En este mundo destrozado, el tiempo ya no se mide en días, sino en ciclos implacables de supervivencia. He pasado siete años enfrentando la soledad, luchando contra las fuerzas indomables de la naturaleza y la decadencia de la civilización.
En los días que se sienten como décadas, la niña asustada que una vez fui se ha transformado en una joven adulta, curtida por la adversidad. Mi mirada refleja una determinación inquebrantable que ha dejado huella en cada línea de mi rostro.
Mi morada se encuentra en las afueras de la ciudad, en el corazón de un bosque cuyas frondosas copas de árboles han sido mi único testigo. Vivo en una antigua cabaña de madera que, en un tiempo olvidado, solía albergar herramientas antes de que La Gran Fractura devastara nuestra tierra. Ahora, las calles permanecen desiertas, y los edificios se alzan como monumentos desmoronados de una era que se esfumó en el pasado.
Cada día comienza con la incansable búsqueda de alimentos y agua, una tarea que se torna más ardua conforme los recursos se desvanecen. Pero soy una cazadora consumada y una recolectora hábil. Durante todos estos años en soledad, he aprendido a dominar el arco, una de mis armas preferidas. Las armas de fuego quedaron fuera de mi alcance, ya que las bases se adueñaron de todas ellas.
Resulta peligroso aproximarse a las ciudades, un que de vez en cuando me he arriesgado paa conseguir materiales, pero es una zona donde me convertiría en un blanco fácil para la Restauración. He escuchado rumores sobre ellos mientras me aventuro en el mercado negro, manteniendo mi identidad oculta bajo una capucha y un turbante para tapar mi rostro. La gente cuenta que la Restauración busca jóvenes como yo, dotados de poderes y supuestos dones que se cree que restaurarán la Tierra a su antigua gloria. Se aferran a la esperanza de que la tecnología avanzada regrese, de que las fisuras en la tierra se cierren, de que la lluvia ácida desaparezca y de que las catástrofes sean cosa del pasado.
Sin embargo, también he escuchado que los jóvenes con poderes peligrosos corren peligro. La Restauración no está dispuesta a arriesgar más la tierra y permitir que jóvenes con habilidades incontrolables la destruyan aún más, como en barios casos a pasado. Recuerdo haber escuchado que un chico quemó gran parte de una cosecha y lo sacrificaron, en parte no sé nada acerca de otros poderes, desconozco qué otros jóvenes existen y cuáles son sus capacidades. Lo que sí sé es que el poder que poseo no es seguro.
El arco cuelga de mi espalda y pecho mientras salgo de mi choza. Me aventuro hacia el este, lista para enfrentar lo que depare el camino. En mi trayecto, me cruzo con varias ardillas, presas fáciles de cazar. Las guardo en mi balsa y prosigo mi marcha hasta llegar a un pueblo abandonado. La escena es familiar, pues la gente optó por abandonar estos lugares en busca de refugio en las ciudades, confiando erróneamente en la protección de las autoridades. Siempre he considerado que ir a las ciudades es una estupidez, ya que conlleva un mayor riesgo de muerte debido a las incesantes catástrofes naturales.
Caminando por el pueblo desolado, que he visitado en múltiples ocasiones, decido aventurarme más allá de lo que acostumbro. La escasez de alimentos aprieta y la necesidad me empuja hacia lo desconocido. Mis pasos me llevan por el silencioso bosque, y las horas transcurren sin fruto alguno. Estoy a punto de dar por sentado que no encontraré nada siguiendo este camino cuando, de repente, oigo el crujir de una rama que se quiebra. Actúo con rapidez, sacando una flecha y colocándola en el arco, apuntando hacia la cabeza de un...
—Un niño... — pero hay algo en él, algo que no me cuadra del todo. Mi mirada no detecta el aura que brotan de aquellos que poseen dones, yo tengo ese aura, el niños que vi en el colegio hace siete años también la poseía, este también debería poseerlo.
Creía que ya no existían, que todos habían muerto. Pensaba que era imposible que la naturaleza permitiera la procreación después de La Gran Fractura, que las mujeres de algún modo quedaron estériles.
A su lado aparece una mujer de entre los árboles, atrayendo el cuerpo del joven hacia sí. En los ojos de la mujer, mientras que en el niño curiosidad. Con cautela, bajo el arco en silencio. Nadie pronuncia palabra alguna, solo nos observamos mutuamente.
El temor me embarga, temo que la mujer grite y me delate, temo que alguien cercano descubra mi secreto, que soy una joven con dones. Pero nada de eso sucede. La mujer acoge al niño entre sus brazos, me mira una última vez y asiente en señal de despedida para adentrarse en la profundidad del bosque.
Las noches en este mundo devastado se vuelven un eco de soledad, y el cielo estrellado se convierte en mi compañero constante. Cocino una de las ardillas que he atrapado y saboreo su carne con gratitud por la fortuna de encontrarla. En medio de esta desolación, encontrar animales para cazar se ha convertido en una tarea cada vez más ardua.
Yo, ahora una guardiana solitaria de mi propio rincón en el mundo, una joven que ha sobrevivido siete años de aislamiento, mantengo mi espíritu inquebrantable, pero la realidad es que odio estar sola. Extraño la compañía, el compartir conversaciones y las experiencias del día. La soledad, que me ha perseguido desde la muerte de mi mejor amiga y la desaparición de mi madre, es una carga pesada de llevar. Pero sé que mi mera existencia representa un peligro para los demás.
Mientras el fuego danza con una luz reconfortante en la fría noche, escucho un sonido que surge de la oscuridad que me envuelve. Sin dudarlo, apunto con mi arco hacia la fuente del ruido, pero nada se revela a mis ojos. La incertidumbre me invade. ¿Podría ser aquel niño y mujer de nuevo?
El sonido se acerca poco a poco, y las llamas del fuego ardiente finalmente revelan la figura de un ciervo. A pesar de que podría disparar una flecha para asegurarme un suministro de alimentos que durara una semana entera, decido no hacerlo. Algo en ese animal me cautiva, su pelaje irradia un aura dorada y sus ojos hipnotizan con su mirada profunda.
Me pregunto si acaso los animales también podrían poseer poderes en este mundo transformado. Sin embargo, ante mis ojos, el ciervo comienza a retorcerse, y su aura dorada se expande hasta envolver todo su cuerpo. La fuerza de esta emanación es tal que incluso logra apagar las llamas de la hoguera, dejándome en completa oscuridad y en una posición vulnerable.
En un instante, estiro mi arco, lista para disparar en cualquier dirección ante el menor indicio de peligro. Sin embargo, antes de que pueda reaccionar adecuadamente, alguien me golpea la muñeca, arrebatándome el arma. "Mierda", pienso mientras me doy cuenta de que estoy en una situación precaria.
Bajo el oscuro manto de la noche, tenso y amenazante, alguien susurra en mi oído:
—Te pillamos.
Antes de que pueda tomar cualquier medida, siento cómo algo se inyecta en mi piel. En cuestión de segundos, caigo al suelo y pierdo la consciencia por completo.
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La Gran Fractura
ActionHace siete años, el mundo se sumió en la desesperación, una tragedia desencadenada por la propia naturaleza que buscó vengarse del ser humano, aniquilando sin piedad a todos los jóvenes desprovistos de dones sobrenaturales. En medio de ese caos, Yel...