Capítulo 2.

6.5K 483 14
                                    

Bella.

Le pedí a Dios que la cordura no me abandonara. Creo que ya me dijo adiós. A medida que la oscuridad se expande por mis entrañas, mis ojos castaños solo observan la rosa brillante que resplandece dentro de la urna.

Estoy consciente del monstruo que se hospeda en esta casa. Mis ropajes rotos y mi tobillo cortado lo afirman. Pero, algo me consume tanto como las ansias de que vuelva a cruzar la puerta de la celda.

Cuando me mordió no me aterró. Su voz gruesa me hizo olvidar su aterrador aspecto lleno de cicatrices. La cercanía y su amenaza me excitó. Debajo de mi falda solo había un mar de fluidos que le estregué a sus fauces amenazantes.

No es humano, no posee sentimientos, soy su presa. Lo tengo claro. Y como el conejo inocente junto a un zorro astuto estoy cayendo por su intimidante presencia y la erótica de lo prohíbo.

Debo escapar de él, Salir de aquí.

Mis piernas tiemblan, me pongo en pie y dejo la rosa a un lado. Con los dedos levanto la falda de mi largo vestido y mis pies descalzos trazan caminos en la celda en la búsqueda de una escapatoria.

Cruje. El hierro cruje, rechina y la puerta se abre sola. Trago saliva. Mis pies tocan las piedras del exterior. Observo a la oscuridad que me rodea y me ilumino con la rosa. No parece que haya nadie, y, a pesar de lo sospechoso de la libertad que de repente poseo, corro por el pasillo.

Resbalo y caigo a un pozo repleto de cuervos inertes y putrefactos. El olor me provoca una carcajada. Las manchas de deshechos humanos permanecen en mi vestido. Me arrastro por el túnel y quito varios restos de mi largo cabello castaño.

Toso, quiero vomitar. Consigo que la rosa siga de una pieza y me acompañe para poder guiarme entre las entrañas de la casa de la bestia.

Llego a una puerta de madera desgastada. Pateo y el cerrojo sale volando. Puedo observar un relámpago que ilumina la noche con su color azul eléctrico.

Mi vestimenta se acaba de romper con las malezas del bosque que también cortan mis pies, pero no le presto atención. Un cuervo se atraviesa en mi camino. Su canto me espanta y puedo observar como el color negro de sus ojos se vuelve tan claro como los de mi atacante, como si su mirada fuera la de la bestia y no propia de un animal.

El terror me deja sin aire y aumento el paso.

No importa cuánto caiga, cuanta sangre derrame, cuanto huya. Escucho sus pasos en mi espalda con una facilidad extraordinaria.

La cacería empieza cuando los cascos de un caballo suenan al otro extremo del camino. Y no sé cuál elegir. Detengo mis pasos y mi mente se vuelve un nudo hilarante. Me debato entre dos bestias que, de todos modos, me quitarán la cordura. No tengo salvación.

Cuando el animal se cruza por mi lado, lo observo con el jinete colgando de la silla. Varios cuervos rastrean su cuerpo en busca de carne que no posee. Se lo comieron. Me tapo la boca para no gritar. Vinieron a buscarme, pero la bestia mandó a sus cuervos.

Unas sombras se elevan a los costados del camino. Entre los arboles me acechan con ojos rojos y alaridos parecidos a los de un lobo. Mi energía se agota, me arrastro por el suelo y la visión me tiembla. La cabeza me azota imágenes aterradoras y sangrientas. Cuando la boca me sabe a metal, sus botas se detienen frente a mi rostro. Toca con la punta mi mentón y me levanta el rostro con desdén. Lo observó con las pocas fuerzas que me quedan y con las mismas, puedo ver sus ojos cambiar.

Del color humano que poseen se tiñe de un rojo oscuro. Las venas de su rostro se tiñen de negro, dos colmillos sobresalen de su boca, las garras le crecen, gruñe para sus adentros. ¿Va a matarme por escapar?

Las rosas del caníbal. (CUENTO ERÓTICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora