El otro lado de la moneda.

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Capítulo 3:

Durante mi vida, fui una poderosa sacerdotisa, que incluso protegía la perla de Shikon. En algún momento, también fui el amor principal de Inuyasha, el medio demonio. Sin embargo, después de mi muerte, una bruja llamada Urasue logró resucitarme usando una mezcla de hierbas, cenizas, arcilla y un fragmento del alma de Kagome, mi reencarnación. Después de varios encontronazos con mi antiguo amor, me sentía perdida en este mundo. No podía recurrir a mi hermana Kaede, ya que la había tratado muy mal en el pasado, tampoco tenía intención de ver a Inuyasha y, simplemente, no tenía a nadie más.

Incluso estando en vida, jamás fui capaz de comprender las emociones humanas. Toda mi vida fui "La Gran Sacerdotisa Kikyo" y, debido a todas las expectativas y responsabilidades, jamás me permití ser una joven normal. Después de pasar por la muerte y ser resucitada, las únicas emociones que podía sentir eran la ira, el rencor y entre otros sentimientos negativos.

Actualmente, seguía mi propio camino con el único objetivo de vengarme de Naraku por todas las desgracias que causó y sigue causando. Debido a esto, inevitablemente mi camino se cruzaba con el del pequeño grupito de Inuyasha.
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La soledad y la frustración se acumulaban dentro de mí, a pesar de mi expresión neutra. Por eso, un día decidí liberar todas esas emociones de una forma en la que no lastimaría a nadie: bailando.

El viento soplaba suavemente, acariciando mi largo cabello oscuro mientras bailaba al borde del acantilado. Cerré los ojos y me dejé llevar por la melodía del viento y el suave murmullo del río que fluía debajo de mí. Sin embargo, mi paz se vio interrumpida cuando sentí una presencia cercana, ajena a mí.

Abrí los ojos y me encontré con la sorprendida mirada de Kagome, mi reencarnación. Su presencia me confundió, no esperaba que nadie me encontrara en este lugar solitario. Aunque, en el fondo, una pequeña parte de mí quizás deseaba ser encontrada.

-Kagome... -susurré su nombre apenas audible, para que mi reencarnación no escuchará.

Ella me miraba con intriga y curiosidad, sus ojos marrones destellaban dudas y preguntas sin respuesta.

-¡No es como si quisiera estar aquí! Tus serpientes roba almas me obligaron a venir. -respondió Kagome, en defensa ante mi acusación de ser una acosadora.

Levanté una ceja ante sus palabras. ¿Cómo podría haber sucedido eso si ni yo misma lo planeaba? Es decir, no había dado la orden de que mis serpientes la buscaran... qué extraño.

La vi disponerse a irse, yo no iba a decir ni hacer nada, pero mi cuerpo de barro se movió solo. Estiré un brazo y murmuré.

-Espera. -Kagome se detuvo en seco.

Observé al suelo, pensando en lo que acababa de decir. ¿Realmente quería que Kagome se quedará? No lo sabía. Levanté el rostro, viéndola fijamente.

Ella bajó la cabeza, como si quisiera evitar mi mirada. Finalmente, levantó la mirada decidida.

-Si solo vas a guardar silencio, me iré. -afirmó con irritación.

Pero a pesar de sus palabras hostiles, parecía que realmente quería entender, al igual que yo, qué había detrás de mi misterioso baile bajo la luz de la luna.

Mis pensamientos se volvieron caóticos mientras intentaba encontrar una respuesta adecuada para ella. ¿Qué podía decirle? ¿Cómo explicarle mis verdaderos motivos?

Nos quedamos en silencio por un momento, tratando de descifrar el enigma del otro.

Después de lograr que Kagome me siguiera, mientras le aplicaba medicina en sus heridas y manteníamos una especie de conversación.

Baila conmigo. [KagKik]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora