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Habían, mínimo, doscientas personas en la casa.
Era casi asfixiante caminar, pero como la música estaba tan buena, todos bailaban sin quejarse, al igual que Dalia.
Movía las caderas y se pasaba las manos por el cuerpo robando miradas de mujeres y hombres, algunos con sus parejas. Julián bailaba con ella, cantando la canción con los ojos cerrados mientras que con una mano agarraba una botella cortada llena de aquella bebida noble característica de su provincia.
━ ¡Daaaaleeee, culiadaaaaaa! ━ Gritó el supuestamente tímido, haciéndola reír.
Se habían conocido hace literal veinte minutos cuando Dalia vió al jugador tomar en silencio mirando la pista con ganas de bailar, por lo que ella lo agarró de la mano y lo obligó a ser su nuevo mejor amigo.
Vino con Valentina, su prima, que le rompió las pelotas para ir porque ella quería ver a uno de los jugadores de River que no tenía idea de quién podía ser, pero ahora la abandonó así que mientras tanto seguiría con Álvarez.
Se estaba meando, así que lo tironeó de la remera al cordobés para decirle al oído. ━ Voy al baño, ya vengo.
Él siguió en la suya y Dalia subió las escaleras, pidiendo permiso para no chocar con nadie o hacer que derramen sus bebidas en el vestido tan caro que llevaba puesto. Cuándo logró encontrar la proclamada puerta, la quiso abrir pero justo se abrió del lado de adentro.
━ Uh, disculpa. ━ Una voz grave fue lo primero que sintió, porque cerró los ojos por el golpe. ━ ¿Estás bien?
Cuándo los abrió, nada la preparaba para lo que sus ojos captaron. Era hermoso, hermoso, y sintió como una corriente eléctrica la recorría de pies a cabeza al mirar esos ojos oscuros. No, Dios. Esa cara, la voz grave, los brazos y el cuello tatuados.
Dalia estaba segura de que no se iba a olvidar nunca de él.
━ Ahora sí. ━ Chamuyó, tirándole una de sus sonrisas que ponían a cualquiera a sus pies. ━ Dalia, un gusto.
Se acercó y le dió un beso en el cachete, tomándolo como excusa para agarrarlo del brazo y acariciar esa piel bronceada que tenía un leve relieve por la tinta impregnada.
El aroma y la fragancia varonil la embriagaron, y le agarraron ganas de comprar la misma para llenar sus sábanas con aquel olor.
Lo iba a hacer.
━ Enzo. ━ El de San Martín le devolvió la sonrisa. ━ ¿Vas a querer pasar? ━ Señaló la puerta de atrás, y ella negó con la cabeza.
━ No, era para salir de todo ese tumulto. ━ Se abanicó la cara, y vió como los ojos del morocho bajaban a su cuello.
