Capitulo 10 | Manon

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El tiempo pasa volando cuando estás construyendo un hogar. Había pasado un mes desde la primera vez que aterrizaron en los Wastes, y en pocos días ya se había convertido en un hogar para todas nosotras. Tampoco era difícil cuando nunca habíamos tenido uno.

Con la ayuda de nuestros guivernos, la reconstrucción había sido mucho más rápida. En un par de semanas la capital estaba habitable, y algunos de los campos ya estaban sembrados. La gente estaba eufórica, y también nuestras monturas, que se habían apoderado de un gran pedazo de tierra y ahora volaban libres por los bosques colindantes.
Con mis tres al mando, Glennis, Katharyn y Petrah, la coordinación había sido magistral. Mientras Glennis, se encargaba de garantizar la paz entre las Crochans, Petrah se encargaba de las Ironteeth. En un futuro no muy lejano, esperaba que la separación fuera cada vez menor, y que poco a poco ambos clanes acabaran juntándose. No podía culparlas, el odio nos había consumido por siglos, pero era momento de acabar con él, de acabar con el propósito de mi abuela.

Aunque me forzaba a no pensar en Dorian, era imposible evitarlo, sobre todo cuando llegaba a mi solitaria habitación en lo alto del castillo. Nunca había tenido algo como una habitación mía de verdad, y me encantaba. Tenía un gran balcón en el que podía aterrizar con Abraxos si me apetecía, y desde él, veía todo el reino hasta el mar. La brisa que entraba por las mañanas y mecía las cortinas, era solo comparable al sol que se colaba por ellas cada amanecer, iluminando cada esquina de mi habitación.

En una de las paredes tenía una gran estantería, donde comencé poniendo los efectos personales de las trece que conseguí sacar de Orynth antes de marchar, pero que cada vez estaba más llena de libros. En todos estos años no había sido capaz de leer uno, pero desde que llegué aquí los devoraba cada noche y me ayudaban a conciliar el sueño. Me encantaba la botánica, la historia y los libros de guerra, y estaba ansiosa por poner todo ello en práctica.

Por las mañanas me levantaba al salir el sol, y bajaba al patio del castillo con Katharyn para entrenarme. Era una luchadora increíble, aunque no tan buena como yo. Ella era la encargada de la construcción de las escuelas para brujas, donde las nuevas generaciones, y aquellas que quisieran, aprenderían a luchar y a volar. Desde que habíamos llegado, Katharyn había sido una compañera leal y eficiente, que trabajaba sin descanso y con pasión. También había luchado a nuestro lado en la guerra, y también había perdido a mucha gente. Pero también había encontrado. Al poco tiempo de llegar a Which Town empezó a flirtear con Cecile, una superviviente de la batalla que había decidido unirse a nuestras filas. Parece que el amor florecía igual que los campos de tulipanes que rodeaban la ciudad.

Pero no solo en los Wastes florecían nuevas parejas, a las pocas semanas, recibimos una invitación formal desde Perranth, Lady Elide Lochan y Lorcan habían decidido celebrar una boda por todo lo alto en su castillo para finales del mes siguiente. La brujilla había superado todas mis expectativas, y aunque nunca jamás lo admitiría en voz alta, me hacía feliz ver que toda la esperanza que había cosechado durante todos los años que estuvo cautiva, había sido para algo.

Eran las 9 de la mañana y ya hacía calor, estaba empapada en sudor mientras peleaba como de costumbre con Kat en el patio, cuando se acercó Petrah a lo lejos, con una sonrisa que no traía nada bueno.

- Querida Reina de las Brujas, parece que tienes una carta muy importante - hizo una pausa dramática mientras soltaba una risita por lo bajo - del Rey de Adarlan.

Creo que me quedé sin aire por un minuto, no esperaba noticias suyas, pero sí esperaba verlo en Perranth. Muchas veces había pensado en montar en Abraxos y salir volando hacia Adarlan, pero no sabía si iba a ser bien recibida después de lo que pasó la última vez que fuí allí. También había pensado en enviarle una carta, quería saber como estaba, contarle cómo iba la reconstrucción de los Wastes y saber si... se acordaba de mí, pero era una Reina y no podía caer tan bajo como para mendigar un poco de atención del Rey de Adarlan.

Cogí la carta fingiendo desinterés de la mano de Petrah, y la metí en el cuero de pelea, cogí a cuchilla de viento, y volví al ataque.

- ¿No piensas leerla? - Me dijo divertida Kat.
- No es nada, luego la leeré - dije mientras lanzaba una nueva estocada.

- Ya claro, un mes sin saber nada de Dorian, mirando melancólica al cielo por los pasillos, y ahora, ¿vas a hacer como que no te importa? - Maldita zorra, me había calado desde el primer momento.

- Que tu estés suspirando por tu querida novia por las esquinas y lloriqueando detrás de su culo todo el día no quiere decir que los demás hagamos lo mismo - seguí peleando.

- Vaya vaya, la reina está celosa - se rió a carcajadas y aproveche para desarmarla y tirarla al suelo sacando mis dientes de hierro.

- No tengo nada con el Rey de Adarlan, él tiene su reino, yo tengo el mío, punto. - le tendí la mano y me marché a mi habitación.

Odiaba perder los papeles y ser tan irracional cuando se trataba de Dorian. No podía evitarlo pero mi corazón latía sin parar mientras subía a la habitación. Quizás fuera por el entrenamiento, o quizás porque me daba miedo saber a qué se debía esa carta. Llegué a la habitación y cerré la puerta corriendo para tirarme en la cama y descubrir que querría Dorian de mí.

Querida Reina de las Brujas,

Espero que este mes haya sido fructífero, y los avances en la construcción, de lo que estoy seguro que será la ciudad más bonita y temible de Erilea, hayan sido provechosos.

No obstante, lamento comunicarle que necesito urgente y desesperadamente su presencia en Rifthold. Como ya sabe, hay una legión de guivernos que prometió ayudarme a entrenar, y creo que, dada su gran experiencia, necesitaré de algunos de sus consejos.

Por favor, no dude en aterrizar con su increíblemente aterradora y dulce montura en lo que verá que es un amplio balcón en la torre más alta. Lo distinguirá porque está repleto de flores de todas las formas, tamaños y colores, ya que ha sido especialmente construido para cuando necesite hacernos una visita.

Atentamente,
Dorian Havillard, Rey de Adarlan.

El Reino de las Brujas  - Basado en Trono de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora