Rayito de Sol

642 36 6
                                    

DISCLAIMER: Los personajes y lugares le pertenecen a Tatsuya Endo. Esta historia participa en el evento Twilight Week, organizado por TwiYor Base.

* Día: 1.

* Palabra/Frase: Infancia.

[...]

En tiempos de conflicto, la valentía era una de las virtudes más alabadas en su generación, si bien esta casi siempre se limitaba al mundo masculino. No le extrañaba que las de su género se sintieran relegadas por tal idiosincrasia, a la expectativa de que los hombres fueran los únicos dignos de salvar vidas; sin embargo, Amelie agradeció que su familia jamás le inculcara esas ideas, pues ahora más que nunca estaba segura de que su fortaleza la haría capaz de muchas cosas... y solo con ella superaría el misterio más anhelado y temido para una mujer: la llegada de un bebé al mundo.

La mujer se aferró a la mesa del comedor al sentir una nueva contracción y tuvo que respirar hondo, mientras asimilaba el hecho de estar sola durante la labor de parto. Con la vista fija en el reloj de la casa, calculó que a su esposo le faltaba terminar su turno en el trabajo y lamentó que no pudiera contestar la llamada que realizó hace más de dos horas; de lo contrario, ella misma se habría adelantado al hospital para no causarle problemas, en vez de esperarlo.

Un dolor agudo en sus caderas la devolvió a la realidad y tomó la poca agua que quedaba en su vaso para refrescar su garganta; bañada en lágrimas, admitió su intenso miedo en silencio... mas quiso la soledad o su nuevo instinto materno que desterrara cualquier debilidad, dispuesta a abandonar la cocina. La distancia hasta su cuarto no constaba más que de treinta pasos; pero a ojos de la madre primeriza, el pasillo se convirtió en un túnel sin fin donde solo escuchaba sus sollozos y el lejano ruido de la calle.

—D-descuida, cariño, ¡ngh! —Amelie se retorció frente a un mueble de la sala, sin dejar de acariciar su vientre— Todo estará b-bien... y cuando estés en mis brazos, conocerás a tu papá. ¿T-te he dicho que es un hombre admirable...?

En la eternidad de su «caminata», la joven madre buscó consolarse a sí misma mientras arrullaba a su bebé, apoyada contra la pared para no sucumbir al desmayo; a punto de llegar a su destino, volteó a mirar el armario de la sala y recién recordó que el teléfono estaba cerca para hacer otra llamada.

—Debería insistir —deliró con tristeza e hizo un gran esfuerzo para dar la vuelta—. Él tiene que venir, necesita estar con nuestro hijo. Puede llamar a un médico, sí... o tal vez yo...

Su mente se quedó en blanco cuando sus piernas se humedecieron por debajo de la bata. Amelie no pudo aguantar el llanto y temblando, miró hacia abajo para comprobar que se le había roto la fuente. Recordó lo que muchas mujeres le comentaron al respecto y consciente de lo que significaba, desechó todo intento de comunicarse con alguien más y retomó la marcha hasta su habitación, implorando por tiempo y coraje para que su bebé naciera sano y salvo. Se quitó la ropa interior con gran dificultad y en cuanto pudo recostarse en su cama, el brillo del atardecer se filtró por la ventana, directo hacia su rostro: para Amelie, el beso del sol era una bendición.

—Ayúdame, Dios mío... ayúdame, por favor —abrió bien sus piernas y estando ya en posición, se rindió a las contracciones más intensas, aferrada a su voluminosa barriga.

El primer intento de pujar fue un fracaso rotundo, siendo natural en una mujer inexperta como ella; no obstante, le sirvió de aprendizaje experimental para calcular el vaivén del dolor y al aparecer otro espasmo, se aseguró de tomar una buena bocanada de aire y forzó sus músculos. Así continuó por los siguientes veinte minutos, entre gemidos de lucha y la poca tregua que le daba el parto, conforme la distancia entre las contracciones se hacía más corta.

Rayito de SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora