Anhelado David

18 3 2
                                    

Te conocí David un día cualquiera cuando antes del trabajo fui a tomarme un café en la misma cafetería que visitaba siempre, nunca te noté porque gracias a mi apretada agenda sólo le prestaba atención a las manecillas del reloj, y sabes tú bien que esta no es la típica historia de amor en la que ese día me doy cuenta de lo hermoso de tus ojos, ese día cualquiera me hablaste primero y me hiciste reír a pesar de lo agobiada que estaba, aún recuerdo cada una de las cosas que me dijiste:

—Aquí tienes tu café con leche

—Muchas gracias —contesté observando el reloj colocado en mis manos

—¿Agenda apretada? —preguntaste

—Pues sí, y justo en treinta minutos tengo una reunión y llego al trabajo en diez y si hay trafico en quince o veinte así que me quedarían aproximadamente de veinte a diez minutos para ensayar antes de la reunión —respondí a su pregunta usando como respuesta el cálculo que llevaba un buen rato haciendo

—Wao, si que eres calculadora ¿que tal si me sacas la cuenta de los pedidos? —trataste de hacer un mal chiste y yo me quedé observándote con cara de: ¿de que habla este idiota? —digo... em... como eres calculadora —seguía sin verle la gracia a tu chiste hasta que suspiraste y te colocaste a mi lado en el mostrador de la cafetería —a veces me agobio por las muchas cosas que tengo que hacer, y cuando estoy tan alterado que ni siquiera puedo pensar con claridad me recuesto en algún lugar donde pueda ver el cielo y pierdo la noción del tiempo y así logro centrar mis pensamientos—dijiste de la nada mirando un punto fijo

—Si ya, pero yo no puedo perder tiempo mirando el cielo, ni hablando con desconocidos, así que... si me disculpas, tengo algo importante que hacer

Me marché en ese instantes y justo cuando crucé la puerta me volví hacia ti me estabas observando y al darte cuenta de que te había pillado botaste todo el café que llevabas a una mesa, y me reí, me reí mucho de lo torpe que fuiste y se me olvidó eso de los minutos y el ensayo antes de la reunión. Noté que tu sonrisa se elevó al verme reír y fue una de las más bonitas sensaciones, luego de ese instante que cambió mi vida te saludé con la mano y me retiré.

Después iba a la cafetería con la excusa de verte y mirar como tirabas al suelo las bandejas cuando mis ojos se clavaban en los tuyos, me hablabas muy nervioso y tu voz se cortaba, aún así siempre me pareció que la forma en la que hablabas era la más tierna que había escuchado jamás.

No tardamos en comenzar a salir. Oh dios ¿cómo olvidar el día en que me dijiste que me amabas? Tenías todo planeado para decirlo cuando llegáramos a la orilla del mar pero no pudo contenerte y lo soltaste en el camino, en ese justo instante te besé y me di cuenta de que mi vida junto a ti estaría plagada de pasión y deseo porque en ese beso tu tímides y torpeza desaparecieron  por completo. Fue maravilloso regalarte mi primer beso anhelado David.

Poco a poco me enseñaste a disfrutar del cielo, de los ratos de risas, y sobre todo de el color de tus pupilas. Me enseñaste a vivir y no solo existir, a amar con locura sin dejar nada por entregar, me enseñaste a besar con el alma y no con los labios y lamento no haberte dicho nunca cuanto te agradezco que tiraras ese café aquel veintitrés de marzo, porque en ese momento supe que quería vivir con tus torpezas todos los años en los que pudiese respirar. Pero siempre sentí que yo no podía enseñarte nada, y me marché para encontrarme y ayudarte a encontrar algo maravilloso en tu vida como tú hiciste conmigo.

David mío, hoy nos volvimos a encontrar, en otro lugar, después de cinco años, y no sé como llamarle a esto, porque amor no es suficiente, verte y que mis ojos sigan teniendo el mismo poder sobre ti, ver como se cae al suelo ese libro que estas leyendo, ese que yo escribí.

Perdón por lo que haré ahora, por acercarme así, por tomarte de la mano y decirte que te extrañaba, que ya sé quien soy y ahora puedo darte la mejor versión de mí, tú, mi David me ayudaste a construirme pero no podía dejar que amaras a alguien que no se amaba ella misma. Ahora si que estoy lista para colocarme ese anillo de compromiso que rechacé aquella noche, ese que llevas colgando de una cadena en tu cuello.

Perdón David, perdón por besarte en este momento, y gracias por hacerme sentir como en el primer beso, gracias por revelarme que solo estuviste esperándome todos estos años en lo que tú te reconstruias a ti mismo, gracias por dejarme ver que hice lo correcto y que estamos listos para amarnos como no podíamos en aquel entonces, porque yo seguía amarrada a mi reloj y a mi falta de amor propio, porque tú me amabas pero no te conocías lo suficiente como para conocerme a mí, pero ahora sé que quiero vivir contigo sin calcular los minutos, sé que me amo, y puedo notar que tú has llegado a conocer de ti más que tu nombre.

Un día cualquiera te conocí David mío, un día cualquiera decidí marcharme, y hoy, un día como todos los demás volví para agarrar tu mano y decirte que sí, que sí quiero vivir con tus torpezas todos los años que nos queden de vida.




Emociones (En curso) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora