Toco mi colgante para tranquilizarme un poco, estoy a punto de subir al escenario, donde está lleno de jueces hambrientos de la desesperación de algún pianista al cual romperle sus sueños.
— A continuación Marianne Olmer interpretará el OP. 64, No. 1 de F. Chopin.— Terminando de hablar, el presentador respiré profundamente y me dejé ver al público.
Mientras me acerco al gran piano de cola, de color negro, que se ubica en el centro del escenario; este está completamente oscuro, a excepción del piano, el cual está siendo iluminado por un foco de luz, mientras a mí me sigue otro foco en cada uno de mis pasos. El público me recibe con un cálido aplauso. Miro de reojo a los jueces, los cuales están sentados en frente de todo el público, estos están bajo una luz tenue, pero lo suficientemente fuerte para ver sus caras de orgullo y arrogancia.
Nada de esto es nuevo, ya he subido a tantos escenarios y lo que más se repite es la forma de ser del jurado, por lo tanto, no pueden intimidarme.
Termino de caminar hasta el piano y con elegancia me siento sobre la banqueta que hace juego con el piano, por alguna razón, un olor a petricor invade mis fosas nasales; intento disimular y buscar rápidamente el origen de ese olor, es entonces que me encuentro con una mirada fuerte y penetrante, la cual me hace sentir un escalofrío que recorre todo mi cuerpo.
A lo lejos logro ver unos ojos dorados que me hacen entrar en un trance, mientras me observan atentamente, me arriesgo a decir que me observa más atentamente que los jurados, pero por alguna razón esos ojos se me hacen conocidos, como si los hubiera visto antes, hace poco tiempo.
Siento como la piedra de mi colgante me toca el pecho, ayudándome a salir del trance, a la vez que los aplausos comienzan a cesar, dando lugar a que comience la obra.
Mis dedos se desplazan ágilmente por las teclas, mientras yo me adentro a la música, me hace tan feliz tocar el piano y disfruto cada movimiento al interpretar una obra, que, siquiera, me doy cuenta de que ya acabé de tocar, aun con mucha adrenalina en mi cuerpo, saco las manos de las teclas y aterrizo mi mente de nuevo al escenario, el cual se inunda de aplausos eufóricos del púbico.
Tratando de tranquilizarme me levanto de la banqueta y hago una reverencia despidiéndome, seguidamente de esto me retiro del escenario con una sonrisa resplandeciente en mi rostro.
— Sabía que lo harías tan hermoso como siempre.— se acerca diciendo mi padre, con los ojos iluminados de orgullo y me da un abrazo muy cálido.
— Tenemos que salir a festejar— Chilla mi hermana casi explotando de felicidad.
— Aún no han dado los resultados— les aviso tratando de calmar su emoción.— No sabemos si ganaré este concurso.
— Ganes o no, estuviste espectacular y eso tenemos que festejar.— Anuncia Christopher mi padre adoptivo, a pesar de eso siempre es muy cálido y hace cuestión de festejar cada logro de nuestra familia.— No cualquiera sube a un escenario e interpreta tan hermosamente una melodía como tú.
Sabiendo que no iban a cambiar de idea sobre festejar, no voy a seguir protestando sobre el tema, asiento a mi padre, dándole la razón sobre lo que acaba de decir y me preparo para salir.
— Entonces en marcha.— Dice Melody, mi hermana hija biológica de Christopher, mientras comienza su marcha.
Siento como tengo ganas de ir al baño, entonces les indico que sigan sin mí.— Vayan adelantándose, yo tengo unos asuntos en el baño y dudo que los pueda postergar.— Ellos asienten y emprenden la marcha hacia el carro.
Aunque realmente no son mi familia biológica, siento que tenemos un vínculo más fuerte que la sangre, siempre me hacen sentir parte de ellos y muy amada, les estaré agradecida eternamente.
Luego de ir al baño, me dispongo a buscar a mi familia que me está esperando en el carro, me pregunto donde iremos a cenar; inmersa en mis pensamientos, no me doy cuenta de que hay alguien detrás de mí hasta que esta persona me agarra del brazo.
Me giro de par en par, descubriendo que quien me sostiene es ese hombre, dueño de la mirada tan incómoda que capté en el escenario, es un hombre joven de quizás unos 25 años, de tez morena, tiene un rostro notablemente atractivo y con ojos hipnotizantes de color dorado. Entrecierro mis ojos colocando una cara seria, demostrando que no me gusta que me esté agarrando.
— Que se te ofrece.— Le hablo firme, pero en un movimiento ágil, este hombre me arrincona contra la pared, mirándome fijamente a los ojos.
— Mía.— Gruñe en mi oído, nuevamente siento un escalofrío recorrer todo mi cuerpo, haciéndome perder el control sobre este, ningún músculo me responde, es como la primera vez que me tuve que presentar en público, mi cuerpo está totalmente paralizado.
Entonces el hombre comienza a bajar con su boca desde mi oído hasta mi cuello, dejando un camino de besos húmedos, seguido de lamidas, las cuales mi cuerpo parece aceptar y desear, mientras que mi corazón late fuerte, hasta parece que se quiere salir de mi pecho. Como si me prendiera fuego, comienzo a sentir mucho calor, entonces suena mi celular, escucho el tono de llamada que suena cuando me marca mi hermana, que ella misma hizo, donde con una voz muy chistosa empieza a cantar: —Tu hermosa hermana te llama y te llama, si no atiendes te pisa una llama.
Gracias a ese tono tan peculiar que me hizo, consigo volver a la realidad, empujando al hombre logrando zafar de él. Atiendo la llamada mientras me decido por salir corriendo de ese lugar.
Sé que ese hombre me observa, ya que su mirada está clavada en mi nuca, así como también sé que me sigue, porque comienzo escuchar pasos que vienen hacia mí.
— ¡Alfa!— Escucho la vos de otro hombre que proviene de detrás de nosotros, sea quien sea, hizo que ese desquiciado se detenga, ayudándome a librarme de él totalmente.
— Mar, ¿Está todo bien ahí? Escucho como si corrieras.— Por un momento olvidé que atendí la llamada.
— Eh, sí, ya estoy llegando, estoy corriendo para no hacerlos esperar más.— Mentí para no hacerlos preocuparse, además, ya no me siento en peligro.
Al llegar al carro me siento en la parte de atrás, junto a mi hermana, la cara de bienvenida al verme llegar, hace que cualquier preocupación sobre lo que pasó, desaparezca y ya con los cinturones puestos nos ponemos en marcha.
Miro por el retrovisor para verificar que mi maquillaje esté bien para no ir desarreglada al restaurante y entonces me doy cuenta de que un auto nos está siguiendo, lo sé porque está el hombre de los ojos dorados conduciendo...
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Melodía para el Alfa
Hombres LoboMarianne Olmer, tiene 18 años recién cumplidos y para su corta vida, ya es una prestigiosa pianista, ganadora de varios concursos musicales y reconocida mundialmente. No conoce a sus padres biológicos y lo único que tiene de ellos es un colgante con...