NOTA DE LA AUTORA: Me sentí furra. ¿Me disculpo? No. Disfruten <3
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La guerra todavía no llegaba a su final en ese entonces.
Aunque, en realidad, no había pasado mucho desde la última ocasión en que anduvo rondando por ahí; si sus cálculos no le fallaban, ya eran seis años. Recordaba haber ido para incitar a un par de personas a iniciar una disputa, pero el resto fue obra de ellos.
Sin embargo, esta vez el camino lo llevó por casi todos los pueblos pequeños de aquel país tan interesante, en busca de olvido y algo de consuelo que no lograba obtener del todo en el otro lado del mundo. Algo que solo en un lugar tan lejano, tan distinto, iba a encontrar. Lo que no esperaba era que, cuando llegó al poblado de San Miguel, se sintiera tan atraído por la energía que percibió en el ambiente.
Dar con el aquelarre, allá en lo alto del cerro, fue cuestión de tiempo.
Eran apenas seis brujas, de todas las edades y apariencias. Las había viejas como la vida misma y algunas tan jóvenes y tiernas como las mazorcas que estaban listas para ser cosechadas. Todas atraídas por la promesa de poder, de vivir libre y deliciosamente, de disfrutar el sabor de los placeres y servir a un amo que sí respondía.
Las encontró en una madrugada, cuando el viento frío soplaba desde lo alto de la montaña y la escondió de la vista con un manto de niebla espesa. Cantaban felices a la luz de la luna llena, danzaban desnudas alrededor de la fogata, moviéndose con tal soltura que ni la más longeva parecía ser presa de su cuerpo viejo y maltratado.
El demonio caminó por entre los árboles, los mezquites siempre vivos, mudos testigos de sus reuniones y, cuando ellas repararon en su presencia, no se asustaron ni un poco. Al contrario, lo recibieron alegres, con tequila y mezcal, con las reverencias que un Duque del Infierno se merecía, aunque no lo fuera.
Crowley apenas tuvo que mover los hilos para conformar el aquelarre, en realidad. Les enseñó mucho, sí, y participó en la creación de hechizos poderosos —un pequeño "empuje", si podía considerarse así—.
Margarita, Hilda, San Juana, Catalina, Isabel y María se volvieron sus amigas incondicionales. Siempre que encontraba el tiempo pasaba a verlas y, sin falta, les daba algo más. Ya fueran ingredientes difíciles de conseguir o simples hechizos nuevos que ideaba en su tiempo libre, a cambio de una buena borrachera y anécdotas sobre cómo atormentaban a los pobladores de los lugares vecinos. Cada una era de un pueblo distinto, pero se reunían con cada luna llena y ahora tenían a un participante más, uno que era prueba irrefutable de su oscura fe.
Podía el demonio decir que, a lo largo de esos dos años desde que las encontró, llegó a conocerlas a todas. Sabía que Hilda, la mayor, había encontrado en la brujería un refugio después de ser echada de la iglesia; que Isabel, Olga y María eran "naturales" y que San Juana tan solo se dejó llevar. Pero a Catalina, de apenas dieciséis años, la había llevado al cerro el deseo imperturbable de venganza.
Una venganza que, al final, "el amo Crowley" les ayudó a cobrar.
Las observó esa noche, lo recordaba. Las vio reír ante los gritos de auxilio del pobre bastardo y las vio bañarse en el líquido carmesí que emanó de esas sucias venas. Las vio flotar en el aire, soltando carcajadas de puro gusto; Catalina en medio de todas, feliz por haber cobrado la deuda por las vidas de su familia y su propia calma.
Crowley les regaló, esa noche, el poder que usaba con frecuencia: cambiar de piel. Para ellas, era liberarse del yugo que un cuerpo mortal cargaba; para él, era un recordatorio de su castigo.
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El Nahual de San Rafael
Fanfiction⚠ EN EDICIÓN ⚠ Azirafel, o "Aziel" como se hace llamar, es un renombrado sacerdote exorcista de Inglaterra. Un grito de auxilio lo hace cruzar el océano, hasta un humilde pueblo del norte de México, escondido entre los cerros. Los rumores de una br...