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Habían pasado apenas unas cuantas horas desde que aquel pato los había, prácticamente, condenado a permanecer en esa isla debido a su error

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Habían pasado apenas unas cuantas horas desde que aquel pato los había, prácticamente, condenado a permanecer en esa isla debido a su error. Por ende, la mayoría de habitantes habían decidido rondar por allí, hablar con los extranjeros o simplemente quemar el tiempo.

Sin pensarlo Roier automáticamente había decidido emprender camino con uno de sus mejores amigos; Mariana, quien estaba animadamente intentando socializar con los angloparlantes, mientras todos reían a pesar de no entenderse mucho.

La mayor parte de los ahora habitantes de aquella isla charlaban entre ellos animadamente, algunos aprovechando sus dotes bilingües y otros, aprovechaban la escasez de conocimiento sobre el español de los demás para insultarlos en este idioma, entre ellos el único argentino de la isla; Spreen, quien disfrutaba de ofender de mil y un maneras a los de su lengua opuesta, ya fuese con palabras complicadas o hablando rápido. Sin embargo cuando todos empezaron a agruparse para instalarse el híbrido de oso quedó solo, cosa que no le importó mucho por lo que tan sólo emprendió su camino con calma, admirando sus alrededores.

Esta situación llamó la atención del arácnido, si bien sabía que el pelinegro era el tipo de persona que prefería trabajar solo, sentía cierta curiosidad sobre él, no era la primera vez que estaban en un mismo lugar, se habían encontrado numerosas veces en distintos pueblos y en una que otra competencia, incluso se habían aliado en varias ocasiones, se podría decir que eran amigos.

Normalmente se quedaría con su habitual círculo amistoso, sin embargo cuándo volteó a ver a su amigo de lentes este parecía estar hablando animadamente con un chico slime.

Quizás pasar el tiempo con alguien relativamente nuevo sería buena opción y al ver que su única preocupación que era dejar a su amigo solo había sido calmada, optó por seguir al oso, no sin antes despedirse, avisándole que después se reunirían y que le escribiera por el comunicador ante cualquier emergencia.

Sin más corrió detrás del otro híbrido con su carismática sonrisa.

— ¡Spreeen! —gritó su nombre alargando la última vocal hasta que estuvo a su lado, abrazándole por el hombro.

El oso había percibido su presencia por los rápidos pasos que se acercaban a él, sabía que ningún desconocido se le acercaría de esa manera debido a su reputación, por lo que mantuvo la calma, tan sólo sobresaltandodose cuando sintió el brazo del castaño sobre sus hombros, apartándose al instante.

Detestaba el contacto físico.

— Que onda capo. — saludó con calma al contrario, completamente opuesto a la personalidad efusiva de su ahora acompañante, disminuyendo un poco su paso para que ambos andaran al mismo ritmo. — ¿Que hacés vos acá? creí que andabas con El Mariana y los gringos.

El castaño rió, negando con su cabeza, algo feliz de no haber recibido la común indiferencia por parte del azabache.

Ese Osvaldo se quedó hablando con un wey que parecía un moco, entonces decidí darte a ti mi valiosa compañía. — llevó una mano a su pecho, hablando con un tono de fingida superioridad, resaltando la penúltima palabra.

purple eyes | spiderbear ⭑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora