Agridulce - Lawlu

Capítulo 4: El amor toma rehenes

La distancia es lo mejor para ambos, Luffy se lo ha repetido mil veces en su mente con la esperanza de que algún día su corazón crea en esa mentira piadosa que sólo su mente consciente es capaz de entender.

No sólo por el hecho de que absolutamente todo lo que le rodea le recuerda a Law, sino porque teme que en el momento en que vuelva a escuchar su aterciopelada voz llamándole, pidiéndole algo que Luffy le daría con gusto, o simplemente su presencia en el mismo espacio, le haga derrumbarse como siempre ha hecho.

Porque Luffy no es capaz de decir que no a Law. Cuando está cerca es como una polilla acercándose a la luz, tan ignorante e inocente que el calor de la bombilla le quemará vivo.

Y Luffy es la maldita polilla.

Sabe que ignorarlo no es más que una vía de escape, no es la solución definitiva a nada y es más bien evadir la realidad y la importancia de los hechos. Es evitar la confrontación directa y la resolución: la ruptura absoluta de su amistad o simplemente olvidar lo que tenían por un bien mayor.

Una polilla es consciente de la ignición a la que está expuesta.

No es más que miedo con una pizca de esperanza en la receta para el desastre que es la mente de Luffy en este momento. Le duele la cabeza de tanto pensar, de hecho odia hacerlo, pero cuando se trata de Law, es algo recurrente y a lo que está totalmente acostumbrado. Siempre es Law, Law, Law, Law, Law.

Y últimamente, los "y si...".

¿Y si Law todavía quiere estar con él? ¿Y si Law siente algo por él? ¿Y si Law sólo necesita un poco más de tiempo para darse cuenta de que su amor por esa chica es pasajero y Luffy es su verdadera alma gemela? ¿Y si Law alguna vez sintió algo por él? ¿Y si...?

Pensamientos que se entretejen una y otra vez como un ovillo de hilo que no tiene fin ni destino. Pensamientos aleatorios que sólo hacen más difícil el trabajo de existir. Porque incluso después de dos meses, incluso con todas las veces que lo ha evitado, todas las veces que ha intentado deshacerse del fantasma de Law en su alma y en su cuerpo, sigue ahí.

Presente cuando se despierta, como si saliera con el sol; insistente por la noche, haciendo del sueño un calvario y al mismo tiempo la única salvación para que los pensamientos y los recuerdos se detengan.

Pero no quiere permitirse el lujo de hacerle saber a Law que su lejanía le ha afectado, que la pérdida de su amistad le ha dolido tanto. A él no parece afectarle lo más mínimo: siempre que le ve, aunque sea de lejos, le ve sonreír a alguien o fruncir el ceño. Nada nuevo. Ni siquiera se encorva sobre sí mismo como solía hacer cuando paseaba por su apartamento con Luffy dejando migas por toda la alfombra.

No. Si no afecta a Law, tampoco le afecta a él.

La tormenta de pensamientos abrumadores es algo que sólo él conoce. Él y Sabo.

Hubiera preferido no decir nada a sus hermanos, pero dos veces le han preguntado por Law y una noche, después de una pesadilla, Sabo lo encontró con los ojos vidriosos y las mejillas húmedas de pie frente al lavabo del baño que comparten los tres. Sabo le abrazó y le acarició el pelo hasta que su respiración se normalizó y estuvo listo para volver a la cama. No preguntó ni juzgó; pero Luffy sabe que su hermano es lo bastante listo como para hacerse una idea de lo que está pasando o, al menos, atar cabos. Por algo es conocido como el periodista más joven en ganar un premio Pulitzer.

Supone que sólo necesita más tiempo para acostumbrarse al hecho de que Law esté más en sus pensamientos que a su lado, hasta el momento en que se convierta en algo tan habitual que acabe por olvidarlo o al menos deje de provocarle escalofríos en la piel.