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Los rayos del sol atravesaron la ventana de la habitación de Suguru, obligándole a abrir los ojos, lentamente, dado que sus párpados pesaban como nunca antes lo habían hecho, observó cuidadosamente a su alrededor, moviéndose apenas.

Una enfermera tomaba notas al pie de su cama y el sonido de sus latidos marcados en el monitor lentamente se hacían menos difusos. Su mirada se encontró con la distraída y cansada mirada oscura de la joven que sonreía pasivamente al verlo despierto, acercándose en calma.

Suguru olió con dificultad el aroma a antiséptico en todo el aire, la habitación era blanca, impecable y el recobrar la consciencia trajo consigo un par de preguntas que no supo cómo articular.

“Al fin despertó.” le escuchó decir a la enfermera, que le empujó delicadamente del hombro en cuanto trató de levantarse, el dolor en su cabeza y sus brazos aún era palpable y le provocaba hormigueos, haciendo que se quejara suavemente.

“Por favor, permanezca quieto, podrá caminar un poco cuando el médico dé la indicación.” le explicó la jovencita, dando un par de pasos hacia atrás. “Iré a decirle, por favor, descanse. Hacer movimientos bruscos podría resultar problemático.”

En cuanto la enfermera iba a salir, una duda acudió a la mente de Suguru, obligándolo a llamarla con una trabajosa voz ronca.

“Señorita.” llamó, dejando la espalda caer contra la bullida almohada otra vez. “¿Mis padres han sabido algo de esto?”

La joven se dio media vuelta y lo observó por un par de segundos antes de contestar.

“Su madre ha estado viniendo todos los días desde su accidente, ha estado un poco nerviosa.” le confesó, apegando la libreta que sujetaba a su pecho.

Suguru frunció débilmente los labios, resecos.

“¿Y mi padre?” preguntó, entonces, temiendo la respuesta, casi esperando que no contestara lo que imaginaba.

“No lo sé, solamente hemos tenido contacto directo con su madre.” respondió y casi inmediatamente volvió a darse la vuelta. “Debo irme a revisar otro paciente e informarle sobre su estado al médico, por favor, descanse.”

Geto permaneció en su lugar, mirando al techo y dejando escapar un suspiro, dimensionando qué tan lejos pudo llegar una tonta discusión y qué tan poco eso parecía preocupar a su progenitor. Por su mente también cruzó la imagen difusa de los que lo levantaron en plena carretera, de la poca preocupación que mostraron a su deplorable estado tras impactar contra el pavimento y más preguntas aparecieron en su mente de manera aleatoria y desorganizada.

La puerta se abrió de repente, obligándolo a voltear ligeramente la cabeza, encontrándose con la mirada alterada de un rostro conocido que lo miró por un instante, horrorizada, antes de azotar la puerta y dejarlo a solas otra vez.

Suguru prestó atención a los gritos fuera de su habitación en el hospital y escuchó la voz alterada de aquella mujer, las enfermeras tratando de tranquilizarla y un sentimiento de confusión e incertidumbre que se le acomodó en el pecho.

“¡Tengo que ver a mi hijo!” la escuchó gritar y los pasos se hicieron más difusos a medida que las enfermeras la guiaban lejos de la habitación, lejos de Suguru, dejándolo con esa mala sensación haciendo su corazón palpitar un poco más rápido, escuchando el monitor marcar pulsaciones aceleradas.

Casi se atrevía a jurar que esa mujer había sido quien salió del auto cuando lo atropellaron.

Blue [satosugu] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora