Única parte

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Ni bien Muichiro escuchó las quejas de Ginko pudo deducir de dónde venía la carta. Una sonrisa involuntaria iluminó su rostro, pero intentó disimularlo para que los cazadores de menor rango que estaban a su cargo no lo notaran.

En un breve descanso se apresuró en escabullirse hasta su habitación para leerla. El lugar donde dormía el pilar era bastante amplio, pero escaso en muebles. Contaba con un futón, una mesa baja con un porta velas, papel, un pincel y algo de tinta, para poder escribir o leer, un cofre con sus uniformes, un soporte para su katana y desde hacía muy poco tiempo también incluía una pequeña caja secreta, de esas que tenían truco, donde guardaba las cartas de aquel niño que se la había regalado. Leyó su propio nombre escrito con aquella característica letra infantil y confirmó su sospecha de que ese mensaje venía desde la nueva aldea de los herreros, específicamente de Kotetsu-kun. Desdobló el papel con cuidado y el breve mensaje se dio a relucir. Un saludo bastante casual, una petición de visitar la aldea en dos días, la despedida breve y la firma. No había más comentarios, ni buenos deseos, ni preguntas sobre su salud, tampoco solicitaba una confirmación o respuesta, pero decidió responder de todas maneras.

Aunque el mensaje era bastante frío y no entendía muy bien porque lo estaban citando para un día tan en específico, no se molestó en repensarlo, cualquier oportunidad de volver a la aldea lo alegraba en sobre manera. Tomó un papel y mojó el pincel en la tinta color negro, escribió con rapidez y esperó a que secara. Luego llamó a Ginko, quien puso una cara de disgusto, pero igual aceptó llevar el mensaje. Y luego de verla partir regresó con el resto de cazadores que temblaron al escuchar su voz.

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-¡Niño ridículo, niño ridículo!- Repetía Ginko en la puerta de la casa de Kotetsu. Estaba de más decir que la relación entre esos dos era increíblemente tensa. Ginko quien idolatraba a su amo estaba completamente en contra de cualquier acercamiento o comunicación que pudiera haber entre los dos, pero ella misma tenía la difícil tarea de ser el contacto entre ambos. No iba a negar que en el principio había escondido una que otra carta, pero cuando vio el rostro decepcionado del joven genio, no pudo hacer más que rogar por su perdón.

-¡Ya voy, cuerva maliciosa!- Respondió el aprendiz de herrero saliendo hasta la entrada de su casa. Ginko bufó y de mala gana le entregó un pequeño avioncito de papel. Era característico de Muichiro enviarle mensajes doblados de esa manera, con el niño de máscara Hyottoko se permitía mostrarse más infantil. Había tenido que crecer muy rápido luego de la muerte de sus padres y había perdido casi toda su personalidad cuando murió su hermano, sin embargo, a pesar de haber recuperado sus recuerdos sentía que debía comportarse como un superior ante los cazadores de demonios, como un colega con los otros pilares, todos mayores que él y no se atrevía a mostrar debilidades frente a Oyakata-sama; pero algo le daba la seguridad para darse ciertas licencias con Kotetsu.

El niño desdobló el avioncito de papel y se develó la refinada letra del pilar de la niebla, la forma de escribir de Muichiro era sumamente elegante. La respuesta afirmativa era breve y sobria, como también solían ser los diálogos del mayor, pero el pequeño corazón al final del mensaje hizo sonrojar un poco al joven herrero.

-Oye niño ridículo, deja de molestar a mi perfecto amo.- Le dijo Ginko entre graznidos. Kotetsu rodó los ojos, escucharla era una pérdida de tiempo, además, a pesar de quejarse tanto, siempre terminaba ayudándoles, como en esta ocasión.

-Sí, como sea. Ahora, ¿enviarás el resto de invitaciones?- Le preguntó sacando del interior de su ropa una serie de sobres. La cuerva hizo un ruido de fastidio y emprendió vuelo. -Soy una cuerva kasugai, sé hablar, no necesito tus tontas cartitas.- Y diciendo eso desapareció en el cielo azul.

Deseo de cumpleañosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora