Parte 7

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Jungkook

Llevo más de media hora observándolo dormir. Tiene los antebrazos cruzados delante de su pecho y una de sus manos descansa debajo de su barbilla, enmarcando aquella boca deliciosamente tentadora fruncida en un puchero. Su cabello, una maraña de hebras claras, apunta en diferentes direcciones, haciéndolo lucir ridículamente tierno.

Sé que, cuando despierte y observe su reflejo, se volverá loco intentando volver a formar el pulcro flequillo que luce de forma continua. Jimin intentó usar un peinado diferente, pero decidió que no renunciaría a unos cuantos minutos de sueño con tal de lucir el cabello levantado hacia un costado.

Sonrío para mis adentros recordando la mañana en que lanzó el spray fijador al bote de basura, maldiciendo el momento en que decidió probar un nuevo estilo. Se veía tan frustrado que no pude evitar reírme en su cara, lo que pareció provocarlo más y aquello debió solucionarse con una rápida sesión de sexo intenso.

Muy sacrificado de mi parte, por supuesto.

Supongo que es difícil imaginar que el hombre apasionado con el que hago todo tipo de cosas sucias es la misma persona que duerme como un niño luciendo las tiernas expresiones de un rostro angelical. Pero es parte de la dualidad de Jimin y yo, soy el tipo más afortunado del mundo, porque él me permite disfrutar de todas sus facetas.

Estoy embelesado, observando el contraste de sus pestañas oscuras sobre la piel pálida de sus mejillas, cuando lo escucho suspirar en sueños. El movimiento hace que abra la boca y su respiración se deslice suavemente sobre sus labios separados, captando mi atención de manera inevitable.

Mi mano se mueve por iniciativa propia y me encuentro a mí mismo acariciándolos con mi dedo pulgar. De un extremo a otro, luego trazo los contornos de su labio superior y, vuelvo a detenerme, con el dedo extendido, en el centro de su labio inferior, allí donde su boca es más abultada. El lugar que me gusta morder cuando lo beso.

Los labios de Jimin están laxos en el sueño y se mueven lánguidamente a medida que los barro con mis caricias. Estoy tan ensimismado con la visión frente a mis ojos que no reparo en retirar mi mano hasta que mi pulgar comienza a humedecerse con su saliva.

De repente, siento la garganta seca y necesito tragar con fuerza antes de girarme en la cama para quedar de frente, observado el techo de nuestra habitación e intentando ignorar la mortificante erección que me he buscado por mi cuenta.

Tomo un par de respiraciones profundas intentando relajarme sin éxito, por lo que decido que es mejor levantarme e ir a preparar algo porque estoy seguro de que mi novio despertará famélico.

Comienzo a incorporarme lentamente en la cama, procurando no despertarlo, mientras hago a un lado el edredón liviano con el que dormimos para contrarrestar el frío del aire acondicionado. Siento vergüenza de mí mismo cuando me destapo completamente y el bulto en mis calzoncillos me deja en evidencia.

Apenas he puesto un pie fuera de la cama cuando, para mi sorpresa, una mano sobre mi muñeca me detiene en el lugar.

- ¿A dónde piensas ir con mi desayuno? -dice Jimin, mirando divertido primero mis ojos y luego mis partes bajas.

- Dios, perdón. Iba a prepararte algo de comer -le contesto. La mortificación provoca que mi voz salga extraña, lo que me hace sentir aún más avergonzado.

Jimin me lanza una sonrisa perezosa antes de soltarme e incorporarse para reptar por mi cuerpo, hasta quedar a horcajadas sobre mis caderas, deslizando mi ropa interior en su camino. No puedo evitar jadear de necesidad cuando se acomoda de modo que mi verga, ahora expuesta, descansa sobre el valle de sus nalgas. No sé en qué momento de la noche se deshizo de su ropa de cama pero, he de aceptar, estoy gratamente sorprendido.

Donde no llega la luz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora