Incluso habiendo dormido ocho horas, Eliza se sentía agotada, como si toda su energía hubiera sido drenada de su cuerpo al dormir. Llevaba años sintiéndose así, funcionando casi en piloto automático a veces, siempre sintiendo que algo no estaba en el lugar correcto, algo no funcionando, un vacío existencial, pero sin poder apuntar en la dirección general del problema. Era como si sus pensamientos a veces no fueran suyos, y sus sensaciones fueran sentidas a través de una capa de cuero, vagamente traspasándola y presentándose en su verdadero ser, como si su cuerpo y mente pertenecieran a individuos distintas, y como si dentro de su mente hubiera dos, la parte externa siendo la que tomaba en control la mayoría del tiempo, la que se encargaba de que hiciera lo que tenía que hacer, la que la mantenía como un humano funcional, la parte interna un espacio al centro de su cabeza, o tal vez en su garganta, un lugar donde ella, tal vez la versión más genuina de ella, o tal vez la versión reprimida, o la más débil, estaba sentada, perdida. No se sentía muy conectada con la segunda parte, pero si sabía que su apariencia se sentía como la de una versión más joven de sí misma.
Sintiéndose así, todo a su alrededor parecía estar levemente errado, dos milímetros a la derecha, o a la izquierda, si quisiera explicarlo de un modo que haga más sentido para mentes más lógicas. La lámpara en la esquina de la pieza estaba demasiado cerca de la pared, las cortinas tenían un tono celeste que simplemente no funcionaba, a pesar de combinar con el cubrecama, porque no deberían ser de ese color, tal vez deberían ser grises, o negras, y largas, desde el techo hasta el piso, de una tela más gruesa, y además estaban cerradas sobre la ventana de manera dispareja, ni siquiera tenían suficiente peso para mantenerse en la forma correcta. Ni siquiera podían mantener la habitación oscura, y tal vez sería mejor si estuviera bajo el agua, aunque eso significaría que no podría abrirlas, ni salir de su casa, y esas casas, bajo el agua, no existían realmente, pero lo que tenía estaba simplemente mal. La cama, demasiado deshecha, le molestaba inmensamente, y aún más sabiendo que no había sido ella la responsable pero que, al igual que cada miserable, aburrida y rutinaria mañana, sería ella quien tendría que tenderla, dedicándole más tiempo del que realmente debería tomar simplemente porque algo en ella estaba mal, aunque no pudiera distinguir que. Levantarse y tener que ver un par de calcetines usados a los pies de la cama, dejados ahí amablemente para que ella tuviera algo que hacer y los recogiera.
No era nada inusual, y en realidad, no se sentía tan enojada en las mañanas, simplemente no se sentía.
A veces se levantaba, se paraba, y luego simplemente se quedaba ahí parada, contemplando sus decisiones de vida mientras sus ojos abiertos dejaban de distinguir objetos y todo se volvía una mancha borrosa mientras su esencia se encogía en su interior, guardándose y doblándose lejos de los márgenes de su cuerpo. Sus oídos se llenaban de ruido blanco.
A veces despertaba y aceptaba que no estaba feliz. Entonces tomaba la pequeña botellita llena de pastillas que le había recetado aquel medico con quien Hermione la había llevado y tomaba una. Lo hacía todas las mañanas, pero los días que aceptaba que no estaba feliz lo hacía de modo más consciente, y se sentía más enojada ante su falta de efecto. ¿Cómo había llegado acá y porque estaba atrapada en un ciclo que con cada día que pasaba borraba más y más de su existencia? No podía diferenciar cuando había empezado a sentirse así. Su matrimonio no era lo que quería, a veces lo odiaba, a veces pensaba que estaba exagerando, que no podía ser tan malo, a veces no pensaba y solo hacía lo que se suponía que tenía que hacer. No estaba segura de que hacer al respecto. Si tuviera más energía para pensar tendría más ideas y tal vez podría tomar alguna decisión sobre algo relevante, pero a pesar de haber dormido ocho horas, estaba tan cansada. ¿Qué iban a pensar todos de ella si solo se iba? Preocupada por los pensamientos de todos y afectada por sus juicios era que había llegado a esta situación en primer lugar. Cada momento en que podía pensar sentía la falta de propósito rascando su piel desde el interior.