Agridulce - Lawlu

Capítulo 3: Ruido blanco

Descalzo sobre los tablones de madera de imitación en el centro de la cocina, justo delante de la pequeña mesa que servía de comedor para, normalmente, dos personas; llevaba una camisa holgada y pantalones cortos de pijama, se había duchado y olía muy bien, a limpio, como el champú de otra persona. Tenía el tenedor en la mano, el mismo con el que había estado comiendo los fideos chinos que ahora yacían enfriándose en el otro extremo de la mesa.

Law levantó la vista, ya perdida, de su propio plato en cuanto divisó los pies de Luffy en su periferia. Tampoco había tocado el pollo agridulce, que rodaba perezosamente sobre el arroz frito. No había podido probar más que un par de bocados, ensimismado en sus pensamientos. Ausente, quizá más de lo habitual.

Las cejas de Luffy se curvaron hacia abajo mientras se mordía el tembloroso labio inferior en aquel rostro tan expresivo como siempre. Sus dedos rodearon los cubiertos y se entrelazaron entre sí.

Sus piernas vacilaron antes de dar un par de pasos hacia el lugar de Law en la mesa, pero cuando estuvo lo bastante cerca de él, levantó una de sus piernas y la cruzó sobre la del hombre mayor, sentándose en aquel regazo que siempre le daba la bienvenida.

Law nunca diría que no a un abrazo de Luffy, estaba seguro de ello.

Lo sujetó por la cintura, cruzando los brazos alrededor de su torso para abrazarlo y acercarlo más a él. Volvió a dejarse llevar por el dulce aroma y su cálido cuerpo, enterrando una vez más la cara en su hombro, cerrando los ojos mientras el cuello de Luffy le daba la bienvenida. Aquella piel suave, marcada y besada por alguien que no lo merecía.

Luffy también lo abrazó, aferrándose a su camisa como si su vida dependiera de ello, como si estuviera abrazando un sueño que se le escapaba de las manos.

"Yo... Torao, no sé qué ha pasado, pero sea lo que sea... estoy contigo. Siempre."

El susurro de su voz resonó en su mente. El tono vacío y nostálgico que utilizó le quemó hasta el fondo del alma.

Pero Law no podía hablar. Aferrado al cuerpo de Luffy guardó silencio hasta el último segundo sobre el conflicto que había en su interior y lo que había sucedido, porque sencillamente no podía decírselo.

Guardó silencio hasta la noche en que tampoco pudo conciliar el sueño mientras le escuchaba roncar al compás de su profunda respiración y hasta el momento del día siguiente en que la puerta de casa se cerró tras Luffy sin despedirse.

.

Law contempla la misma silla vacía con la mirada perdida, intentando revivir el momento una y otra vez sólo para sentir el calor de aquella noche en lugar del frío que envuelve su apartamento. La cafetera resuena al fondo, en un rincón de la encimera, burbujeando mientras señala con el penetrante olor a café solo que ha terminado su trabajo.

Law suspira y se hunde aún más en la chaqueta de cuero negro que lleva. La calefacción se ha estropeado en el mejor momento posible: las gotas de lluvia golpean furiosamente el cristal de la ventana mientras Law se acerca a su cafetera y se sirve una taza de color rojo.

Ni siquiera el sabor del café es capaz de quitarle la horrible sensación que se le acumula en la boca del estómago y que no le ha dado más que problemas y desasosiego en los últimos días.

Come un par de galletas de arroz y considera que es suficiente para su desayuno. Comprueba por última vez el reloj de su muñeca para asegurarse de que sigue siendo puntual y se dirige al cuarto de baño para lavarse los dientes.

Cuando termina y se lava las manos y la cara, no puede evitar mirar fijamente el cepillo de dientes que no es suyo en el vaso de plástico del lavabo. Pone los ojos en blanco e inconscientemente se le dibuja una sonrisa en los labios al observar las cerdas maltratadas. Le ha dicho mil veces a Luffy que no muerda el cepillo, que es antihigiénico y asqueroso, pero él sigue haciéndolo; argumenta que así esparce mejor la pasta de dientes.