Imaginemos por última vez...
Abre la puerta lentamente y me quedo deslumbrada por la decoración, no podía confundirse con que era la casa de un hombre, las paredes tenían colores fríos y un cuadro grande lo completaba todo.
Pega su cuerpo detrás de mí y sus manos bajan a mis muslos hasta llegar al dobladillo del buzo y quitármelo. Lo tira a un lado y me da una vuelta.
— Perfecta — Susurra —.
«Y esta es una de las cosas que un adolescente hormonal no diría»
Me sujeta de la cintura elevándome hacía arriba y cierro mis piernas en su cintura. Camina por la escalera y cierro los ojos. Su perfume varonil me llegaba a la nariz y sentía perder la cabeza. Me presiona con una pared llevando sus labios a mi cuello.
«Podría venirme en menos de un minuto. Contrólate.»
— Jamás lo he hecho con una de tu edad — Susurra — Pero debes acostumbrarte a mi modo.
— Sí, por favor — Imploró —.
— Te haré ver como lo hacemos los hombres — Muerde con suavidad mi clavícula —.
Masajea mis pechos por encima de mi blusa. Presionándolos en sus manos y llevándolos de arriba a abajo. Y finalmente me besa.
Un beso con desesperación. Un beso caliente. Un beso posesivo. Con la punta de su lengua me obliga a abrir los labios y muerde mi labio inferior. Nuestras lenguas se encuentran. Acaricio su cabello, suave como el algodón. Pero él no es lo que quiere, o no es como lo suelo hacer yo. Prefiere ser duro porque clava la yema de sus dedos en mis piernas. Se aleja unos segundos para respirar y volver a encontrarnos.
— Dios — Gime —. Me fascinas.
«Y a mí más.No hables y disfruta del momento»
Tira los tirantes de mi blusa hacía abajo, quedando en mi cintura y mis pechos quedan expuestos a él. Levanta mis piernas un poco más arriba y su lengua traza círculos alrededor de mi pezón. Joder, esto era el infierno. Con su otra mano se ocupa de seguir masajeando. Empujó su cabeza a mi pecho y lo siento sonreír. Se detiene y me mira.
— ¿Estas bien? — Sonríe —.
— Excelente — Le plantó un beso en el hombro —.
— Yo también.
Me recuesta en la cama con cuidado y de un tirón mi pollera junto a mis bragas quedan fuera de juego.
— Aún sigues vestido — Intentó quitar su camisa pero no me lo permite —. Auch, quería hacerlo. — Lanza una carcajada. Se arrastra hacía atrás y desabotona su camisa.
Hazme ser una pecadora y llévate lejos mi dolor. Te confesaré mis fantasías y te haré sentir especial. Una damisela en apuros ardiendo por el calor de tus manos.
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