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Gojo suspiró profundamente en cuanto estuvo otra vez frente al espejo de su casa, sus padres permanecían atentos en la habitación contigua, dando vueltas casi cada cinco minutos para asegurarse de que todo marchara bien, desde luego, tal era su paranoia después de un tercer intento fallido por parte del albino.

Sus ojos azules daban escaneos ocasionales a la puerta abierta de la ducha, escuchando el débil sonido de las gotas que caían retumbar contra sus oídos y el suelo... impecable, los azulejos se veían tan limpios que parecían no haber sido testigos del daño autoprovocado hace un par de semanas.

“Satoru.” escuchó tras de sí, a la voz dulce y tranquila de su madre. “¿Ya terminaste con tus maletas?”

Gojo negó con la cabeza un par de veces, mientras evadía repentinamente la mirada ajena. En cuanto levantó la cabeza otra vez, una corriente bajó por su espina dorsal; su madre estaba llorando, el silencioso llanto bajaba por sus mejillas y el joven notó una vez más las ojeras que se acentuaban bajo los ojos cansados de aquella mujer.

Satoru se rascó la nuca, inquieto, tratando de pensar rápidamente qué hacer, pero el dolor ajeno pesaba más en su espalda que su propia penuria y nunca aprendió cómo lidiar con ello.

“Mamá...” llamó Satoru, dándose media vuelta para observarla con una dulzura que sólo se concede a un ser amado. “Prometo...”

Antes de que pudiera continuar, su voz se vio acallada por su padre, que casi de inmediato envolvió a su madre en un protector abrazo, escondiendola en su pecho y, quizá, del dolor mismo.

“No prometas nada, Satoru. Sólo mejora.” le escuchó decir, provocándole otro escalofrío, mientras observaba a ambos darle la espalda y abandonar el baño a paso lento.

En cuanto estuvo solo una vez más, permaneció quieto, de pie, observando a la pared en meditabundo semblante, pero con la mente en blanco, completamente en blanco. No se dio cuenta en qué momento, en la soledad del baño, sólo acompañada por la gotera que bajaba por la ducha, las lágrimas bajaron por sus mejillas, por primera vez en varias semanas. Se dejó caer contra la pared del baño, mirando a un punto fijo, tratando de pensar en el motivo o los motivos de tan repentino y desconsolado llanto.

Su celular dio un brinco en su bolsillo, sacándolo del trance, pero la mirada de Satoru permaneció en aquel punto fijo mientras su mano se deslizaba por su bolsillo y finalmente sus ojos observaron un mensaje de un número desconocido.

«Gojo Satoru?»
10:45 am

El albino torció la cabeza ligeramente, confundido, mientras escribía perezoso, pero curioso.

«Identificate, primero.»
10:46 am

«Suguru Geto, tu amiga me dio tu número.»
«Si te incomoda, puedo borrarlo.»
10:46 am

Satoru hizo el amague de escribir algo más, pero el pitido afuera lo obligó a guardar su celular en el bolsillo de su ancha sudadera y caminar, casi correr fuera de su casa, observando con atención las maletas en la cajuela y suspirando una vez más, mientras se subía en el auto y permanecía en silencio camino al centro psiquiátrico más cercano que sus padres pudieron conseguir.

En el momento en el que alzó los brazos y las mangas se deslizaron por su piel recientemente curada, pudo ver a su madre girar a verlo con agitación por el rabillo del ojo. Repasó con los dedos las cicatrices que poco a poco cerraban, sabía que no desaparecerían al día siguiente, tampoco la semana que venía, pero eventualmente tendrían que hacerlo.

Sus ojos distraídos brincaron a su bolsillo una vez más, sacándolo de tales reflexiones en cuanto su celular vibró una vez más.

Revisó el contenido de sus mensajes cuidadosamente, le contestó un par a su mejor amiga, preguntándole la razón de haber hecho tal cosa como darle su número de contacto a un "completo desconocido".

“Tuvimos que hacer tus maletas.” mencionó su padre y el albino alzó los ojos del celular con perezoso semblante.

“Si, bueno, muchas gracias. Después de todo, estoy mentalmente incapacitado para armar una valija.” mencionó, tomando una postura sarcástica, volviendo los ojos a la pantalla del celular, mirando de soslayo a su padre, que lo observaba con expresión severa por el espejo retrovisor, casi como si estuviera lidiando con un capricho infantil, un capricho infantil que casi toma la vida de su hijo en tres ocasiones.

Lo oyó gruñir y observó como apretaba el volante hasta que sus nudillos se tornaron pálidos.

Una vez llegaron al centro psiquiátrico, Satoru sintió un aire frío que le bajó por la columna, no estaba muy seguro si era por el aire acondicionado o los otros pacientes, que pese a que no se veían como los personajes principales de girl, interrumpted, si se veían bastante sombríos, inclusive la enfermera misma que los recibió. Estudió su pequeña habitación con calma, su padre se adentró, dejando la maleta del albino en el suelo a la par de su cama y con un incómodo y algo torpe abrazo se despidió del joven; su madre, por otro lado, fue más empalagosa, llenandolo de tristes palabras de aliento, provocando al agujero del estómago de Gojo ampliarse una vez se quedó solo. Sus padres habían conseguido para él una habitación individual, así que no tendría un compañero, por lo que se dejó caer sobre el colchón, más duro que el de su casa y miró al techo, reflexivo, antes de levantar su celular una vez más, revisando con intrigantes ojos azules el mensaje sin responder del chico del hospital, pensando, considerando qué podría escribir que no delatara demasiado su evidente interés por el otro.

“¿Suguru Geto, huh?” murmuró, en la soledad de la habitación, parpadeando, mientras consideraba sus opciones, dejando sus tupidas pestañas blancas descansar sobre sus ojos por un rato, mientras dejaba el celular sobre la cama.

Finalmente, suspiró profundamente, abriendo los ojos, sentándose en el borde de la cama, observando la pantalla del celular, pensando en lo más elocuente que podría decir en una situación como esa.

“No me incomoda tu mensaje, sólo me tomó por sorpresa.”
11:48 am.
“Ya me internaron. Hice un análisis exhaustivo de todos los conserjes y se ven más deprimentes que los residentes.”
11:49 am.

Una vez envió el mensaje, Gojo apretó el entrecejo al releer sus propios mensajes.

“Vamos, Satoru Gojo, ¿es todo lo que tienes? Qué lamentable.” mencionó para sí mismo, antes de levantarse de su cama con un salto, tratando de verle al lado positivo al asunto, mientras ponía música suave en su celular y deshacia sus maletas con un suspiro.

El aire acondicionado de su habitación era más frío que el resto del centro y ni siquiera la gruesa tela de su sudadera conseguía aplacar aquello.

Hola, agradezco mucho los que aun le estén dando la oportunidad a esta historia. Realmente les tengo aprecio a los personajes, lamento no hacer publicaciones más frecuentes.

Espero que disfruten leyéndolo tanto como yo lo hice escribiéndolo.

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⏰ Última actualización: Oct 21 ⏰

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