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Había una vez un ángel que se dedicaba a bajar todas las noches al mundo de los mortales, dispuesto a mirarles sin importar qué

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Había una vez un ángel que se dedicaba a bajar todas las noches al mundo de los mortales, dispuesto a mirarles sin importar qué. Aquel ángel hermoso y curioso portaba el cabello gloriosamente claro, que hacía de su perfecto rostro algo extremadamente cautivador sí se tomaban en cuenta sus profundos ojos azules; tan puros. Su nombre era Félix. Él, caucásico y esbelto, amaba la música, los bailes y las celebraciones que se realizaban allí. Anhelando en cierto modo, el poder formar parte de ello; ya que aquellas actividades mundanas se encontraban completamente prohibidas en el paraíso.


Con el transcurrir de los días, el rubio se sentía aún más ansioso por experimentar aquello en carne propia. Los suspiros escapaban sin previo aviso al sentimiento de pérdida que se adueñaba de él. Y Félix, al no poder ocultar sus grandes y blanquecinas alas, sólo se permitía observarles desde la oscuridad del bosque que le resguardaba.


Y de esta manera, sólo esperaba pacientemente a que la música se pusiera en marcha para danzar solitariamente en medio del gélido bosque y los inamovibles árboles. Un día, aquel chico de nariz pequeña y labios abultados, fue descubierto por un demonio que también visitaba la tierra en busca de un poco de diversión efímera, pero este no era un simple demonio, era un príncipe. Un diablo llamado Christopher.

Aquel diablo disfrutaba silenciosamente verlo bailar tan solitario, mientras cerraba los ojos y se dejaba llevar por la música del lugar que ambos invadían. Se le hacía alguien divertido y muy hermoso.


El joven de ojos negros y fríos, como cualquier otro demonio, era increíble con el arte del engaño. Así que podía simplemente adquirir la forma que él quisiese, y cada noche se convertía en un simple animal y se acercaba sin que el ángel lo notase.

Pero un día simplemente se cansó de vivir entre sombras, y se reveló ante el resplandeciente rubio, quien con ojos asombrados y brazos tremúlos le había regresado el saludo.


—Mi nombre es Christopher.— le dijo, mientras sonreía con una inocencia que no poseía.—¿Cuál es tu nombre?.


El delgado chico le había mirado cohibido, y le había respondido bajo con un "Soy Félix", que dejó al pelinegro algo atontado, ya que consideró que la belleza de aquel ser era agobiante. Tan perfecto, digno de ser un ángel.

Esa noche, el más bajo de ambos, le confesó que le observaba desde hace tiempo.

-¿Qué es lo que buscas aquí?— le había preguntado el pelinegro.


Y el rubio sólo se había avergonzado, conociendo lo mal que se había portado. Seguro que aquel chico ya conocía las leyes que el ángel rompió, ya que descender y tener contacto con los humanos se consideraba una falta completa al estricto sistema que tenían.


No como los demonios, que podían hacer y deshacer a su gusto.


El ángel tímidamente le respondió;—Me gusta lo que hacen, pero, no puedo participar. Así que sólo los observo desde aquí.


El Ángel que bailó con el Diablo ~Chanlix~.             |ADAPTACION|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora