capítulo O3

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– ¿En serio vas a dejar que ese alfa
entre en tu casa?

Taehyung le miraba con el ceño
fruncido, intentando parecer serio,
pero la boca llena de sándwich de
atún y las comisuras manchadas de
mayonesa no le eran de ayuda.

– Traga antes de hablar, burro–
Se quejó Jimin limpiando con la
manga de su camisa los restos de
pan que su amigo le había escupido
a la cara.

Taehyung tragó y se limpió la boca.

– En serio, mochi. No me gusta, no
me gusta nada. Jungkook da miedo,
se comporta como si odiara todo lo
que le rodea.

–¿Qué es lo peor que podría pasar?
Solo vamos a hacer un trabajo
juntos.

–¡¿Que qué es lo peor que podría
pasar!? Rubio, si apareces en
primera plana en los periódicos
locales como "chico descuartizado
por psicópata homicida", no me
vengas llorando, porque yo ya te lo
habré advertido.

–¿Cómo se supone que iba a ir
llorando si estoy...? Mira, déjalo.
Estás siendo un exagerado,
además, Jungkook nunca ha hecho
nada para que pienses así de él a
parte de ser tremendamente serio.
¿Alguna vez has hablado con él?
Yo el otro día lo hice y sigo vivo. No
seas prejuicioso, Tae.

– Bueno, bueno, pero, si mueres, me
quedaré con tu play.

Jimin rió y negó con la cabeza.

– No tienes remedio.

En realidad, Jimin mentiría si dijera
que no estaba nervioso y, quizá,
un pelín asustado. No había visto
al alfa en todo el día, pero habían
acordado verse aquella tarde en
casa del omega para comenzar
el trabajo. Afortunadamente, el
día anterior habían compartido
números de teléfono y Jimin podía
simplemente mandarle un mensaje
con la ubicación.

Jimin:

Hyung, no ha venido hoy a clases,
¿sigue en pie lo de esta tarde?

Jimin:

Le mando la dirección de mi casa
por si acaso :3

Jimin ha enviado una ubicación.

Jungkook:

Ok

Jimin frunció el ceño ante tan
escueta respuesta, pero no le dio
demasiada importancia. Si tan solo
hubiera sabido que, si Jungkook no
había aparecido por el instituto
aquel día, era porque estaba
demasiado nervioso por verse con
él después de clases.

Eran las cinco y doce minutos
exactas, dos minutos tarde de la
hora acordada. Jungkook maldijo
internamente, quizá ese día debería
haber hecho una excepción y
dejado que el chofer lo llevara.
Había perdido el bus y tuvo que
correr desde su casa hasta la
del omega en la otra punta de la
ciudad. Y no había nada que Jeon
Jungkook odiara más que correr.
Llegó a casa de Jimin jadeante y sin
respiración, aunque no sabía muy
bien si era a causa de la carrera o de
su nerviosismo por encontrarse con
el menor.

Jimin vivía en una casa modesta,
muy pequeña si la comparábamos
con la enorme mansión de
Jungkook, pero tremendamente
acogedora. Contaba con dos pisos
de fachada blanca y un porche
de madera pintada de celeste,
con la barandilla adornada por
maceteros de geranios de color
rojo intenso. Jungkook se acercó,
las manos temblando y el pulso
acelerado, esta vez sí estaba seguro
de que la carrera no tenía nada
que ver con sus reacciones. La
madera del porche crujió bajo sus
robustas botas militares, estuvo
unos minutos de más observando
la desconchada pintura del banco
columpio del porche antes de
atreverse por fin a pulsar el timbre.
Pasaron un par de minutos en
los que Jungkook se planteó volver
a salir corriendo antes de que
se escuchara un estruendo tras
la puerta y el sonido de pasos
acercándose le indicara que ya no
había marcha atrás.

Jungkook recompuso su expresión a
una de indiferencia fingida cuando
la puerta se abrió por fin, aunque
rápidamente se volvió un gesto de
confusión al no ver a nadie al otro
lado.

– ¿Quién eres tú?

Una voz fina y chillona atrajo su
atención hacia el suelo, donde un
pequeño niño le observaba desde
abajo con la curiosidad reflejada
en su infantil rostro. Jungkook frunció
el ceño, ¿se había equivocado de
dirección?

–¿Esta es la casa de Park Jimin?

El pequeño asintió enérgicamente.
Su pelo negro se movió arriba y
abajo siguiendo el movimiento
de su cabeza. El niño tendría
seis años como mucho, aún no
se había presentado. Su piel era
pálida y unas mejillas regordetas
redondeaban su rostro.

– ¿Para qué buscas a mi hermano?

Jungkook abrió la boca sorprendido,
pero, antes de que pudiera decir
nada, una voz se le adelantó.

– ¿Con quién hablas, Minhyuk?

– Aquí hay un chico que te busca,
Minie.

–Te he dicho mil veces que no abras
la puerta. ¿Qué es lo que tienes que
hacer?

– Avisarte a ti primero.

– Exacto.

Jungkook observaba aquella familiar
escena incapaz de moverse del
sitio. Jimin había aparecido con el
pelo revuelto y ropa de estar por
casa, unos holgados pantalones
a la rodilla y una sudadera rosa
pálido, viéndose tan natural y
hermoso que le cortó la respiración.
Sencillamente adorable. Había
cogido al pequeño niño entre sus
brazos y le hablaba con cariño,
reprimiéndole con dulzura y una
suave sonrisa en sus abultados
labios. Los ojos de Jimin se posaron
avergonzados sobre Jungkook que
aún esperaba en el porche.

– Lo siento mucho, hyung. Se me
ha hecho algo tarde. – Se disculpó
tímidamente.

Jungkook negó, recomponiendo
su fachada despreocupada e
indiferente.

– ¿Quién es, quién es, Minie? –
Preguntó el niño, posando su
pequeña mano sobre la mejilla
del omega.

– Es Jeon Jungkook hyung, vamos a
hacer juntos un trabajo de clase, asi
que necesito que vayas a jugar a tu
habitación y no hagas mucho ruido,
¿vale?

– ¿Puedo jugar con mi camión
nuevo?

Jimin asintió con una sonrisa y
dejó al niño en el suelo. En cuanto
los pies del pequeño tocaron la
fría madera, salió corriendo hacia
el piso de arriba gritando "¡Soy
un bombero, niiiii noooooo niiiii
noooooo!". Jimin rió suavemente
mirando con cariño a su pequeño
hermano. Jungkook no sabía
muy bien qué hacer.

–Lo siento, hyung. Se suponía que
Minhyuk no estaría, pero mi madre
vendrá tarde de trabajar y tengo
que cuidarle.

– No...no importa.

– Puedes pasar.

Jimin se hizo a un lado con una
suave sonrisa, invitando al alfa a
entrar en su casa. Jungkook entró,
observándolo todo, sintiéndose
fuera de lugar. Su madre habría
torcido el gesto y habría dicho
con su voz de nueva rica estirada
y presuntuosa "Menudo montón
de muebles de mercadillo." Pero,
mirara donde mirara, Jungkook solo
podía ver la esencia de una familia
cariñosa, de esas que llenaban las
paredes con fotos de sus hijos y
cuadros con frases motivadoras.
Cuando Jimin no miraba, se
permitió sonreír viendo una foto del
omega de pequeño. Todo mejillas
sonrojadas y rizos alborotados,
tremendamente adorable.

– ¿Vamos, hyung?

Jungkook siguió a Jimin hacia el
interior de la casa, hasta el salón,
donde montones de libros y un
portátil los esperaban sobre
una gran mesa de madera.
Sinceramente, esperaba que ese
trabajo se alargara mucho, lo
suficiente como para grabar al
rubio en su retina.

intocable › kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora