Capítulo 3

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Violeta

Me pongo unos vaqueros negros, a juego con mi pelo color azabache y liso, un jersey violeta y unos guantes blancos, a conjunto con el gorro. También llevo mis botas altas negras, pero no tienen pelito y espero que el frío de la noche no me congele los pies.

Nada más bajar las escaleras, me encuentro a Heli. Está preciosa. Lleva el pelo rubio suelto y le cae por toda la espalda. Unos vaqueros ceñidos y un chaquetón marrón de piel sintética, a juego con sus botas.

Al verlas, me muero de envidia. Están llenas de pelo blanco por dentro. ¡Necesito unas así!

—¿Dónde te has comprado esas botas? Necesito ir a comprar ropa más calentita. Aquí las temperaturas bajan que da vértigo —le comento mientras vamos caminando. Me encanta cómo, en este país, las personas suelen ir caminando o en bicicleta a sus destinos, en vez de contaminar tanto con los vehículos.

—Pues espérate a que empiece noviembre y llegue diciembre. Hay muchas tiendas donde las venden. Si quieres podemos ir algún día juntas. ¿Cuánto tiempo piensas quedarte por aquí?

—Con sinceridad, no lo sé. No tengo billete de vuelta. He venido porque en Finlandia se conocieron mis padres y, en mi interior, sentía que tenía que venir a este país. En concreto a Rovaniemi. Supongo que me iré cuando encuentre lo que sea que mi corazón me está diciendo que tengo que hallar.

—Claro. Es solo que es extraño que una chica joven como tú se venga una larga temporada aquí. No me malinterpretes, Rovaniemi está lleno de turistas de todas las edades, pero suelen venir una o dos semanas como mucho. Después, regresan a sus países cálidos y llenos de vida. Por cierto, ¿de dónde eres?

—Soy española. Vivo en una ciudad que se encuentra al sur de la península. En Málaga.

—España... Ojalá pueda ir algún día. Es un destino tan cálido.

—Pues si vienes, estaría encantada de enseñarte mi ciudad. Aunque, aquí también vive gente joven, ¿no? ¿Cuántos años tienes tú? Y hay erasmus, y tal, ¿no? La verdad es que no he visto demasiados extranjeros solitarios como yo ­—le comento mientras me froto las manos para dejar de tener frío—­. Quiero intentar vivir al máximo esta experiencia y que, al regresar a España, cierre los ojos y sonría sin parar recordando estos días, semanas o meses. Cuando llegue la hora de volver lo sabré —le aseguro sonriendo.

—Yo tengo veinticuatro años. Por supuesto que viven jóvenes. Un montón, pero hemos nacido aquí y estamos acostumbrados. Esta ciudad es mágica y me alegra mucho que quieras descubrirla hasta el fondo. Te intentaré ayudar en todo lo que pueda. Espero que mis amigos colaboren —añade un tanto nerviosa—. Ya hemos llegado.

Alzo la cabeza para mirar al frente y me encuentro con dos chicos muy parecidos entre sí, aunque sus miradas son completamente diferentes.

El primero en el que me fijo está vestido con un traje de buzo negro que le cubre desde los tobillos hasta el cuello. Esto me descoloca totalmente. ¡El río está helado en esta zona! Y a mí nadie me había dicho que íbamos a bucear o algo por el estilo.

Es tremendamente alto o, quizás, yo soy tremendamente bajita, pero me apuesto lo que sea a que llega al metro noventa. Tiene unas piernas fibrosas y está delgado. Su pelo es rubio claro, casi blanco, y lo lleva corto. Sus ojos, sin embargo, son negros como una noche sin estrellas. Son los primeros ojos oscuros que veo desde que aterricé aquí y, por un momento, no puedo dejar de mirarlos. Sus labios son carnosos y tiene un perfil bien definido. Pero, sin ninguna duda, lo que más me gusta de todo es su sonrisa. Una sonrisa amplia, sincera y verdadera al mirar a Heli y..., al reparar en mí, noto que permanece unos segundos de más observándome.

La noche que acaricié el frío polar*primeros capítulos*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora