𝐂𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 𝟐

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Feyre

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Feyre


El sol se había puesto para cuando salí del bosque.

Las rodillas nos temblaban.

Teníamos las manos completamente entumecidas, heladas alrededor de las patas de la cierva.

Ni
siquiera el cuerpo muerto podía aislarnos de ese frío cada vez más profundo.

El mundo estaba bañado en tonos de azul oscuro, interrumpidos solo por ejes de
luz de color amarillo que escapaban de las ventanas cerradas de nuestra choza medio
derruida.

Era como caminar a través de una pintura viviente, un momento fugaz de
quietud mientras los azules cambiaban deprisa hacia una oscuridad más sólida.

Seguí andando trabajosamente por el sendero, nuestros pies empujados por el hambre
que teníamos, al borde del desmayo, y por último oímos la algarabía de las voces de nuestras
hermanas que acudían a recibirnos.

No necesitábamos entender las palabras para saber
que con toda probabilidad estaban charlando sobre algún joven o sobre las cintas que
habían visto en la aldea cuando deberían haber estado partiendo leña, pero de todos
modos sonreímos un poquito.

Golpeamos las botas contra el marco de piedra de la puerta para sacarme la nieve.

Cayeron algunos pedazos de hielo desde las piedras grises de la choza, y por debajo
aparecieron las marcas medio borradas que estaban talladas en el umbral.

Una vez, nuestro
padre había convencido a un charlatán ambulante para que aceptara tallar unos
dibujos contra el mal que eran capaces de infligirnos los inmortales a cambio de una de sus esculturas de madera.

Era tan poco lo que mi padre había podido hacer por
nosotros que nosotros no habíamos tenido corazón para decirle que esas inscripciones eran
inútiles... y, sin duda, falsas.

Los mortales no tenían magia, no poseían ni un pequeño
fragmento de la fuerza superior, de la velocidad de los inmortales o los altos fae.

El
hombre, que decía tener sangre de alto fae en las venas, sangre de sus antepasados, se
había limitado a tallar rulos y remolinos y runas alrededor de la puerta y las ventanas,
había musitado unas palabras sin sentido y se había ido en zigzag hacia el sendero.

Abrimos la puerta de golpe. El picaporte congelado de hierro nos mordió la piel como
una víbora.

El calor y la luz nos cegaron cuando nos deslizamos hacia el interior.

𝐀 𝐂𝐨𝐮𝐫𝐭 𝐎𝐟 𝐀𝐧𝐠𝐞𝐥𝐬 𝐀𝐧𝐝 𝐃𝐞𝐦𝐨𝐧𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora