Muy a menudo, las historias comienzan con alguna bagatela. Una mirada breve, una palabra mal pronunciada o un movimiento brusco de la mano. Estas historias comienzan en temporada de lluvia.
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Hass siempre dijo muchas cosas curiosas qué Darius notó, pero no cuestionó.
Algunas veces se quedó con la duda de lo que en realidad quiso decir, de saber a qué se refería.
La oportunidad de descubrirlo se fue junto a la vida de su mentor unos meses más tarde.
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Darius y la anterior guardia dorada.
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"Sabes, cuando dijiste. "Veme en la entrada del conformatorio y no le digas a nadie" pensé que estabas por hacer una pequeña estupidez como jugarle una broma a algún prisionero o volver a grafitear las celdas vacías. No pensé que harías una gran estupidez como pelarte con un maldito grupo de brujas salvajes"
Darius limpió la herida de su mentor con un algodón fresco bañando en alcohol. Presionó más fuerte la herida cuando Hass río.
"¡No es una broma! ¡10 contra ti, estás loco! ¡Eres el guardia dorado, no Sir Inmortal!" Darius pellizcó el puente de su nariz como si eso fuera capaz de calmarlo.
"Si supieras que mi cuerpo vive más de lo que debería, estarías riendo conmigo" Hass volvió a mofarse de sí mismo, Darius no entendía a que se refería en ese momento. Pero lo tomó como una broma de mal gusto sobre su estado.
Apenas llevaba unos años desde que fue aceptado como aprendiz en el castillo del emperador, si le hubieras dicho a su yo más joven que en poco tiempo el renombrado guardia dorado sería su tutor, hubiera reído a carcajadas y Darius no es alguien que riera con facilidad, mucho menos que aceptara a alguien de su misma edad como un superior.
¿De verdad? ¿La mano derecha de Belos como su maestro? Parecía imposible, pero en ese tiempo Darius todavía lo respetaba. Solo le tomó el primer año descubrir qué Hass era de todo menos una persona seria.
Un idiota.
Sí, qué buena forma de describirlo. No se tomaba las cosas en serio, hacía bromas estúpidas en situaciones de vital importancia, siempre procrastinaba con el papeleo, Nunca dejaba de hacer muecas graciosas, no cuidaba de sí mismo y se burlaba de todo. En especial de su estudiante, Darius.
Claro, ¿Por qué no hacerlo? La primera regla de todo buen mentor siempre es molestar a su aprendíz.
Pero no podía hacer nada porque así de idiota era Hass, tan alto, tan estúpido, tan elegante, tan burlón, dulce y atractivo.
Tal vez era su forma de moverse, siempre cuidadoso, pero sin dejar su naturalidad de lado, tal vez era su habilidad para hacer reír a las personas, su lenguaje corporal tan expresivo, tan trasparente. Podías saber lo que pensaba con tan solo mirarlo.
