CAPÍTULO 2

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Hace 7 años...

Eran las siete de la tarde y llevábamos más de diez minutos en la sala de espera de aquella clínica de salud mental. Mi madre había insistido en llevarme a algún sitio para que me ayudaran, pero yo me negaba en rotundo. No necesitaba a nadie para salir adelante. Pero entonces... ¿Qué hacía allí?. Mis padres y mi hermana, que habían aguantado estoicamente cada una de mis salidas de tono, mis llantos descontrolados o mis días sin comer, habían decidido que, al vaso de la paciencia no le cabía ni una sola gota más. A pesar de ello, yo había terminado echando un poco más de leña al fuego en forma de quejas y gritos.

Por eso habían decidido unilateralmente, sin contar conmigo de forma premeditada, que, o iba a terapia o me echaban de casa. ¿Crueles? Mucho. ¿Efectivos? También. Mi madre buscando en San Google había dado con unas consultas maravillosas, cerca de casa y a buen precio, donde las opiniones mayoritarias eran de cinco estrellas. Y allí estábamos, en el sitio y la hora indicados esperando que nos llamaran.

- Cielo, es lo mejor. Ya verás cuando te quiten esas gafas grises que te has puesto para ver la vida. - dijo mi madre mientras me tomaba la mano entre las suyas, me acariciaba con cariño y me miraba con miedo.

- Mamá, reflexiones las justas. No te pegan. Estoy aquí para que no me echéis de casa y porque solo os interesaba cuidarme cuando ingresaba dinero. - Aparté la mano y miré hacia el techo para no ponerme a llorar.

- No voy a caer en tus ataques y no voy a colaborar con tu autosabotaje.

- Jum, - cambié de tema cabreada - ¿Dónde coño está esta gente? qué poco profesionales.

- ¡Esa boca nena!. Han pasado 3 minutos, un poco de paciencia.

- ¿La misma paciencia que habéis tenido conmigo? Porque entonces tendré que mandar a la mierda a quien sea que me vaya a tratar. - ironicé intentando calentar a mi madre que llevaba meses a base de tilas para no matarme en un arrebato.

- Ayy Señor, ¡mira, una revista! voy a leer un poco - y con toda su caradura, cogió un panfleto de la clínica y se puso a observarlo como si contuviera información de vida o muerte.

- Natalia López, por favor, pase a la sala 2 - sonó la voz lejana de una muchacha con un tono muy dulce.

- Vamos cariño, aquí te espero - dijo mi madre que me dio un beso en la mejilla con cara de preocupación.

Llegué al primer pasillo e inmediatamente encontré la puerta número 2 que estaba entre abierta. Empujé con suavidad, asomé la cabeza pidiendo permiso para entrar - estaba mal pero seguía siendo educada - y dentro no había nadie. Me tomé la libertad de pasar y aprovechar la soledad para analizar aquel cuarto de tortura. Aunque a simple vista podía parecer un despacho, con una mesa de escritorio amplia, dos sillas y varios cuadros con titulaciones y cursos firmados por el Rey, el lugar tenía un detalle siniestro. En una de las esquinas, quedando detrás de la silla de los pacientes, había un espejo de cuerpo entero. Al ver mi reflejo, aparté la mirada rápidamente y supe que nada bueno sacaría de allí.

- ¿Natalia? - sonó una voz a mi espalda que me sobresaltó. - Bienvenida. Siéntate, por favor.

- Usted debe de ser Eli, ¿no? He visto el nombre en los títulos. - dije señalando los cuadros de la pared.

- Eh, sí, sí, claro. Tutéame, por favor.

Agradecí hablarle de tú porque me resultaba incómodo tratar con tanto respeto a una criaturilla que tendría 22 ó 23 años y pinta de haber terminado la carrera el verano anterior. ¿Estaría de prácticas?. ¡Tal vez yo era su primera paciente y me convertiría en su experimento psicológico!. ¿Sería capaz de arreglar la cabeza de una persona real, como había estudiado en los libros o acabaría destrozando la poca cordura que le quedaba a sus pacientes?

MARTES A LAS SIETE (COMEDIA ROMÁNTICA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora