Día dos

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Después de que Aquino se tomara su jugo de naranja mezclado con el supresor se la paso todo el día mirando televisión con un pequeño puchero en sus labios, siempre hacía eso cuando estaba muy concentrado haciendo algo. El alfa se encontraba a su lado con el celular en sus manos hablado con una compañera de clases preguntándole si ella podía pasar a dejarle las cosas que hicieran en clase durante la semana.

—Alfa...— Lo llamo apoyando su cabeza en su hombro.

Duxo desvió la vista de su celular hacia Aquino y sonrió —¿Qué pasa, cosita?

—Hambre.

─Ya veo, ¿quieres unas tostadas con dulce de moras y café? —Pregunto y el omega asintió con la cabeza—Muy bien, espera aquí.

Se levantó del sillón dejando su teléfono en la mesa y fue hasta la cocina para preparar una rica merienda para el omega y él. Por lo que Aquino le había dicho tenía que tomar los supresores cuando desayunaba, merendaba y cenaba, en la hora de merienda la pastilla tenía que estar entera y no como en el desayuno y cena, no entendió muy bien el por qué pero lo haría de esa manera todas formas.

También se dio cuenta que Aquino no hablaba mucho durante su celo, a ver, si es verdad que su amigo naturalmente era de pocas palabras pero en su celo solamente decía palabras sueltas o frases muy cortas. Parecía un niño a pesar de tener 19 años, pero para Duxo era lo más tierno que pudo haber visto, el azabache jamás lo había visto en celo y era la cosita más tierna y abrazable que vio en su inútil vida de 22 años.

Estaba seguro que no todos los omegas se comportaban así cuando estaban en celo, otros eran algo violentos o enojones, otros que su lado sexual estaba más presente y así.

Una vez tenía todo listo lo llevó hasta la mesa ratona y volvió a la cocina por el supresor y un vaso de agua, cuando el omega vio la pastilla automáticamente comenzó a negar con la cabeza.

—No, no...

—Tienes que tomarlo, cosita— Dijo dejando el vaso en la mesa

—No, alfa no— Negó abultando sus mejillas

—Tienes que hacerlo, abre la boca— Demandó con voz tranquila pero el omega volvió a negar—Aquinin...

—¡No!— Gritó y el alfa soltó un suspiro

Aquino le había comentado que su omega era demasiado terco a la hora de tomar los supresores si se lo mostraban, se negaba y hacía berrinches para no hacerlo. Más de una vez Natalan lo obligó a tomarlo a la fuerza, ya que muchas veces lo tuvo que perseguir por todo el departamento para que lo tome, claro que nunca llego a los golpes o algo parecido, simplemente el alfa pelinegro lo chantajeaba con no comprarle más pollo frito y el omega accedía a regañadientes.

—Bien, no lo tomes entonces— ¿No pasaba nada si no tomaba el supresor que le tocaba a la merienda, verdad?—Pero después de cenar te vas a bañar.

El omega sonrió victorioso y empezó a comer tranquilo, el resto de la tarde se la pasaron viendo películas hasta la noche. La hora de la cena paso y Duxo estaba batallando con un omega berrinchudo que no quería meterse a bañar.

—¡Antes me habías dicho que si te bañarías y ahora me dices que no quieres tamare!— Alzó la voz mirando al omega con el ceño fruncido y con las toallas en las manos.

—¡Ducha no!

—Eres peor que un... ahg— Dijo hastiado. Dejó las toallas a un lado y se acercó a Aquino, alzo un poco la mirada y lo observó—Cariño, ¿Tú quieres que alfa este triste?— El omega negó con la cabeza—Porque alfa se pondría triste sino te duchas, tienes que hacerlo así estas limpiecito y listo para dormir. Además si lo haces te doy una recompensa, ¿quieres?— El omega asintió y Duxo sonrió victorioso.

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Era Lunes por lo tanto el segundo día del celo de Aquino, después del baño el omega cayó dormido al instante cuando su cuerpecito toco el colchón de su cama. La recompensa que le prometió Duxo fue un besito en la mejilla del menor, esto hizo lo sentir bien ya que según su instinto estaba siendo un buen omega para el alfa.

El alfa se encontraba triturando el supresor para mezclarlo en el batido de moras, mientras lo revolvía un omega de mejillas rojas y cabello despeinado apareció a paso perezoso en la cocina, camino hasta el alfa y apoyó su cabeza en el hombro de este para ver lo que hacía.

—Mío— Y para recordarle eso también.

Duxo rió bajito y le entrego el batido dejando un besito en la frente—Claro, cariño, es tuyo. Ve a sentarte, ya llevó lo demás.

Aquino le hizo caso y se dio la media vuelta para caminar hasta el sillón con la bombilla en su boca degustando el sabor del batido, pues el mueble era más cómodo que las sillas de la mesa. Estaba por llegar pero no conto con que sus piernas flagearan y cayó al piso de rodillas manchando el suelo con la bebida.

Duxo salió corriendo de la cocina al escuchar el estruendo, lo primero que vio fue al omega tirado en el piso y la bebida desparramada por doquier. El alfa lo observó con los ojos bien abiertos y cuando apenas cruzaron miradas... Aquino empezó a llorar.

—No, no llores, cosita— Se acercó al omega y lo tomo en brazos levantándolo del suelo—¿Te duelen las rodillas?— El omega asintió con la cabeza escondida en el cuello ajeno mientras lloraba debido al dolor.

El alfa rodeó la mancha del batido del suelo y depositó al omega en el sillón, este no quería soltarse del cuello del alfa por nada y lloriqueo más cuando este intento separarse.

—Alfa...n-no— Sollozó.

—No me voy a ir a ningún lado, lindura— Lo calmó secándole las lagrimas—Tengo que limpiar esto y luego te haré otro batido, ¿bien?

El omega asintió y se soltó del alfa, Duxo no tardó tanto en limpiar el desastre agradeciendo que el vaso no se haya roto en mil pedazos porque eso si pudo lastimar gravemente al omega. Hizo otro batido y luego fue por una pomada para los raspones de sus rodillas, solo que hubo un pequeño problema... se había olvidado del supresor.

Aquino estuvo pegado a él durante todo el día pidiendo mimos y caricias en su cabello, Duxo sentía que se iba a desmayar de la ternura. Aquino jamás era así de cariñoso con él a pesar de ser su mejor amigo, normalmente el azabache era el más cariñoso de los dos, cuando lo abrazaba el omega lo apartaba mientras se quejaba, pero ahora tenerlo sentado en su regazo apunto de dormirse en su hombro era algo que nunca pensó que pasaría.

—Es mucho para mi corazoncito— Murmuro mientras observaba como poco a poco el omega se iba durmiendo en su hombro.

◜ރ Cuidando a Aquino ރ◝Donde viven las historias. Descúbrelo ahora