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Courtney se levantó de la mesa sin decir nada, tirando a posta o no, la copa de vino al suelo. Nadie la retuvo ni pronunció su nombre para que diera la vuelta. Abigail miró con ojos alarmados al padre de la chica, pero él ya se había imaginado que iba a reaccionar así, por lo tanto, no le quedaba más remedio que afrontarlo con una transparente capa de comprensión.

-¿Mudarnos a dónde?- Declan había roto el silencio. Sus facciones parecían calmadas y tibias.

-¡Qué genial!- Exclamó su hermana eufórica, lanzándose a los brazos de su madre.

-No es nada genial, Ginger, tenemos que cambiar de casa y de colegio, y de todo. ¿Quieres dejar de ver a todas tus amigas? -Ahora el chico parecía enojado. Nunca había solido exteriorizar mucho lo que tenía en la cabeza; siempre explotaba al final.

-¿De qué estás hablando? -Le contestó Bruce con el ceño bien arrugado- Si hemos decidido hacer la mudanza ha sido para la comodidad de todos. Hemos escogido una casa en un vecindario en el que ninguno estáis a más de diez minutos del colegio, instituto y universidad. Es una casa grande para que podamos vivir todos tranquilos con nuestro propio espacio y de de sobra. Solo queremos lo mejor para vosotros.

-Bruce tiene razón, Declan. No vais a tener que hacer mayor esfuerzo que pasar vuestras cosas a la casa nueva. Nosotros nos hemos tirado horas y horas haciendo lo imposible para intentar encontrar el lugar perfecto para vivir.

-Mamá, que a mi me a igual donde vayamos a mudarnos -Declan pronunciaba esas palabras con cabeza. Sus amigos se podían contar una mano, quizá ni siquiera fuesen sus amigos de verdad. El instituto le parecía un sitio en el que agrupaban hormonas y las obligaban a hacer estupideces (pues la gran mayoría de lo que aprendía lo hacía por su cuenta), y su casa no es que fuera el lugar de sus sueños, ni pensaba pasar mucho más tiempo allí-, pero que podías habérmelo contado antes, no cuando ya está todo planeado. ¿Crees que me siento bien al saber que has tomado la decisión por mi hermana y por mi?

Bruce rodó los ojos y se puso la mano en la frente. Abigail se había levantado de la silla, y se volvió a sentarcabizbaja. Ginger, feliz, jugaba a doblar una servilleta muchas veces, hasta que se hacía tan pequeña que estaba dura para doblar más.

-Tienes razón. -dijo el hombre, pasándose la mano por su dorado pelo- ¿Por qué no vas a hablar con Courtney? Seguro que no ha ido muy lejos.- Hizo un gesto sin vida con las manos, como pidiéndole que se alejara.

Lo primero que sintió Declan al procesar esa situación fue un "no eres ni vas a ser mi padre, así que no me digas lo que tengo que hacer". Lo segundo fue "me está dando órdenes una persona que ha estado hablando con Damon Albarn", así que acabó por pensar que no era tan dramático como se lo había planteado. Miró a su madre, que con un nudo en la garganta, le asentía a cámara rápida. Bufó, arrastró la silla y salió del restaurante.

Courtney tenía un aura negra alrededor. Había arrastrado los pies hasta unos cien metros de la puerta y se había sentado en un banco a rascar la tierra del suelo con una rama rota. Dibujó cinco líneas y un círculo negro encima de la cuarta. Se le habían desatado los cordones del pie derecho, pero estaba lo suficientemente cabreada como para no doblar la espalda y atárselos. Los calcetines altos se le habían bajado y volvió a subírselos delicadamente hasta el nacer de sus muslos.

-Hola.

La chica no reconoció la voz, ni se preocupó por mirar quién era. Declan se sentó a cincuenta centímetros de ella y la miró a la cara. Entonces ella se dio cuenta de que era ese chico raro, pero no hizo más esfuerzo que subir y bajar la cabeza.

-¿Por qué has salido corriendo?- Siguió intentando hablar con ella.

-Mis piernas tenían ganas de caminar, yo no las controlo. -Declan se quedó pensando en si eso era ironía, una broma, si estaba loca o si no había entendido lo que había dicho, pero ella prosiguió con su diálogo- ¿Es que te parece normal que nos líen para venir aquí, hagamos como si no pasa nada y somos todos felices, comamos, y luego nos suelten así porque sí que nos vamos a mudar? Tengo veintiún años, no me apetece moverme de mi zulo hasta que no me vaya yo sola para siempre.- Remarcó mucho ese "yo" señalándose a sí misma.

-¿A que sí?- Declan colocó su tobillo en la rodilla de la pierna contraria y se aclaró la voz levemente- Yo he pensado lo mismo. ¿Para qué quieren que me mude ahora si dentro de nada pienso irme?

-Yo no lo tenía muy claro. -confesó ella- Pero hoy ya no tengo ninguna duda.

-¿Puedo preguntar qué te ha hecho cambiar de opinión?

-El ser tonta. -Pasó de no mirarlo a tener los ojos clavados en él de una manera tan profunda que parecía que el rebote que tenía había sido por su culpa. Hacía mímica con las manos muy abiertas, que dejaban ver sus uñas recién pintadas- Llevo toda mi vida siendo la madre de mi padre. Lo he cuidado mucho más a él que él a mi desde que dejé de llevar pañales. Parece que nos odiamos, pero nuestra relación es tan estrecha que yo había pensado mil veces en morir soltera bebiendo cerveza a su lado, sin preocupaciones y mandando a la mierda al resto del mundo. Ingenua de mi, pensando que podía ser así, me he quedado en Atlanta, cuando podía estar en Francia, o en Australia, o vete tú a saber. No sé por qué te estoy contando esto.

-Está bien que lo cuentes.

Declan se pasó los dedos por el pelo y, observando que Courtney se estaba poniendo nerviosa, sacó de la chaqueta una caja de cerillas que siempre llevaba porque le gustaba encenderlas para desestresarse. Hizo que uno de los fósforos ardiera con un perspicaz giro de muñeca y produjera el sonido más placentero para sus tímpanos. A menos de cinco milímetros de que su dedo acabara chamuscado, sopló hasta que todo quedó bruno. Le alargó una cerilla a la chica y ella, extrañada, lo imitó.

-¿No te gusta mi madre? -Continuó diciendo.

-No es por tu madre.

-Está bien si es por ella, a mi tampoco me gusta demasiado.

-No es por ella, de verdad. Si fuera cualquier otra sería lo mismo. Es que nunca he tenido que afrontar unos cambios tan radicales. Y creo que no soy buena haciéndolo.


En una pausa de menos de dos minutos, encendieron unas cinco cerillas más. Los ojos de Courtney eran de un azul tan claro que el fuego se reflejaba a la perfección en ellos y en su pelo albino, otorgándole un vislumbroso naranja a todo su ser.


-¿Y qué le pasó a tu madre? -Preguntó Declan perdido en la insignificante llamarada.

-¿Por qué dices eso?

-Por lo de los cambios y tal. ¿No fue un cambio en tu vida?

-No la conocí. ¿Qué hay de tu padre?

-Murió antes de nacer mi hermana.

-Lo siento.

-Está bien. ¿Por qué no conociste a tu madre?

-Nos abandonó a mi padre y a mi cuando nací. Era muy joven y no quería hacerse cargo de mi. Tampoco la culpo, pero yo no se lo haría a mi hijo.

-Nadie en sus cabales le haría eso a un hijo suyo. Sin ánimo de ofender.

-No ofendes, fue una puta a la que no conocería ni aunque me pagaran. -Tras una pausa silenciosa y tres cerillas más, Courtney decidió no preguntarle a Declan nada sobre su padre, por si esa herida aún estaba abierta- ¿Por qué no te gusta demasiado tu madre?

-A ver, no es mala. Pero es muy maniática, y siempre intenta controlarlo todo. Tiene unas normas realmente estúpidas y no para nunca. Siempre está trabajando, limpiando, haciendo la comida, yendo a comprar...Yo intento ayudarla, pero no me deja. A cambio de eso me pide que cuide de mi hermana los sábados por la noche.

-Cuando sale con mi padre.

-Exacto.

-No puedo entender como se gustan.

-Ya lo he estado pensando y tengo varias teorías acerca de eso. ¿Quieres escucharlas?

-Desde luego.


MelismaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora