II

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Luz de día y de noche.

El otoño había llegado y en el transcurso, la persona adecuada

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El otoño había llegado y en el transcurso, la persona adecuada. Alejandro era la persona adecuada cuando las estrellas le iluminaron el rostro durante la caminata, cuando tomo mi mano y sentí una conexión intensa e indescriptible. Cuando me dijo que sentía lo mismo que le gustaba.

No sé cuánto le gusto, pero a mí también me gusta demasiado.

El hizo que en solo un mes me ocurriese todo lo bueno. Estoy muy seguro.

Sonreía por las mañanas, esperando a que llegase la tarde para salir del trabajo y poder ir al gimnasio. Mientras tanto, llevaba a cabo mis actividades cotidianas con entusiasmo. Había pasado una semana desde aquella noche, y entendí que ilusionarse era precioso con la persona correcta. Comer de un tupper en mi trabajo de oficina se volvió emocionante, un espacio de paz donde en cada bocado, recordaba una broma de Alejandro.

Hasta me ahorraba tiempo y podía aprovechar para preguntarle como estaba, aunque sabía que me respondería después, ya que, al salir de la universidad, se traslada inmediatamente al gimnasio para trabajar; sin embargo, el escuchar la notificación de respuesta me ponía muy de buenas.

Él no lo sabe, pero lo admiro demasiado, trabaja y estudia, sus ganas de superarse así mismo son hermosas y algo que adoro de su persona.

Revisé la hora y guardé mi teléfono. Me sobraban quince minutos, así que limpié mi sitio y fuí al baño.

Al regresar, cerca de mi escritorio, dos secretarias se interpusieron en mi camino.

— Hola Jasha— ambas se acercaron a darme un beso en la mejilla—¿Cómo estás?

— ¿Qué tal el trabajo?

Ambas eran altas, me hablaban como si nos conociéramos de toda la vida, yo no tenía amigos en el trabajo, era extraña la calidez de esas dos mujeres, la primera era rubia y la segunda pelinegra. Juro no haberlas visto en toda mi vida.

— ¿Las conozco? —pregunté genuinamente sintiéndome invadido. Por el otro lado, ellas rieron, como si me hubiera aventado el mejor chiste del año.

— Claro—respondió la rubia con los labios exageradamente pintados de rojo—. Somos compañeros de trabajo. De hecho, estábamos aquí antes de que llegaras.

Alcé las cejas.

— Entonces no las había visto. ¿Trabajan en el último piso?

— No— sonrió la pelinegra—. Estamos en el mismo piso.

— Okey...—sonreí intentando evadir la conversación—. Las veo luego.

No me las quiero encontrar después.

La rubia me mantuvo la mirada, entrecerró los ojos y rió.

— Difícil—dijo después de hacerme cargar una pila de papeles—. Me gusta.

Big Boy ||RSMX||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora