grises de él, comienzo a desnudarme.

—Destructor.

Menciona mi apodo, y el bastardo gime al notarme así de caliente y dispuesto. Siempre se trata de lo mismo. Tiramos de la soga y vemos hasta donde se tensa, cuánto resiste y, finalmente, dónde se rompe. Esa es la mejor parte, cuando la tensión se estira a tal punto que ya no queda ninguna barrera. Somos él y yo, y un deseo descarnado.

Las prendas se deslizan por mi cuerpo y caen al piso. Una vez más estoy desnudo frente a este hombre que sigue dándome un espectáculo caliente.

—¿Me extrañaste amor?—pregunto mientras doy pasos hacia él.

Alejandro cierra los ojos y gime antes de pronunciar simples y fogosas palabras.

—Mucho, tuve que empezar sin ti. Tenía mucho, mucho calor.

—Más que calor, una calentura impresionante, diría yo.—Sonríe, y yo también lo hago. Su mano se mueve rápido, es el momento.

Camino de nuevo hacia el bolso, y después me acerco a él. Sujeto su mano, le quito el dildo y lo arrojo hacia el piso.

—Tengo cosas mejores para ti, amor.—Alejandro se gira hacia mí, la bata cae al suelo.

Mierda, me molesta tanto cuando lleva ropa, aunque sea solo una prenda. Lo quiero desnudo todo el tiempo.

—¿Qué me compraste?—Alejandro enreda sus brazos en mi cuello, y me dedico a unir sus labios con los míos.

Nos besamos, chupamos, mordemos por incontables minutos. Nuestras bocas están hinchadas del maltrato que ambos nos damos. Acaricio su cuerpo magro, con escaso vello, níveo. Mis manos lo recorren una y otra vez. Nunca me canso de ello.

Presiono su cuerpo contra el mío, nuestras erecciones chocan en nuestros estómagos, estamos muy excitados de saber lo que vendrá. Lo siento como la primera vez que lo tuve entre mis brazos. Ya no hay corsé de encaje y raso, pero la seducción es la misma.

Lo suelto un segundo y busco en el bolso, saco un collar de cuero que tiene una cadena de metal colgando.

—Interesante.—Alejandro besa mi mandíbula firme. Arrastra sus dientes y su lengua.

Vuelvo a buscar en el bolso y esta vez saco un sombrero de cowboy. Alejandro lanza una risa floja.

—¿Qué?—indago con seducción—. Siempre quise saber lo que era montar a un caballo salvaje.

Y, para completar la fantasía termino por sacar una rienda, para ajustarlo a mí. Alejandro se muerdo el labio inferior, ese que voy a disfrutar en unos minutos más a pleno cuando juegue con mi boca.

—¿Cómo se te ocurrió esto?

—Encontramos una tienda muy loca por casualidad—explico—. Y de pronto, todo esto apareció para iluminar mi mente.

Mientras le hablo coloco el collar en su cuello, estiro la fina cadena de metal. Doy un tirón y traigo a mi esposo a mí para devorarle la boca. Alejandro se vuelve tan dócil en mis manos, creo que eso es lo que me enloquece.

—Un vaquero ruso, quién lo diría—afirma burlón, acariciando mis pectorales de hierro.—Ahora, muéstrame cómo montas.

Lo sostengo de la cintura desnuda y ajusto el cintillo similar a una rienda. Pongo el sombrero en mi cabeza, a esta altura, es lo único que llevo. Estamos desnudos y con muchas ganas de saciar nuestros deseos.

Sujeto a Alejandro y doy pasos a la cama, cuando de pronto, la alfombra me parece suave y mullida. Tiro del collar, trayéndole hacia mí y dejo un lametón en sus labios.

—Aquí, amor, de rodillas.

Ale obedece, sumiso, apegado al papel que hoy le toca interpretar. Apenas sus rodillas tocan el suelo me voy encima de él, haciendo que se ponga en cuatro.

Abre las piernas y arquea su espalda, levanta su trasero. Mierda, esto le gusta incluso más que a mí. Lo sé por la forma en que él mismo se toca el pene y juega con sus sensibles pezones.

Me coloco detrás de él y tiro del cintillo, como si fuera una rienda. Sus nalgas chocan con mi pene y, agarrando el collar de su cuello, me posiciono empujando con fuerza. Ingreso de una sola estocada, fácil y rápido. Mi divino esposo ha dejado el terreno más que preparado.

Su cabeza va hacia atrás cuando ajusto más el collar y lanza un fuerte gemido. Estoy en su interior y comienzo a moverme con ferocidad, como si de verdad estuviera montando un caballo salvaje. Esto, a la mayoría le parecería una ridiculez, sin embargo, a mí y a mi esposo nos excita muchísimo.

Me ruega moviendo sus caderas, acoplándose al vaivén rudo. Y es así como ambos saltamos con cada embiste. Lo tomo del cabello, simulando sus riendas, lo inmovilizo y embisto con fuerza, sacándole chillidos de placer.

Sé cuanto le gusta jugar conmigo, conozco sus fantasías. La forma en que se entrega a las mías. Es mi pareja ideal, sin importar lo que vivimos o sufrimos en el pasado. Hoy, le doy placer por cada herida que le provoqué y eso me reconforta.

Su adorable voz llena cada espacio de la habitación, sé que cada persona que pase cerca de la puerta lo escuchará. Podrían sacarnos del hotel incluso, pero no me importa. No en este momento en que este hombre me oprime en su interior. Lo arrojo sobre el piso y lo hago girar. Su espalda queda sobre la alfombra.

—¿Qué sucede vaquero?

—Me encanta montarte, pero necesito verte.

Ale sonríe ante mi declaración, mi cuerpo en su totalidad cae en su delgada estructura, aplastándolo sin contemplaciones. Entro de nuevo en su cuerpo, recorro con mi lengua su cuello, su pecho y así por varios minutos. Sus piernas están enganchadas a mi cintura, empujo sin descanso y lo hago venir en medio de un escandaloso grito que debe haber alterado a todo Paris. Aprieta mi culo con sus delicadas manos y logra que mis embistes se profundicen, lo que me lleva a alcanzar el orgasmo un minuto después de él.

—Eres un vaquero bastante débil—pronuncia con su voz saciada por el orgasmo de hace unos segundos.

Sus manos se desplazan por mi espalda y continúo sobre él, descargándome por completo en su interior.

—¿Sí? ¿Tú lo puedes hacer mejor?

Ale ríe y cruza una pierna sobre la mía, hace que cambiemos de posición. Ahora, él se encuentra sobre mí. Me quita el sombrero y se lo coloca. La verdad es que luce ardiente con él.

—Déjame mostrarte cómo lo hace un verdadero jinete.



Hola mis amores!! ¿Cómo están? Espero estén disfrutando esta entrega!!! Se vienen algunos relatitos más así que espero estén listxs! Besotes! Paz 🌼🌈😍

Mi pasión rusa (Relatos de pasión de la trilogía obsesiones) +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora