𝐉𝐞𝐬ú𝐬 𝟏𝟏:𝟐𝟓-𝟐𝟔

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Estaba muy ansiosa, quería pasear por el bosque mientras el camino aún era dorado, el amanecer llega lentamente, pero el ocaso es rápido y no podía perder ni un segundo de aquel hermoso atardecer. Mis padres están atemorizados con todo lo que sucede en el pueblo, así que debo escabullirme de casa y regresar antes de que puedan notarlo. Sé que es peligroso, pero tengo 14 años, puedo cuidarme bastante bien.
Es tan bella la naturaleza, cuando no es tocada por el hombre. El sonido de las aves es lo más cercano al cantar de los ángeles y la soledad es abono para los pensamientos más sombríos. Amo este sitio, disfruto la serenidad que no alcanzo a tener en casa.

—Un momento. ¿Qué sucede?, no puedo ver nada— De repente todo se tornó oscuro, no podía respirar, algo cubría mis ojos. Comencé a gritar con todas mis fuerzas solo escuchaba una respiración agitada y el vuelo de los pájaros asustados que repentinamente comenzaban a huir.

—¿Te gusta el bosque?— Me estremecí, su voz tan serena y atractiva me dejó perpleja— ¿Quién eres, qué quieres? Le pregunté y fugazmente antes de que respondiera comencé a pedir por su piedad —No me hagas daño, te lo suplico — Mi respiración se cortaba por el miedo

—Shh Jamás lo haría, debes creer solo en la mitad de lo que veas y en nada de lo que escuches, no soy el monstruo que comentan— Sus palabras quedaron en mi mente como estacas. Dejó de sujetarme fuerte, trataba de mantener la calma, pero sus manos delicadas acariciando mis piernas disminuían cada vez más mis intentos por sosegarme.

—Déjame verte, puedo ayudarte, ¿qué quieres de mí?—

—Que hagas silencio y permitas que la magia de este ecosistema tome el control, si lo haces podrás sentir un goce inaudito e incontrolable — Me respondió rudamente.

Traté de orar y ante esto solo comenzó a reír a carcajadas, pero no me alejó de mis plegarias. Pasando su lengua por mi rostro podía sentir su excitación más de cerca, mis piernas temblaban y sentí que poco a poco caí de rodillas. Tomó mi pelo como brazalete en su mano y se puso frente a mí

— Vamos es momento de que uses esa linda boca, para algo más que rezar.

Podía sentir sus latidos y sus venas cada vez más hinchadas, me tomó del cuello y me levantó en un solo impulso, me besó rudamente, saboreé la ira en su lengua, pude sentir la carnosidad de sus labios y el deseo infalible de querer morderlos se apoderaron de mí. Mientras se cuestionaba los daños del mordisco, pedía a Dios un milagro.

— Es tu Dios quien te ha traído hasta acá, te puso en mi camino para que experimentes la pureza que habita dentro de la lujuria—

Ató mis manos firmemente, mientras besaba mis senos como si de un ser hambriento se tratara, pude sentir como se deslizaba su mano por mi entrepierna. Quitó las vendas de mis ojos, sostuvimos la mirada por unos minutos y señalando la herida en su boca, mordió de forma caníbal mi ubre, no podía creerlo comencé a sangrar mucho. En el vacío silencio de la noche recién llegada solo era posible escuchar mis súplicas.

—Por favor duele mucho, solo soy una niña no me hagas esto—

—Einstein dijo una vez, que creer es más fácil que pensar, ora a Dios él dejará todos sus pendientes para venir a ayudarte — Me interrumpió, dejándome asombrada—

Su manera irónica de burlarse me hacía vulnerable, sentí un fuerte dolor, era su mano entrando por completo en mi vagina, se saboreaba y gemía, me adulaba con solo la vista. Sentí como desgarraba poco a poco todo dentro de mí, había mucha sangre, nuestros cuerpos yacían cubiertos de ella. Y de pronto, me dominó la calma y me quedé nostálgica ante el brillo de la muerte, en mi agonía tenía largos intervalos de horrible cordura. Sacó su cuchillo y no podía frenarlo, mis fuerzas se habían ido con el sol, comenzó a cortar en mi vientre obligándome a observar. Entre mi llanto horrorizado podía entender lo que escribía, dejó grabado en mi abdomen Juan 11:25 y recostándose entre mis piernas citaba dulcemente "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá". Mi ser se iba apagando, mi vista cada vez más a oscuras y las heridas cada vez menos dolorosas. La paz de su rostro era inaudita, tenía en su voz la calma que después de un tornado queda

—Cierra tus ojos y disfruta de la inmensidad de la noche, despertaremos al salir el alba y me lo agradecerás — Fue lo último que pude escuchar en lo que mis parpados perdían la batalla de mantenerse abiertos, mis labios se secaban, mi cuerpo se tornaba frío e inmóvil y mi corazón sediento de sangre dejaba poco a poco de latir.

Crónicas de un Asesino *GANADOR en #PGP2024*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora