Los mexicas fueron un pueblo guerrero y conquistador que dominó gran parte de Mesoamérica antes de la llegada de los españoles.
Eran politeístas, es decir, creían en varios dioses, cada uno con su propio ámbito de influencia y poder. Entre ellos se encontraba Mictlantecuhtli, el señor del Mictlán, el inframundo para los mexicas.
Mictlantecuhtli era el encargado de recibir las almas de los muertos y de enviar almas nuevas al mundo terrenal. Su aspecto era el de un esqueleto con una calavera por rostro, en cuyas cuencas oculares brillaban dos luces de color rojo carmesí. Su altura era de casi dos metros, y vestía un pantololli blanco, una prenda que le cubría desde la cintura hasta los pies. Su cuerpo estaba adornado con huesos humanos, algunos pintados de colores, y en su cabeza llevaba un penacho hecho con más huesos y rosetas de papel.
Este Dios era muy respetado por los mexicas, que le ofrecían sacrificios humanos y animales para aplacar su ira. Sin embargo no era tan querido como otros dioses como Quetzalcóatl, el dios de la sabiduría y la creación; Tláloc, el dios de la lluvia y la fertilidad; Coatlicue, la diosa madre de la vida y la tierra; o Huitzilopochtli, el dios de la guerra y el sol. Estos dioses se llevaban la mayor adoración del pueblo por lo que Mictlantecuhtli se sentía celoso y menospreciado por los humanos, que solo le temían y le evitaban, ¿Qué tenían los demás dioses que él no tuviera? ¿Qué ofrecían los demás dioses que él no? Se preguntaba con amargura.
Con estas preguntas, Mictlantecuhtli supuso que los humanos adoraban más a estos Dioses ya que ellos les recompensaban por sus ofrendas, Tláloc les daba agua para sus cosechas, Coatlicue les otorgaba fertilidad, Huitzilopochtli les ayudaba a ganar la guerra y Quetzalcoatl les daba conocimiento, pero el alma humana no se conforma solo con lo que tiene, siempre busca tener más de lo que puede controlar, y ahí fue donde Mictlantecuhtli entendió que debía darles una vida mejor, una vida en donde se abarcará todo lo que los demás dioses les daban, pero por una sola ofrenda.
Pero había un problema. Mictlantecuhtli no tenía el poder necesario para cambiar la vida de una persona, el solo podía quitar la vida y volverla a hacer, pero no cambiarla. Su dominio era el Mictlan, un lugar oscuro y frío donde las almas de los muertos vagaban sin rumbo ni esperanza. No podía ofrecerles nada más que eso a los humanos, y sabía que nadie querría ir allí voluntariamente.
Desanimado, Mictlantecuhtli empezó a resignarse a ser solo el guardián del Mictlan, pero su amada esposa, Mictecacihuatl, la reina de los muertos, viendo el potencial que podrían tener con dichas ofrendas y al no poder cambiar la vida de los humanos, decidió dar una de sus trece almas por el poder de crear ilusiones y así engañar a las personas de que su vida en verdad cambió y recibir sus ofrendas.
Mictecacihuatl le entregó su alma a Tezcatlipoca, el dios del espejo humeante y el señor de la magia y el engaño, a cambio, Tezcatlipoca le dio a los reyes del Mictlan el don de las ilusiones, con el cual podrían hacer ver a los humanos lo que quisieran que vieran.
Así, los Dioses empezaron a ofrecerles a los humanos una vida mejor a cambio de sus almas. Les prometían riqueza, amor, salud, poder, conocimiento o lo que fuera que anhelaran. Los humanos, seducidos por sus palabras y sus visiones, aceptaban el trato sin saber que todo era una mentira. Poco a poco, los mexicas empezaron a adorar más a los dioses del Mictlan, incluso más que al mismísimo Huitzilopochtli, su dios por excelencia. Construyeron templos y altares para Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl, y hasta les dedicaron unos días de veneración.
Los demás dioses al ver lo que Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl habían hecho empezaron a sentir envidia, dado que las ofrendas ya no estaban siendo iguales, por lo que fueron a reclamarles a los señores de la muerte, pero estos se negaron a dejar de hacer visiones, diciendo que era su derecho recibir el respeto y la devoción de los mortales, llegando incluso a generar una visión en Huitzilopochtli para que con su lanza y escudo, atacará a Tlaloc con tal fuerza que lo hizo caer del cielo.
Pero antes de darle el golpe final, Tlaloc le lanzó un rayo que lo cegó momentáneamente, aprovechando ese instante, Tlaloc se levantó y huyó hacia las nubes. Huitzilopochtli se quedó ciego momentáneamente y eso le ocasiono un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo, y se dio cuenta de que había sido engañado por los señores de la muerte. Había caído en una trampa.
1519-1521
Así pues, pasaron los años y los mexicas siguieron haciendo ofrendas y sacrificios en honor a Mictlantecuhtli, hasta que los españoles llegaron y con ellos la destrucción de sus templos, esto supuso un fin para sus dioses, los cuales al ya no tener creyentes fueron olvidados y se perdieron en la existencia misma, al ya no recibir ofrendas dado a la imposición de la religión católica en la nueva España llevando a los dioses a perder sus dones divinos y convirtiéndose en simples relatos de antepasados. Pero el único que no fue olvidado del todo era Mictlantecuhtli, debido a que aún había personas creyentes en él y que al morir le suplicaban se los llevara al Mictlan. Ahora los dioses del inframundo se alimentaban de las almas de sus últimos devotos, pero con el paso de los años estos se fueron acabando hasta ya no haber creyentes de ellos.Mictecacihuatl decidió exiliarse al rincón más oscuro del Mictlan, donde quedaron las almas de los mexicas que fueron egoístas para su pueblo y con estas se alimentaría. Por su parte, Mictlantecuhtli decidió quedarse en el primer nivel del Mictlan, con la esperanza de que las personas volverían a creer en él.
ESTÁS LEYENDO
HISTORIAS DE MICANTETLAN VOLUMEN 1
Mystery / ThrillerDescubre el misterioso origen de Micantetlan, un campamento regido por la señora de la muerte Mikkisiwatl, también conocida como la catrina, quien pose un poder sobrenatural. ¿Cómo surgió este campamento donde todos tienen la oportunidad de renacer...