Harry estaba a punto de casarse y de llevar para siempre, un anillo en el dedo anular.
A Louis no debería interesarle, de hecho, tendría que estar feliz por el matrimonio de su amigo.
Pero no lo estaba.
Y la razón era simple: Harry le pertenecía.
°・...
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—Dilo otra vez.
—Zayn...
—¡Hazlo!
Louis refunfuñó y ansió arrancarse los mechones desde la raíz.
—Yo me acoplé a tu ritmo —repitió la frase dicha por Harry un par de días atrás—. Tú siempre supiste lo que querías conmigo y no me quejo, yo lo entendí después de nuestro primer acostón.
Exaltado, el morocho se estrelló la palma extendida en la frente.
—Joder, tengo mucho que procesar —Caminó de un extremo a otro en el espacio libre de la habitación—. Primero que nada, ¡me estás diciendo que Harry y tú fueron compañeros sexuales toda la universidad!
—Sí, así es —expresó sin inmutarse y alcanzó el control de su televisor—. ¿Te parece raro?
—No, ahora todo calza, ¡por eso eran inseparables! —Con celeridad, reunió las piezas sueltas en su mente—. Y mierda, ¿cómo fue que nadie se enteró?
—Fuimos cuidadosos, nada fuera de lo común —Presionó el botón de encendido en el aparato y bufó—: ¿Por qué te sorprende tanto?
—¿La pregunta va en serio?
Louis se colocó otra almohada bajo la cabeza y le cambió a los canales de la televisión, buscando un buen programa para ver.
—Sí, de verdad, te veo demasiado asombrado y no entiendo por qué.
—¡¿Cómo pretendes que no lo esté?! —Hizo énfasis al mover ambas manos—. ¡Dos de mis amigos tuvieron sexo por años!
—... ¿Y?
—¡¿Y!? Maldición, peor aún, ¡uno de ellos estaba enamorado del otro y no dijo nada! —remató, dejándose caer al borde de la cama—. Eso es-...
—Oye, aguarda —Lo mandó a callar con una ruda interrupción—. ¿Qué acabas de decir?
Alarmado, Zayn apretó los labios.
—Pues lo obvio, ¿no? —musitó, rascándose atrás de la oreja—. Eso dio a entender.
—¿Qué es lo obvio?
—Que Harry sentía algo por ti.
—¿Por qué llegaste a esa conclusión? —inquirió, frunciendo el ceño.
—No me vengas con eso, Tommo —Suspiró con languidez—. ¿De verdad es tan complicado de comprender?
El aludido pestañeó lentamente, sus facciones se ablandaron y un sentimiento que no supo reconocer, le trepó por el pecho.
Tuvo que inhalar hondo.
—Es ilógico, ¿sabes? —Se incorporó sobre su lecho y recargó la espalda en la cabecera de madera—. Él fue muy consciente de lo que había entre nosotros, siempre me dejó en claro sus límites.