EL CASTILLO DE GABRIEL
Prólogo:
EN CASTILLO DE GABRIEL
Más allá de las nubes o de cualquier divinidad, existía un poder superior.
Muchos decían que era solo un mito y otros simplemente depositaban su confianza.
Pero él era tan real como cualquiera de nosotros.
Su nombre era Gabriel, el ángel de guerra. La historia de Gabriel, decía que era el ángel de Jehová, vio caer a muchas naciones y ayudar a levantar a muchas otras también. Participo en muchas guerras y las gano.
Gabriel sabía que los humanos lo idolatraban y ese ciertamente no era su objetivo, ni el de ningún ángel. El ardía por Dios.
Gabriel estaba acomodado frente a la fogata de su castillo, en la sala principal, intentando recordar cuando fue la última vez que tuvo contacto con un humano. Lo recordó a la perfección.
Fue un diciembre, Gabriel había decidido que sería la última vez en la tierra, ese día, tomo la apariencia de un humano común y corriente, pues quería llevarse lo mejor de la tierra en su mente. Ya había cumplido el propósito.
Gabriel se encontraba sentado en una banca de madera, frente a un hermoso jardín de girasoles, el apreciaba la naturaleza, la admiraba y la respiraba. Una niña, se planteó frente a él en un abrir y cerrar de ojos. Ella tenía los ojos verdes, cabello castaño, corto y lacio, aparentaba siete años quizá un año más.
Ella le sonrió. El no movió ni un solo musculo de su rostro. No sabía interactuar con humanos.
-Hola.-Le dijo la niña sonriendo.
El agudizo la mirada para ahuyentarla. No funciono.
-Hola.-Respondió el después de ver que no causaba gran impacto en la niña.-¿Cómo te llamas?.-Añadió.
-Anahí.-Contesto ella.-¿Y tú?
-Gabriel.-
Gabriel sabía que el cielo estaba lleno de niños, pero a pesar de tantos años, no se acostumbraba. El miraba con curiosidad a la pequeña. Quería saber por qué ella llamaba su atención y que tenía ella que la hacía digna de su atención. El ángel, pudo ver a través de la niña, vio sus pasiones, sus miedos, vio todo. Menos su futuro.
-¿Te gusta mi vestido?.-Pregunto Anahí.
El ángel fue sacado de sus pensamientos. Tal vez no tenía nada de especial, tal vez simplemente era agradable.
Ana, se dio una vuelta para que Gabriel lograra ver su vestido a la perfección. Era un vestido sencillo, con un estampado de girasoles.
-Es muy hermoso.-Ciertamente lo era.-¿Tus padres nunca te han dicho que no hables con extraños?
-Claro, pero tú no eres un extraño, eres un ángel.-Le soltó de golpe.-¿Crees que no reconozco un ángel cuando lo veo?
Gabriel abrió sus ojos color celeste, impactado. Había perdido el aliento.
Ana tomaba asiento en la banca, mientras la mente de Gabriel maquinaba una respuesta automática, por naturaleza era malo mintiendo. Dios no lo creo para mentir.
-¿Puedes guardar el secreto?
-Si, sabes con todos los que me he topado, siempre me piden lo mismo.
¿Qué tenía ella de especial?
No lo sabía. ¿Cómo si quiera podía saber que los ángeles existían? Tampoco lo sabía.
-¿Qué haces aquí en la tierra?.-Pregunto Anahí después de un largo rato de silencio.
-Hoy es mi último día.
-¿Vas a morir?.-
La pregunta lo tomo por sorpresa, le sorprendió conocer a una niña que no le diera miedo hablar de esos temas, pero solo sonrió por dentro y lo dejo pasar. No quería más peso en el ambiente.
-No.-Hizo pausa.-Regresare a mi hogar.
-¿Al cielo?
-Se podría decir.
-¿Algún día vendrás por mí?.-Gabriel pensó en como una niña podría hacer esta clase de preguntas.
-No puedo prometo tal cosa.-
-Está bien, entiendo, ¿quieres ir por un helado?.-
Silencio.
-¿Cómo sabes lo que soy?.-La duda lo tenía consternado.
-¿Cómo no saberlo?.-Meneo la cabeza.
-No es normal.-Le aclaro.-Es tremendamente inusual.
Ella no respondió.
Ahora Gabriel estaba seguro de algo. Ella tenía algo especial. Si, muchos niños lograban reconocer un ángel, pero Anahí le había dejado claro que no solo lo a él, sino había reconocido a muchos. Un humano no podía hacer eso. Primero, la niña le dice que es un ángel, segundo, la niña le dice que si vendrá por ella algún día, tercero, habla de la muerte con condescendencia. Ella no era normal. Gabriel callo. Ella tendría que ignorar el hecho de no ser normal, aunque tarde o temprano su naturaleza le tocaría la puerta.
Tarde o temprano se reencontrarían.
-Me voy.-Le susurro Gabriel.
Ana asintió.
El arcángel se puso de pie, escondió su mano tras su espalda y la hizo aparecer con dos cosas.
Una pluma blanca y un girasol naranja.
La niña con amor las tomo las dos y le regalo la sonrisa más sincera al cielo.
Las últimas palabras del arcángel fueron:
Volveré por ti.
La niña cerró sus ojos y el ángel de guerra desapareció.
Por supuesto que Gabriel recordaba ese día.
Gabriel miro la fogata de su mansión y sonrió.
Sabía que ya era hora. Hora de volver por Anahí.