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El olor a incienso lo tenía mareado desde hace rato, escuchaba desde lejos la voz del sacerdote orando a unos metros frente a él. Se acomodo sobre su asiento mirando sobre su hombro a sus escoltas que estaban a unos metros junto a la entrada cuidándolo, y dejando en el altar ofrendas traídas en señal de respeto.

La misa trascurrió como en todas las demás, él se encontraba sentado en el penúltimo banco, lugar que siempre tomaba cuándo venía a la capilla del pueblo; eran contados momentos en donde se sentía grato de ir y escuchar al sacerdote hablar y donde se permita no pensar tanto en sus deberes, llevo sus manos al frente hasta colocarlas en el espaldar de madera del banco frente a él, antes de arrodillarse entrelazando sus manos, inclinándose y rezándole a los dioses.

Duro en esa posición los últimos minutos de la misa, solo levantándose cuando las pocas personas que habían ido, generalmente personas mayores y algunos padres fieles a las creencias y queriendo que sus hijos escucharán de ella, se retiraron. Él igualmente lo hizo dándole las gracias al sacerdote antes de retirarse y subir directamente al carruaje de regreso al castillo.

Observó sin mayor emoción en sus ojos las calles del pueblo, la gente y el bullicio que no estaba acostumbrado a escuchar. Siempre envuelto en el silencio y la tranquilidad del castillo que se le hacía raro en momentos lo movida y ruidosa que puede ser el pueblo.

Su padre había salido hace seis días y hoy sería el día en que volvería, su mente estaba divagante y lo hacía ponerse un poco ansioso. Estaba preocupado por las palabras que su padre traería y puede que sea un poco estúpido, tal vez supersticioso, pero podía sentir el cambio del clima, bajo el radiante sol del día pudo percibir humedad, era raro pero lo sentía.

Un cambio enorme.

Tenía una sensación de vacío en su pecho que solo le hacía sentir incómodo y temeroso. El viento soplo con fuerza atrayendo nubes pesadas y grises, respiro con profundidad el olor a humedad en el aire para luego exhalar aún sin despegar la mirada de las nubes.

—¿Pasa algo, joven?— la pregunta provino de su guardia personal, las precauciones se habían exteriorizado a tal punto que se le notaba la tensión en su cuerpo.

—Mi pa-... yo no estoy del todo seguro del acuerdo que vayan a tener con el Reino Ambarino— murmuró con el ceño levemente fruncido— No me gusta nada el tiempo que se acerca—

Las últimas palabras pueden que se refieran al clima tempestuoso que se acercaba desde el oeste, cambiando radicalmente el día soleado y como por una atravesada y odiosa lluvia pero el guardia junto a él sabía muy claramente de la preocupación y la insinuación que había detrás de lo que él chico había dicho. Más no respondió y tampoco el castaño lo hizo, siguieron el camino en silencio.

»∆«


Las actividades en el castillo trascurrieron con normalidad, había llegado la hora de la comida y el comedor principal estaba siendo preparado para el príncipe. Samuel nunca le había gustado tanto las formalidades y menos cuando solo era él en aquel enorme hogar.

Se adentro al comedor siendo recibido por reverencias por parte del servicio, tomó asiento y fue por una seña hecha por el jefe de servicio que la comida se le sirvió con rapidez y cuidado frente a él. El servicio se retiró hasta quedar solo tres personas además de él acompañando lo y no haciendo que su almuerzo se vea tan penoso y solitario.

—Miguel— se giro a ver al asistente y jefe del personal, quién se avanzó hasta que estuviera lo suficientemente cerca de él, murmurando una leve y cortés respuesta a su llamado.

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⏰ Última actualización: Sep 26, 2023 ⏰

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