- ¡Que rule, que rule! - chilló Sarah, cogiendo una de las botellas de Wiskey que traía Jay- ¡Ueeee! Jay, eresh mi ídoloh, tío... Tush fiestash shon la hoshtia, eh, la osht.. ¡Hip!
-Anda, nenah, dame esho que eshtash que te caesh... - le dije mientras me tambaleaba intentando agarrar la botella de sus manos. - ¿Vesh, nenah? Ashí meeejor... - Me tragué el contenido de la botella de un trago.
-¡Ala, ala! ¡Mala beshtia! Compharte argo, cabrron - dijo Jay
La fiesta apenas había comenzado y ya estabamos casi todos como cubas. La música resonaba a todo volumen por cada rincón de la casa. Había botellas de todo tipo de bebidas alcoholicas en lugares inimaginables y gente liándose por todas partes.
- ¡EMBUDOOOOOOS! - Gritó alguien derrepente y una parte notable de la gente se acercó hacia la cocina a ver el espectáculo.
- Yo quieroh prrrimeroh - Dijo Zack, uno del equipo de fútbol. - ¡Hecha shin miedoh, Jay!
Zack apenas aguantó media botella. Y después de eso, la gente se empezó a animar. Una pelirroja de tercero, un rubio de primero de bachiller, un chaval de mi clase...
- ¡Hey eshperrad! - Dijo Jay derrepente, haciendo que la gente se callara, y miró hacia donde yo me encontraba - Le toca a nueshtro querido capitááán... El tíoh másh sheshy de tooooda Minneshotah... ¡BLAAAAKE!
La gente comenzó a aplaudir y a hacerme coros, mientras Jay hacía gestos con la mano para que fuese y cogiese el embudo. Ya era muy tarde como para hecharse atrás, además ¿Qué tenía que perder? El record había sído tres cuartos de botella... Sería una tontería.
Tambaleandome un poco por el camino, conseguí llegar hasta mi amigo, que me dió el verde embudo torpemente y abrió una botella nuevita de Vodka.
- ¿Estash prreparado? - Dijo con un aire de emocionado.
- Cuando quierash, tíoh
Comenzó a verter el transparente líquido, que en tragos muy seguidos fuí enguyendo. La gente gritaba al unisono "¡Traga! ¡Ttaga! ¡Traga!" y yo obedecía sin rechistar. Cuando ya había llegado a lo que mi parecer era media botella, compenzé a sentir pinchazos en la parte lateral de la cabeza, y mis tragos se hicieron más lentos. Esperé un poco antes de seguir, y cuando me hube acostumbrado a la sensación continué con el juego.
El dolor de cabeza se intensificó y, trás unos segundos de dolor, desapareció. En su lugar, ahora todo en mi mente parecía ir más lento, parecía que los colores se mezclaban y los pensamientos se obstruían unos a otros. Los claros chillidos de la multitud me parecían ahora susurros indescifrables, que poco a poco se desvanecieron, dejando lugar en mis oídos al fuerte pálpito de mi agitado corazón. La vista se me nubló y sentí como el subidon de antes desaparecía por completo. Noté mi cuerpo colisionar contra el frío suelo.
Lo último que recuerdo de aquello es unas manos sacudiendo mi cuerpo y que dejé de escuchar los latidos de mi más vital organo.
ESTÁS LEYENDO
En punto muerto
Teen FictionBlake Coleman es un estadounidense de 17 años, de Princeton, New Jersey. Este joven tenía todo a su alcance: chicas, fiestas, dinero y amigos. Todo para Blake iba sobre ruedas, pero un pequeño desliz en una de las locas fiestas en casa de su mejor a...